Foto: Cortesía.

¿Has realizado ya el viaje de tus sueños? Si la respuesta es aún no, considera subirlo al tope en tu lista de prioridades. Claro, lo sé, seguramente en este momento hay otros asuntos que lucen más urgentes o importantes, pero si año tras año vas dejando ese viaje en la columna de asuntos pendientes corres el riesgo de que termine en el cesto de las oportunidades perdidas. Y hay experiencias que vale la pena vivir antes de emprender el viaje final.

¿A dónde quisieras ir y por qué?

Destinos hay tantos como quieras y existen miles de razones para hacer un viaje. Por ejemplo, hace poco visité Oporto porque un día, hace ya bastante tiempo, se me metió en la cabeza que quería tomarme una copa de vino frente al río Douro. Ahora entre las fotos que guardo en mi cabeza hay un atardecer con el hermoso perfil de esa ciudad fortificado con el sabor a madera de un Tawny.

“El mundo es un libro y quienes no viajan leen solo una página” escribió San Agustín hace más de mil seiscientos años. Aquella era una época en la que ir a las fiestas del pueblo vecino constituía ya una aventura. Ahora, cuando puedes estar al otro lado del planeta en 24 horas, ese libro abierto está esperando a que te decidas. Y muchas veces a precio de oferta.

Pero no tienes que darle la vuelta al mundo para que tu viaje sea grandioso. En oportunidades el destino soñado puede estar a la vuelta de la esquina.

Como sucede con los grandes libros, un buen viaje te transforma al brindarte otra perspectiva de la vida. Cuando viajas logras ampliar tus referencias para entender que no hay una sola forma de hacer las cosas. Y si bien esto es algo que podrías lograr navegando por internet, la verdad es que resulta mucho más divertido hacerlo en carne y hueso.

Además, hay algo que sucede al viajar y no tiene que ver con el paisaje. Se trata de las mudanzas internas, porque un buen viaje engrana el traslado del cuerpo y del alma hasta llevarnos a otro nivel. Y acá no hablo de esas vacaciones de dos semanas con riguroso itinerario de guía turístico. Me refiero a esos viajes donde tienes tiempo para perder y el plan cambia según avanza el día. Viajes en los que te pierdes y te encuentras. Donde buscas, pero sobre todo, encuentras.

“El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos caminos, sino en tener nuevos ojos” escribió Marcel Proust. Quizás por eso hay personas que estallan de emoción al visitar el océano a pocos kilómetros de casa o al subir a los Himalayas. Y es que los nuevos ojos no aparecen por lo que miran, sino porque después de la experiencia el observador ya no es el mismo.

Entonces, ¿vas a posponer de forma indefinida esa oportunidad? Fíjate bien si las razones para quedarte en casa no son en realidad un compendio de excusas y recuerda que el momento ideal para hacer algo rara vez llega. Mejor decide ahora, porque mañana quién sabe.

Solo un caveat final: en la medida que viajas comienzan a surgir ideas para otros viajes. Por ejemplo, en este reciente atardecer en Oporto pensé ¿qué tal cruzar el Atlántico para celebrar los 50 años? Toda travesía comienza con un sueño, y para este ya tengo un primer ingrediente: una botella de Tawny 1994. El mismo año cuando decidí renunciar a mi trabajo para irme de mochilero al sudeste asiático a leer aquellas páginas.