VÍA: EL PAÍS
El último giro de guion de la pandemia en Estados Unidos trae de vuelta la exigencia de pruebas negativas de coronavirus para los viajeros que quieran ingresar en el país por aire desde China. Así lo anunció este miércoles la Administración de Joe Biden. La medida se aplicará desde el próximo 5 de enero.
La nueva restricción, decretada por los funcionarios del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC son sus siglas en inglés), se aplica también a los vuelos provenientes de Hong Kong y Macao, y responde a la creciente preocupación de Washington tanto por el extraordinario aumento de casos en China, después de que el Partido Comunista diera por superada abruptamente a principios de diciembre la política de covid cero ante las protestas por tres años de confinamientos, como a “la falta de transparencia” sobre el brote que azota el país asiático en las últimas semanas.
Las autoridades estadounidenses sospechan del número real de casos que Pekín admite y también sobre la información facilitada acerca de la variante que domina en esos contagios. “Estos datos”, dice el comunicado del CDC, “son críticos para seguir el aumento de casos de manera efectiva y disminuir la posibilidad de entradas [en el país norteamericano] de nuevas y preocupantes variantes”.
La respuesta de Pekín ha llegado desde el Ministerio de Asuntos Exteriores: “China siempre ha creído que las medidas adoptadas para prevenir la epidemia deben ser científicas y moderadas, y no deberían afectar al intercambio normal entre personas”, ha declarado Wang Wenbin, portavoz del ministerio. “Necesitamos que todas las partes trabajen juntas científicamente contra la pandemia para garantizar el movimiento seguro de personas entre países, mantener la estabilidad de la cadena de suministro global y promover la reanudación de un crecimiento saludable en la economía mundial”. No deja de ser paradójico que, tras tres años de draconianas restricciones al movimiento de las personas, sea ahora China la defensora en el tablero internacional de la libertad de viajar.
La medida afecta a los pasajeros mayores de dos años, independientemente de su nacionalidad y de su estado de vacunación. La exigencia de presentar una prueba negativa (ya sea una PCR o un test de antígenos hecha no más de dos días antes de despegar) se aplicará a aquellas personas procedentes del gigante asiático que ingresen en Estados Unidos a través de un tercer país, o que usen sus aeropuertos para conectar con otros destinos.
Científicos de Hong Kong han fijado la subvariante de ómicron conocida como BF.7 como la dominante en China. En Estados Unidos, sigue siendo más fuerte la BA.5, según los epidemiólogos, aunque la BF.7 está presente en el país desde al menos el pasado mes de septiembre. A estas alturas de finales de diciembre, solo protagoniza el 4% de los contagios.
Las autoridades estadounidenses han justificado que las medidas no entren en vigor hasta el 5 de enero para dejar tiempo a las aerolíneas a adecuarse a las nuevas reglas.
Estados Unidos es el último país en sumarse a una tendencia restrictiva de los movimientos de los viajeros que parecía superada. Japón, Italia, Taiwán e India también han anunciado medidas anticovid para los vuelos procedentes de China. Tokio, por ejemplo, les exigirá que se sometan a una prueba de covid-19 a su llegada al país a partir del 30 de diciembre. Las autoridades indias han ido más lejos al obligar a presentar un test negativo a los viajeros procedentes de China, Japón, Corea del Sur, Hong Kong y Tailandia. Tendrán que demostrar que están sanos a su llegada al aeropuerto. Los positivos están obligados a guardar 10 días de cuarentena.