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Por Oswaldo Álvarez Paz

La unidad es hoy más necesaria que nunca. No podemos olvidar que la oposición agrupada en la MUD y más allá de ella, es hija legítima del pluralismo democrático. Resulta imposible pretender actitudes unánimes o hacer igual lo que es diferente por naturaleza e historia. Pero cuando lo que está en juego es la nación misma, los principios fundamentales de la vida en libertad y democracia que todos compartimos, todo cuanto pueda separarnos debe dejarse de lado. Este régimen no puede ni debe continuar. Este es el objetivo que tiene que unificarnos para definir con claridad la estrategia adecuada para alcanzarlo. Cada sector puede seguirla a su manera, con su propio estilo, sin abandonar la ruta que conduce hacia el cambio que aspiramos.

Para lograrlo hay que sumar y multiplicar. Sentimos una notable ausencia organizada de sectores básicos de la sociedad civil. Existen pronunciamientos de múltiples personalidades actuando de manera individual y aunque en sus organizaciones puedan existir muchos que piensen como ellos, se mantienen al margen de la lucha concreta. Me refiero a los organismos empresariales de la ciudad y del campo, a lo que va quedando de estructuras sindicales y laborales, a las universidades e instituciones del saber y la enseñanza, a los gremios profesionales, a las academias y algunas otras que no pueden darse el lujo de actuar como tales, independientemente de las demás. Canales de comunicación y estructuras adecuadas a la coyuntura deben construirse para que el esfuerzo, sumado a la acción política de los partidos y grupos surta efectos concretos. La tarea es  urgente. No hay tiempo que perder. Ya hemos perdido bastante.

Me llama la atención la ausencia en las llamadas “mesas de trabajo” del supuesto diálogo, la ausencia de las figuras claves de las citadas estructuras y hasta de las cabezas más importantes del mundo político. Hay poca representatividad democrática frente a la representación del oficialismo que las encabeza todas mediante los expresidentes designados por Maduro a través de UNASUR, con la sola excepción de una reservada al representante de El Vaticano quien, en recientes declaraciones, deja constancia de sus reservas y temores relativos al desenlace de este proceso.

La Iglesia Católica, una vez más, tiene la enorme responsabilidad de garantizar entendimientos que permitan la vida con serena tranquilidad. Todos conocemos los planteamientos opositores y las negativas o esquivas respuestas del régimen. Despejar la incógnita sobre los propósitos del gobierno es de suma importancia. Por ahora todo parece una enorme maniobra para ganar tiempo y hacer improcedentes los planteamientos de la nación democrática. Debemos prepararnos para los peores escenarios. Si no se dan, pues, que viva Dios. Pero si llegaran que nos encuentren preparados para cualquier cosa.