Las limitaciones no existen para el atleta colonense que ha roto barreras y se ha convertido en un ejemplo de superación para muchos
“El día del accidente me cambió la vida”, dice. Un joven César Barría de 21 años de edad salió esa noche a celebrar que había culminado su práctica profesional. Cursaba el último año de la carrera de banca y finanzas en la universidad. Animado, levantó el teléfono para invitar a sus amigos a “rumbear”, ignorando el llamado de su madre a quedarse en casa.
De regreso, poco después de la medianoche, un desperfecto en el auto lo obligó a detenerse a pocos kilómetros de su destino. Junto a sus dos compañeros se bajó a empujar la pick up. “En ese momento un carro nos impactó por detrás. Todos salieron ilesos menos yo, quedé tendido sobre la vagoneta y no podía moverme. Sentía mucho dolor”, recuerda. En diez minutos, que para Barría resultaron una eternidad, llegó una ambulancia que lo llevó al hospital.
Al despertar supo que le habían amputado parte de su pierna derecha. La decisión la tomó su familia para salvarle la vida. Fue un golpe duro, afirma, pero en aquel momento decidió afrontar la noticia con determinación y coraje. Lejos de sentirse incapacitado se trazó una meta: salir adelante y convertirse en un deportista de alto rendimiento.
“De niño aprendí a nadar para defenderme en el agua pero se dieron cuenta de que tenía talento, también jugaba básquet pero por hobby. No me tomé nada en serio sino hasta después del accidente”, cuenta Barría. Hoy tiene 33 años de edad, es alto y de tez morena. Catorce años después del accidente camina con normalidad gracias a una prótesis de metal que completa su pierna y le da estabilidad a su cuerpo. Pero Barría no solo camina, también nada, maneja bicicleta y ha empezado a correr para convertirse en triatlonista y ganar el título de campeón mundial en los próximos juegos paralímpicos de Tokio, en el 2020.
Al agua
Retarse a sí mismo ha sido una constante para Barría, nacido en la provincia de Colón. No le basta con salir de la zona de confort una y otra vez, persigue las pruebas más difíciles, las que demandan mayor exigencia. Luego de dominar las brazadas en la piscina, se lanzó al mar y en 2008 cruzó el estrecho de Gibraltar, en 2012 hizo lo mismo en el Canal de Santa Bárbara, en California, Estados Unidos, y en 2013 nadó de Panamá a la isla de Taboga, una travesía que le tomó cinco horas y media. También intentó una hazaña similar en el Canal de la Mancha que separa Francia de Reino Unido, pero faltando dos kilómetros para llegar a la costa, un cambio de corriente le impidió llegar a la meta.
“Así como cuento los logros también cuento los fracasos. Se gana y se pierde. Es parte de la vida. Lo que quiero transmitir es un mensaje de perseverancia. Decirle a todos que cumplan sus sueños y que vivan con pasión. En el camino siempre habrá obstáculos que afrontar y superar”, señala el atleta, quien se desempeña como Embajador Deportivo junto a los campeones Roberto Durán e Irving Saladino. También dicta charlas inspiracionales en empresas y colegios. “El deporte es mi medio para hacerlo”, dice entusiasmado. Para Barría no existe la posibilidad de quedarse sin aliento.
En pocas palabras:
Un lugar: Colón.
Una comida: Arroz y pastas.
Una película: Rudy.
Un libro: Vive tu sueño de John C. Maxwell.
Un grupo o banda de música: Chino y Nacho.
Una filosofía: El mundo está en manos de aquellos que tienen el coraje de soñar y de correr el riesgo de vivir sus sueños. Paulo Coelho.