Uno de los principales periódicos del país, publicó un editorial donde denunciaba que Ortega ya no tiene capacidad política, ni autoridad moral, para seguir gobernando

 

El título de esta columna es tomado de un grafiti de las calles de Managua, capital de la convulsionada Nicaragua.  Obra de arte que refleja, de manera casi dramática, el hartazgo de los ciudadanos –fundamentalmente los más humildes y desfavorecidos- con la actuación de sus gobernantes.

El régimen de Ortega pretendió establecer que, a partir del 1 de julio los trabajadores tendrían que aportar al INSS un pago del 7%, en lugar del 6,25% actual. También a las empresas y empleadores les incrementaban la cuota de aportes, pasando del 19 al 21%. Lo que realmente enardeció a la población, fue la medida que afecta a los jubilados, pues, la reforma preveía que estos tendrían que aportar un 5% de su pensión en concepto de cobertura de enfermedades.

Estas medidas fueron la gota que rebozo la copa, y las protestas son la válvula de escape a una presión social enorme -que ha venido en aumento- después de 11 años de administración «orteguista», en la que, señalan al gobierno de «corrupción, indolencia, represión, autoritarismo, abuso de poder, fraudes electorales», entre otras acusaciones.

Ha sido tal la manifestación de rechazo al régimen, que el diario La Prensa, uno de los principales periódicos del país, en días pasados publicó un editorial donde denunciaba que Ortega ya no tiene capacidad política, ni autoridad moral, para seguir gobernando a Nicaragua.

Pero, fueron mucho más allá y afirmaron que, “consideran que el presidente tiene dos opciones: o dejar el poder pacíficamente o dejar el país como el dictador Somoza, es decir, tras una guerra civil”. El editorial interpreta el sentir de quienes escribieron el grafiti que nos ha servido de título.

Las cifras de muertos y desaparecidos son inciertas, no hay claridad en ellas.  El régimen habla oficialmente de 10 fallecidos, y distintas organizaciones sociales, entre ellas, algunas defensoras de derechos humanos, manifiestan que son más de 100 fallecidos, decenas de desaparecidos y evidencias de que, algunos detenidos han sido torturados.

Este levantamiento surgió de manera espontánea, sin un liderazgo claro y visible; al parecer, en un principio fue encabezado por los estudiantes. La respuesta equivocada de Ortega, reprimiendo las manifestaciones de manera desproporcionada incrementó el malestar social, permitiendo que se les unieran distintas organizaciones. Ahora las protestas están en muchas zonas del país y, es el pueblo quien está en las calles, pidiendo la renuncia del presidente.

Los empresarios han pedido un diálogo «urgente» en el que actúe como garante la Conferencia Episcopal de Nicaragua. O, el régimen Orteguista dialoga con sinceridad y genera los cambios que la sociedad está pidiendo, o, se prepara para las consecuencias, porque, con lo enardecida de la gentes, lo más probable es que, las protestas sigan.

De acuerdo con mi experiencia, este diálogo debe ser amplio e incluyente, donde todos los sectores de la sociedad estén representados, y realizado de puertas abiertas, de cara a la población, o terminará en nada. Ortega ha aceptado la intermediación de la Iglesia Católica, pese a que, insistió en que el diálogo fuera solo con los empresarios, es lo que más le conviene. Pero, la presión que ejercen los ciudadanos en todos los rincones del país, no se la ponen fácil el régimen.

Hay que recordar la contradicción, Ortega paso de ser un guerrillero idealista defensor del pueblo, a convertirse en uno de los mayores oligarcas nicaragüenses. Con la coacción y cooptación del sistema judicial ha eliminado a sus adversarios, partidos políticos y hasta diputados, quedando sin contrapesos para ejercer el gobierno de la nación, así ha ganado tres elecciones seguidas desde que llegó al poder en 2007.

Ortega se ha transformado en un hombre poderoso, alejado de los ideales que lo llevaron al poder. Hoy, junto a su esposa e hijos se han adueñado de múltiples negocios –desde la distribución de combustibles, medios de comunicación social-, y demás, concentrando el poder político, económico y judicial en sus manos.  Los resultados son, un país con profunda desigualdad social, altos niveles de pobreza, y una economía inviable.

Los ciudadanos habían permitido que otros decidieran por ellos, pero han despertado, en pie de lucha, asumiendo la defensa de sus derechos, sin importar de qué lado están, si de izquierda o derecha, solo enviando el mensaje directo a los líderes, es así como los de “abajo” van por los de “arriba”, cuando a los mandatarios les queda grande el poder encomendado.