¿Cuánto tiempo pasas en tu lugar de trabajo? Seguramente más que en cualquier otro sitio. ¿Y cómo es el ambiente allí? En el mundo de hoy, competitivo y cambiante, los espacios de trabajo suelen ser campos de batalla que procuran la máxima eficiencia, aunque el resultado sea una novela de intrigas y resultados por debajo de las expectativas. La causa está en algo que pocas veces se aborda: la bondad y la compasión entre los trabajadores no es asunto prioritario para la organización.
Entendida como la capacidad para conectarnos con el sufrimiento ajeno, la compasión es una práctica mental y espiritual que cada día llama mas la atención. Recientemente la universidad de Stanford abrió el Centro para la Investigación y Educación en Compasión y Altruismo (CCARE, en inglés) con la finalidad de realizar estudios científicos rigurosos sobre los fundamentos neuronales, mentales y sociales de los comportamientos bondadosos y compasivos. Hasta ahora los resultados indican que las oficinas donde las personas colaboran, se comunican de manera amable y conectan con inteligencia emocional, son más eficientes y felices.
Y esto es una buena inversión desde el punto de vista de negocios.
Uno de los estudios del CCARE señala que la postura pro social de los trabajadores estimula los centros de recompensa cerebrales. Esto implica ayudar a quienes tiene una carga de trabajo excesiva o perdonar los errores de un compañero. También se ha encontrado que el acto de dar activa las mismas áreas cerebrales involucradas en la emoción al recibir dinero, comida o sexo. Si hablamos de jefes justos y solidarios el impacto sobre el equipo de trabajo es muy positivo, al mejorar la moral de los empleados quienes experimentan mayor satisfacción, lealtad y compromiso.
Lo fascinante es que esta “buena onda” de bondad y satisfacción es contagiosa. Y para lograrla no hace falta contratar al niño Jesús. La compasión es algo que se aprende y se practica.
El CCARE imparte un curso de ocho semanas basado en prácticas de budismo y psicología social que utiliza la meditación, la colaboración y la adaptabilidad como una forma de conectar mejor con los demás y con nosotros mismos. Los resultados son interesantísimos: se reduce el estrés, aumenta la empatía (la capacidad de conectar con las emociones de los otros) y se disparan los niveles de satisfacción y felicidad. Entre las prácticas que enseñan en el curso están la comunicación en circunstancias difíciles, aprender a escuchar atentamente y perdonar los errores propios y ajenos.
Un gran promotor de este centro es el Dalai Lama. Él describe la vida laboral moderna como una gran máquina de la que todos formamos parte. Pero en lugar de pensar en esta máquina como algo cruel y aplastante, el Dalai Lama la explica como un sistema de relaciones que nos interconecta y se hace mas eficiente en la medida que colaboramos. En una conferencia que dictó recientemente en Santa Mónica, California, recomendaba a los asistentes tomar en cuenta a los otros para alcanzar el éxito. “En aras del interés personal es conveniente que ayuden a los demás”. Incluso por un interés egoísta (que se diluye paulatinamente al practicar la compasión) tiene todo el sentido del mundo abrir el corazón de manera bondadosa para sentir los éxitos y tribulaciones de la gente que trabaja a nuestro lado.
A fin de cuentas ¿no son estas las personas con las cuales pasamos la mayor parte del día?