Cuando conectamos con el hermano inmigrante lo hacemos desde el corazón

Itzel Mecott*

itzmec13@gmail.com

El fin de semana pasado tuve el privilegio de participar en el taller sobre “Duelo Migratorio”, gracias a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de la ONU, la fundación Activados Panamá, el Centro de Orientación y Educación Familiar (Coefam), el Centro de Formación Gestalt Panamá y la Fundación Piero Rafael Martínez de la Hoz.

Al iniciar a la hora acostumbrada de la presentación inicial y al tomar el turno de las presentaciones, dije algo muy lógico en ese momento, desde de mi intelecto: “Estoy en ese taller por un principio cristiano de acogencia al inmigrante”. Conforme fue pasando el fin de semana pude poco a poco hacer contacto y conectarme con la realidad del proceso tan doloroso que tienen que pasar nuestros inmigrantes, en esta oportunidad nuestros hermanos venezolanos.

El escucharlos, en cada una de sus intervenciones, al observar y sentir su sinceridad, dignidad y dolor, en cada testimonio compartido, puedo resaltar en ellos un valor incalculable, pude entender muchas cosas y logré empatizar con el sentir de esa veintena de grandes personas.

Sentí profunda admiración por cada uno de ellos y sus historias.  El desprenderse de cosas, costumbres y personas, es muy difícil.   Enfrentarse en tierras lejanas con temor de no perderse en el proceso y afianzar sus raíces.    Tener que abandonar un hermoso país por razones tan injustas como la falta de libertad, debe ser terrible y luego tener a seres queridos, familiares y amistades fracturadas por el mundo y sufrir cada día por ver que las cosas no mejoran en su país, es muy doloroso.

Reí, me emocioné y bailé con ellos, les brindé la bienvenida enarbolando mí bandera. Cada compañero de jornada con sus historias, el escuchar sus procesos de duelo fue invalorable.  Lograr una verdadera empatía que solo nace del corazón.  Allí está la verdadera conexión. Cuando me pude percatar estaba, yo panameña, compartiendo en una genuina hermandad sintiendo y empatizando con otras personas que fuimos uno por el sentido de humanidad.

Desde esa perspectiva no existen barreras, se siente el verdadero amor a la humanidad que somos todos sin distingo de raza, país o condición y en esa experiencia pude experimentar el verdadero sentido de la unidad.

¡Gracias!

*Psiquiatra.