Foto: Cortesía.

Antonio Rivas

@AntonioERivasR

Lo inaudito se mezcla con lo vergonzoso. En un país donde se ha perdido la capacidad de asombro, donde nada sorprende, donde se espera ya muy poco de los políticos, Acción Democrática se decide, en abierta renuncia a cualquier vestigio de dignidad, a ponerse rodillas en tierra ante la ilegal ANC de la narco-dictadura chavista, dejando fríos de decepción a miles de votantes que llevaron a cuatro de sus candidatos a hacerse de sendas gobernaciones. Se abre el telón ante los ojos opositores y se descubre la raíz que puso a Chávez en el poder hace casi veinte años: la vieja política que antepone el poder, así sea en migajas, a los intereses de la población.

Si bien queda en evidencia que los gallináceos de la política están dispuestos a doblegarse por las sobras del festín PSUVista, varias preguntas inquietantes quedan latentes ¿desde cuándo se han doblegado realmente? ¿Es acaso este el principio de un periplo de humillaciones adecas o es el fin de una cadena que empezó con Henry Ramos Allup en la presidencia de la AN? En retrospectiva, no podemos menos que preguntarnos si la inacción de la AN con respecto a la nacionalidad de Maduro, el referéndum revocatorio, la inhabilitación de Liborio Guarulla y otros líderes opositores, la designación de CNE y TSJ, y un largo etcétera, no habrá sido de manera consensuada, premeditada, calculada. Tal parece que la mayoría opositora en la AN ha servido para negociar cuotas y sillas en mesas de negociación, y no para resolver problemas. Tal parece que a todos les conviene ver a Leopoldo Lopez preso y a María Corina Machado inhabilitada. Tal parece, que debemos volver al principio elemental cartesiano: hay que cuestionarlo todo.

Lo cierto es que Acción Democrática debe haber ganado su última elección en la historia. Si Chávez tenía como guía a Fidel Castro, y a su vez Maduro tiene como frontera mental a Chávez, Acción Democrática parece haber circunscrito su existencia a la voluntad de Nicolás Maduro. Pocas cosas deben ser más humillantes. Ahora sí creo que no volverán.

Por lo pronto, a estos cuatros gobernadores les queda un penoso camino de gestión sin piso político, sin apoyo del pueblo, y ultimadamente sin poder. Gobernarán mientras y como Raúl Castro quiera, y de ahí a la cola del CLAP.