David Alejandro Chacón
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Ruth y Reimy se atrevieron a contar todo justo antes de volver a casa desde Ciudad de Panamá. Ellos son una pareja de migrantes que tenía como meta llegar a Estados Unidos para buscar una mejor calidad de vida. El “sueño americano” se vio truncado y no se concretó.
Después de atravesar la selva del Darién, un peligroso paso fronterizo entre Colombia y Panamá, comenzaron el recorrido por toda Centroamérica y lograron llegar hasta México, desde donde fueron deportados. Ahí comenzó una nueva pesadilla de regreso, que terminó en la capital panameña.
“Llegamos a Panamá cruzando de nuevo, ahora de regreso, la frontera con Costa Rica. Desde Paso Canoas nos tocó caminar hasta la ciudad de David y de allá viajamos en bus hasta la capital”, contó Reimy, abordado por el equipo periodístico de El Venezolano de Panamá, primer medio que logró contactarlos y que a la postre sirvió como vitrina para la intervención de grandes manos amigas que ayudaron a estos migrantes.
Película de terror
Junto antes de salir del territorio panameño, ambos decidieron contar su experiencia atravesando la selva del Darién, sobre todo para crear conciencia y enviar un contundente mensaje de advertencia a las personas que han ponderado esa posibilidad como ruta migratoria.
“En esa selva no se salva nadie. Las mujeres y niñas son violadas, a los hombres les quitan todo y uno no puede hacer nada porque te matan. La ley no existe en ese territorio y los maleantes actúan a sus anchas”, contó Reimy.
“Son grupos armados con rifles y armas de alto calibre que hacen los que les da la gana sin importar la condición de las demás personas. Yo vi gente ahorcada, deshuesada, zamuros comiendo carne humana. Es una pesadilla que jamás podré superar”, agregó Ruth.
El trayecto en la selva del Darién duró cinco días. “Jornadas de lluvia, de frío, de ver animales salvajes y de vivir en zozobra ante la aparición de los delincuentes. Yo vi cómo un señor haitiano intentó defender a su hija de 12 años para que no fuese violada y por eso le pegaron dos tiros en la cabeza. Eso me quedó grabado”, recordó Reimy en medio de la reveladora entrevista.
Ruth, por su parte, destacó que los delincuentes trabajan de manera organizada, porque incluso cuentan con un helicóptero que revela desde las alturas la ubicación de los migrantes.
“Para ver por dónde van los migrantes ellos (los que operan el helicóptero) se comunican con los que están en tierra para así darles la ubicación de los grupos que se atreven a cruzar la selva. Todo lo tienen bajo control”.
¡Al fin!
Cuando llegaron al primer puesto de control migratorio, tras superar aquella amarga experiencia dentro de la selva, explicaron que sintieron un poco más de tranquilidad, aunque no absoluta.
“En ese punto, en Bajo Chiquito, había defensores de los derechos humanos, y varias instituciones como el Servicio Nacional de Fronteras (Senafront), pero uno no se siente como 100 % tranquilo. Allí nos cobraron un dinero (también puedes pagar con trabajo comunitario) para movernos en canoa hacia el siguiente campamento que es el de Las Lajas. Allá nos tomaron los datos biométricos y avanzamos”, explicó Ruth, quien fue víctima de violación dentro de la selva.
“Hice la denuncia de la violación y la respuesta de las autoridades fue que dejara eso así porque mientras entrevistaran a todos los que estaban en la selva buscando al culpable, iba a pasar meses ahí y hasta podían buscar venganza si sabían que los habían denunciado. Lo dejé ahí y preferí continuar a pesar de lo doloroso que fue para mi como mujer”, contó.
Mientras estuvieron esperando traslado para avanzar en su travesía, recordó Reimy que el trato hacia los migrantes no es bueno, que la comida es peor y que reinan las condiciones insalubres.
“La comida parece hecha para perros, no se respetan muchas veces los derechos humanos, pero nosotros logramos superar todas esas barreras. Fue la peor decisión que hemos tomado y nos marcará de por vida”.
No todo fue malo
Desde que llegaron a Panamá, a pesar de que les tocó dormir cinco días en el piso del terminar nacional de pasajeros de Albrook y pedir dinero y comida en las calles, varias manos amigas les dieron un espaldarazo, en especial la fundación Activados Panamá, que a través de sus directoras coordinaron toda la logística para apoyarlos económicamente y anímicamente hasta su regreso al país de origen, vía retorno voluntario.
“Nos sentimos bendecidos por todo los que nos apoyaron. Llegamos a Panamá durmiendo en las calles, algo que no era nuestra intención y nos vamos con fuerzas renovadas gracias al apoyo de todos”.
El Venezolano de Panamá, a través de su equipo periodístico, que fue más allá de la simple noticia de unos migrantes pidiendo comida en la calle y trabajó en ofrecer ayuda y lograr un mensaje de advertencia, fue testigo de cómo esta joven pareja cambió de vida de un momento a otro gracias a la oportuna ayuda recibida.
“En Panamá la ayuda que recibimos es incalculable. Me gusta la gente de este país porque fueron personas muy abiertas, sobre todo una de ellas, la señora Xiomara, quien nos dio alojamiento y por eso el segundo nombre de la niña que llevo en el vientre será en honor a ese ángel que Dios nos atravesó en el camino”.
Reimy y Ruth también agradecieron a Copa Airlines por ayudarlos con el retorno a casa, al Consulado de Chile en Panamá, a la Embajada de Venezuela en Panamá, a CEFOGEP por el apoyo emocional a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) por bonos de alimentación y medicamentos y la Clínica Veira Cisneros por las atenciones médicas.
¡Recomendación!
Ruth y Reimy, de manera muy responsable, enviaron un mensaje de advertencia a todas esas personas que han pensando en la posibilidad de la selva del Darién como recorrido migratorio.
“No lo hagan”, dijo Reimy. “Evítense vivir la peor pesadilla de sus vidas. No sometan a sus hijos a semejante travesía porque se van a arrepentir. La desesperación es tal que a muchos padres, al ver morir a sus hijos en pleno camino, les tocó abandonarlos y dejarlos tirados como animales. No se lo deseo a nadie”.
Ruth, por su parte, hizo un llamado a legalizarse. “Más nunca volvería a hacer algo parecido. Lo mejor que pueden hacer es sacarse sus papeles y viajar de manera legal para no pasar por nada de esto. Sí, habrá momentos duros, pero nada como vivir el terror en esa selva”.
Reimy admitió que fue un error haber tomado esa decisión. “A nosotros nos decían que en grupo era más fácil, que allá no pasaba nada y uno como muchacho cayó en esos cuentos, pero todo eso es mentira. No crean en esas personas que venden esa travesía como algo sin problemas, porque les están mintiendo y se los dice alguien que vivió la peor experiencia de su vida”.