El país político ha enviado señales confusas en los últimos días. Y es que luego  de meses de protesta fuimos convocados por el parlamento a un plebiscito. Casi ocho millones de venezolanos reafirmamos el mandato de diciembre de 2015: ¡Queremos cambio!  ¡Deseamos un gobierno de unidad nacional! Necesitamos enrumbarnos por la senda del desarrollo, recuperar el presente y construir un futuro de oportunidades.

De pronto, cambio de seña: elecciones de gobernadores y se torció el camino andado.  ¡Primarias!  con escasa participación, acusaciones de fraude entre los que se dicen «unidos» pero que están «desunidos» y otra vez diálogo.

El «contacto», «encuentros exploratorios» o como le quieran llamar, ocurre una y otra vez, adentro y fuera del país. Siempre negado… para finalmente tener que reconocerlo.

En los años 90 un abogado, constitucionalista, profesor y político escribió lo siguiente: «El deterioro de la vida política no se manifiesta solamente en el enriquecimiento indebido y el abuso de poder. La política ha degenerado en una técnica. Se trata de ganar elecciones, sin detenernos en el cómo: se trata de ganar votos, no voluntades; se trata de vencer, no de convencer. El valor de la palabra empeñada desaparece; no importa ofrecer, aún sabiendo que no se va o no se puede cumplir, no importa la contradicción, siempre y cuando no quede de ella la evidencia. Las técnicas son de mercadeo y de publicidad… y lo político termina siendo un «producto» que se vende, quedando relegado el debate de las ideas a un plano secundario. Esta concepción conduce a ver la política como una actividad ajena a la moral tal como lo estableció Maquiavelo…»

Más adelante continúa diciendo: «Reivindico una política seria y recta. Que la palabra vuelva a cobrar fuerza; que el engaño y la simulación queden desterrados, que actuemos en base a convicciones sin importar lo que digan las encuestas… Creo firmemente que la política sometida a la ética no está divorciada de los buenos resultados. Antes por el contrario, el decir la verdad, el no transigir cuando están en juego los principios, puede tener costos importantes en el corto plazo, pero a la larga habrá siempre recompensa». Gustavo Tarre Briceño en Carta abierta a los copeyanos que puede ser leída por quienes no lo son.

O son distintos… o se igualan y al hacerlo son lo mismo.