Foto: Referencial.

El aumento de la esperanza de vida y la disminución de las cifras de fecundidad está logrando en casi todos los países, una proporción mayor de adultos mayores de 60, si se compara con cualquier otro grupo de población. Por lo tanto, eso genera en esta etapa de la vida,  mayores posibilidades de realizar muchas actividades y entre las que se destacan los viajes tanto nacionales como internacionales. En estos casos la edad, es relativamente menos importante que el estado fisiológico y  la presencia o ausencia de enfermedades.

Una serie de cambios fisiológicos, aun siendo sanos, los predisponen a mayor riesgo durante un viaje, y mucho más aún si sufren de algún padecimiento crónico o se encuentran bajo tratamiento farmacológico.

Algunos de los cambios que pueden impactar negativamente durante un viaje son la disminución de la función cardiopulmonar y una respuesta ventilatoria más pobre a la hipoxia que se produce por la longevidad. La función renal sufre modificaciones en la conservación de agua y sodio, por lo tanto, la regulación de la temperatura corporal se hace  menos eficaz, disminuye la  sudoración, generando dificultades para la aclimatación, y para adecuarse a los cambios de temperatura, humedad, a la altura y a los cambios de husos horarios.

Con el paso de los años hay probabilidad de desarrollar aclorhidria (ausencia de ácido clorhídrico en el jugo gástrico) produciendo mayor riesgo de infecciones gastrointestinales; disminución de la respuesta inmune celular con la pérdida de la capacidad para neutralizar los antígenos extraños y mayor riesgo de contraer enfermedades. Cambios metabólicos, que pueden generar una disminución de la tolerancia a la glucosa y una peor respuesta al estrés fisiológico relacionado con el viaje.

La piel puede presentar pérdida de elasticidad y colágeno haciéndola sensible a las condiciones climáticas, a la exposición solar y al desarrollo de lesiones actínicas potencialmente malignas. La grasa reemplaza el tejido muscular y se pierde fuerza muscular lo que puede generar mayor fatiga ante un esfuerzo físico desmedido como manipular el equipaje, caminar largos pasillos y escaleras en estaciones de tren o aeropuertos. A su vez, hay pérdida de agilidad que aumenta la posibilidad de caídas y lesiones. Sumado a lo anterior, el deterioro de la  agudeza visual y auditiva puede agravar los problemas inherentes a la comunicación y la adaptación a ciertos entornos durante los viajes.

Se deben planificar muy bien el  viaje, teniendo en cuenta no solo el destino final sino también el itinerario y los riesgos presentes en cada lugar. Es aconsejable que realicen viajes planificados, preferentemente en tour, hoteles todo incluido (“all inclusive”) o cruceros donde las actividades recreativas o los paseos son grupales y las comidas están planificadas. En este tipo de viajes, muchas veces está asegurado el manejo del equipaje, el traslado, la movilidad, la asistencia médica y el adecuado descanso lo que disminuye el riesgo si se compara con un viaje independiente y de aventura.

De acuerdo a lo expuesto, es de vital importancia  realizar una consulta con su médico de cabecera para un chequeo, quien evaluará  su estado de salud y en especial si durante el viaje hará actividades que le demanden un esfuerzo físico no habitual.
Los viajeros con enfermedades subyacentes deben conocer que todo el viaje puede tener riesgos incluso cuando se trasladan en trenes, ómnibus, taxis o están varias horas en áreas de espera en diferentes terminales. Cuando el viaje es en avión las principales preocupaciones son las exacerbaciones de problemas médicos crónicos debidos a cambios en la presión del aire y la humedad; la inmovilidad relativa por el riesgo de enfermedad tromboembólica y el contacto estrecho con pasajeros que puedan padecer enfermedades transmisibles.

Igualmente, es necesario  adquirir un seguro de viaje que le brinde cobertura adecuada por si ocurre un percance en su salud. Los medicamentos que necesita deben calcularse para todo el tiempo de estadía y para un tiempo suplementario (una o dos semanas más) por cualquier inconveniente que demore el regreso. En ocasiones pueden haber problema para ingresar a algún país con jeringas, psicofármacos o productos médicos, por lo cual, es necesario siempre contar con la prescripción médica correspondiente. Es recomendable,  portar un resumen de su historia médica y en lo posible su último electrocardiograma y ante cualquier problema de salud  debe tratar de contactar a su médico de cabecera y a sus familiares.

Fuente: tema discutido en el Congreso Latinoamericano de Medicina del Viajero  en Buenos Aires  (octubre, 2015) (Dra. Susana Lloveras.)