Maribel Baute de Sabatino
Médico Internista-Geriatra

Como estudiantes de medicina -o por lo menos así era cuando estudiamos en Venezuela hace 30 años- no podíamos hacer otra cosa que estudiar. Nuestros maestros, de los que aprendimos tanto, nos exigían más de lo que podíamos dar y, en su momento, no comprendíamos el porqué.

Pasado el tiempo, y por las circunstancias políticas y socioeconómicas que ya todos conocemos, tuvimos que salir de nuestro país teniendo que dejar afectos, hogares, pacientes…, teniendo que colgar la bata y el estetoscopio, sin saber si algún día los volveríamos a usar.

Afortunadamente, los médicos venezolanos han dejado bien en alto el nombre de nuestro país, por su preparación y mística, convirtiéndose prácticamente en uno de nuestros productos exportables, bien recibidos por algunos países cuyos sistemas de salud los han incorporados sin reservas de ninguna especie, sacando provecho de profesionales de primer nivel. Migrar no es fácil, para nadie lo es, pero para el médico lo es todavía más difícil, especialmente, para quienes la condición de médico es una verdadera vocación, fundamentada en el respeto al prójimo, el amor a la vida.

Siendo respetuosos de las leyes de otros países y no pudiendo ejercer, muchos de estos profesionales han tenido que mantener a sus familias y a ellos mismos, desempeñando oficios ajenos: repartiendo pizzas, cuidando adultos mayores, administrando restaurantes, ayudando en estéticas; en otros casos, más cercanos a la profesión como laborar en farmacéuticas y enseñar en universidades u otros centros educativos.

Así vamos subsistiendo… Y de unos meses para acá aparece la pandemia y todos nosotros, médicos venezolanos en el mundo, debemos hacer una pausa ante la información que corre por las redes sociales y la televisión, respiramos profundo, recordamos nuevamente a nuestros maestros y el juramento hipocrático, preguntándonos ¿Qué hacer? ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo ayudamos? Pocos creerán que algunos, incluso, estaríamos dispuestos a ayudar sin percibir remuneración, pues en nuestro caso no vacilaríamos en hacerlo. El título de este artículo me vino a la cabeza por estar en boga en algunos países, la contratación de médicos cubanos.

Ellos sí son material de exportación propiamente dicho, su gobierno los ofrece y los envía, cobra por sus servicios, buenos, malos o regulares, aunque eso no es el motivo de esta reflexión. Llegan a cualquier país, nadie revisa sus credenciales, ni homologan, ni presentan exámenes, no es necesario porque son “contratos temporales”. Podríamos pensar ¡qué suerte tienen, su gobierno los respalda y les ahorra un sin fin de malos momentos! De esos mismos malos momentos, de los que somos expertos los médicos venezolanos.

Estamos a merced de las legislaciones en materia de salud de cada país en el que nos encontramos. Unos más “receptivos” y otros más “reactivos”, por decirlo de alguna manera. Aún en tiempos de pandemia se nos hace cuesta arriba, sin embargo, colaborar.

Muchos de nosotros deseamos dar lo mejor de sí para retribuirle al país donde nos encontramos y a su gente, y cómo nos gustaría que los gobiernos entendieran eso… Y nos preguntamos, en ocasiones, ¿quién piensa verdaderamente por la gente? ¿quién por el que está enfermo? ¿El que está en situación de riesgo? La pandemia ha sacado lo mejor de algunos, pero también lo peor de otros.

No pretendemos denigrar de ningún país, tanto más cuando nos ha acogido, brindado hospitalidad y permitido hacer nuevos amigos. Pareciera, sin embargo, que algunos olvidan –por cierto con gran facilidad- que mucho también hemos dado a esos países, invirtiendo, alquilando inmuebles, pagando impuestos y universidades, comprando en sus comercios, en fin, siendo ciudadanos, honestos residentes, que definitivamente agregamos valor y cultura, aportando también conocimientos.

En tiempos de pandemia como el que vivimos, son muchos los retos que se tienen, momentos para que afloren las cosas buenas del hombre, para que los políticos hagan menos política y se comporten como estadistas en el manejo de los sistemas de salud, contribuyendo a erradicar las incongruencias, las demoras en decisiones vitales, los intereses particulares, la corrupción que tanto denuncia la prensa. A quienes corresponde la toma de decisiones no deberían olvidar que, después de todo, los enfermos yacen en sus camas, muchos de ellos fallecen por un virus letal, y son ellos quienes más necesitan de efectivas y nuevas políticas de salud