Salvador Salas, un panameño de 50 años y tez morena, apaña una pala para mover el compost de uno de los tres lotes que dan la bienvenida a la finca de GeoAzul, una empresa de reciclaje que trabaja con presos de Panamá para darles una oportunidad laboral que les ayude a reinsertarse a la sociedad.

Trabaja desde hace dos años en GeoAzul y «si Dios se lo permite» para diciembre de este año «termina su fase» y será «totalmente libre», cuenta a Efe Salas, un privado de libertad con «ganas de echar para adelante».

GeoAzul es una empresa con carácter ambiental y social especialista en recolección y tratamiento de residuos orgánicos en la Ciudad de Panamá, siendo la planta de procesamiento más grande del municipio capitalino.

«Nace de la cárcel (…) viene a ser o quería, en principio, convertirse en la oportunidad laboral de los chicos que están dentro de las cárceles, porque una vez que salen no cuentan con un respaldo laboral», relata su fundador, Franklin Ayón.

Lo que nació con la idea de brindar «uno o dos meses de trabajo» a los privados de libertad, ahora les ofrece una «oferta laboral faltando su último tercio de condena» bajo libertad vigilada, detalla Ayón.

«Ya no son dos meses, sino pues el tiempo de sanción que les haga falta. Hay algunos que llevan cuatro años, otros uno, seis meses», añade.

COMPOST PARA MATERIAL AGRÍCOLA

«Somos especialistas en manejo de residuos orgánicos, nos enfocamos, más que nada (porque) viene a representar el 50 % de los residuos totales (…) reciclamos todo tipo de material», agrega Ayón.

La gerente general de GeoAzul, Yarelys Gómez, de 33 años, explica que esta es una «una planta de compostaje».

«Procesamos los residuos de naturaleza orgánica y los transformamos en material de uso agrícola, como abono, enraizantes y estimulantes de crecimiento para plantas y jardinería», añade Gómez quien también es técnico, auditora ambiental y escritora científica.

«Actualmente contamos con una gama de clientes comerciales, grandes, industrias mayormente, también somos parte del Sindicato de Industriales y hemos recibido premios por la buena gestión ambiental», agrega.

En los dos años que GeoAzul lleva en marcha han procesado «mil toneladas» y cuentan con una capacidad de 300 toneladas diarias, que es «el punto de equilibrio» del proyecto que, como define Gómez, es sostenible, sustentable, mas no rentable.

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha apoyado el proyecto de «manera integral» y la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SENACYT) en la «parte de industrial», según Ayón.

DE VIVIR SOBRE BASURA A UN INDULTO PRESIDENCIAL

«Yo lo visualicé cuando estaba en la cárcel», dice Ayón con la mirada recorriendo la finca ubicada en la periferia de Ciudad de Panamá.

Ayón estuvo preso «4 años, un mes, 19 días y 8 horas» en el Centro Penitenciario La Joyita, el de más población penitenciaria de Panamá y comúnmente conocido como el «estómago de la bestia», por un delito relacionado con drogas, tras hallar un camión de su propiedad con 104 kilos de cocaína.

«Vivía literalmente sobre la basura. Para poder comer dentro del penal teníamos que ponernos una toalla encima y debajo abrir el plato de comida porque las moscas se nos metían», detalla Ayón.

A principios de septiembre de 2014, 225 presos comenzaron a limpiar La Joyita gracias a un «acuerdo de paz» entre pandillas y el empujón de Ayón.

De allí nace, «Ecosólidos», la idea primeriza para que privados de libertad hicieran de la basura algo útil y luego, fuera de los barrotes de la cárcel, se transformada en GeoAzul.

«Cuando empezamos el proyecto, y se ganó la confianza, se conoció lo que hacíamos, me llevaron a otros penales a replicar», apunta.

«El proyecto Ecosólidos se lo dejamos al sistema penitenciario (…) entonces, gracias a este proyecto dentro del penal fui favorecido con un indulto presidencial», determina.

«PUENTE» HACIA UN FUTURO MEJOR

En los dos años de vida del proyecto, 475 personas han pasado por él y solo un 10 % ha reincidido en el delito, según detalles contados por Gómez.

Una vez finaliza la conmutación de la pena con el trabajo comunitario en GeoAzul hay «opciones» pues «pueden escoger seguir trabajando con nosotros o trabajar con empresas de industrias», ya que «usualmente, mucho antes que terminen otras empresas lo han visto, los ha conocido. Muchos proveedores han contratado», señala Gómez.

«La idea es esa, que consigan un trabajo mejor, con mejor ingreso. Pero que este sea el puente para que ellos den ese salto», apunta.

Salvador Salas es uno de los trabajadores, está bajo libertad vigilada tras pasar cinco años en La Joyita por un delito de drogas.

«Nosotros compostamos, reciclamos, también estamos en el proyecto de abono. Me siento muy agradecido con el señor Ayón por darme la oportunidad de estar en su proyecto; he aprendido mucho. Aprendí a no hacer más lo que hacía, veo la vida de otra manera. Aquí estamos, echando para adelante», relata a Efe.

Cuando acabe su condena tiene «muchos planes» y quiere lanzar su propio emprendimiento relacionado con plantas y compost.