Salen a la calle con casco, chaleco antibalas y máscara antigás. Los fotorreporteros que arriesgan la vida en las violentas manifestaciones en contra de Nicolás Maduro, en Venezuela, han puesto en evidencia el abuso de poder y la represión de los cuerpos policiales. Las imágenes que captan y suben a sus redes sociales, le han dado la vuelta al mundo.
Leo Álvarez, Braulio Jatar y Andrés Kerese han documentado los días de protesta desde diferentes puntos de vista, con la misión de informar a la ciudadanía y luchar contra la censura de los medios de comunicación. Son testimonios llenos de valentía e impotencia.
Cuando el silencio no es una opción: la primera vez que Leo Álvarez cubrió una manifestación fue en 2002. Desde ese entonces no ha dejado de hacerlo. “Con las protestas de 2014 tuvimos un black out informativo que se afincó este año. Me di cuenta de que no había imágenes de lo que estaba sucediendo, así que tomé mi cámara digital y comencé a subir fotos a mi cuenta personal. Lo he estado haciendo desde abril, cuando comenzaron las manifestaciones”, dice Álvarez, quien ha trabajado para medios como AFP, Panampost y Prodavinci. A pesar del gas lacrimógeno, los perdigonazos que ha recibido en su cuerpo y varios lentes rotos, al igual que una cámara, no se detiene en su labor como fotorreportero. “No hay uno solo de nosotros que no haya sido agredido o amenazado, todos hemos pasado por eso, pero esto forma parte de un compromiso. Hay una obligación moral y una necesidad de informar. Para mí el silencio visual no es una opción”.
“He perdido la capacidad de asombro”: Braulio Jatar tiene dos perdigones incrustados en el tobillo. A sus 27 años de edad se fue a estudiar documentalismo a Estados Unidos, pero cuando supo lo que estaba ocurriendo en Venezuela, regresó para darle cobertura a las protestas. No sabe cuándo retomará sus estudios, pero está seguro de que no abandonará el país hasta saber qué rumbo tomará. “Pensé que esto era un momento histórico muy importante y yo tenía que estar ahí. Hace poco me dispararon cinco perdigones, dos de ellos en el tobillo, pero a los dos días volví a salir con mi cámara”, cuenta Jatar. En mayo, durante una manifestación en la autopista Francisco Fajardo, en Caracas, fue golpeado por un funcionario policial que lo sorprendió grabando el enfrentamiento. “He visto tantas cosas que perdí la capacidad de asombro. La violencia es desmedida. Una vez vi cómo le pegaban un bombazo a un muchacho en la cabeza. Cayó al piso como muerto y cuando trataron de ayudarlo, los guardias dispararon el chorro de agua de la ballena directo a sus compañeros”.
Un ciudadano detrás del lente: En 2014 Andrés Kerese decidió tomarse la fotografía en serio, antes era solo un aficionado. Ese año comenzó a fotografiar las protestas y en 2017 volvió a hacerlo. A diferencia de Álvarez y Jatar, no usa chaleco antibalas, tampoco máscara antigás ni casco. No está al frente acompañando a la resistencia y sabe cuándo retirarse. “Me gusta mostrar el otro lado de las manifestaciones, el del ciudadano que asiste a expresar su descontento. No soy fotoperiodista ni trabajo para ninguna agencia, respeto mucho esa profesión. Tomo fotos como un ciudadano más», dice por teléfono, desde Caracas. A diferencia de 2014, Kerese cuenta que este año los manifestantes se han involucrado más con la causa, hay más convicción y determinación, pero también ha observado cómo la actitud radical de unos los lleva a tomar acciones inescrupulosas. “No me gusta que destruyan los espacios públicos, que le lancen piedras a una señora porque está saliendo de su casa, que los vecinos se peleen entre ellos. No suelo intervenir pero cuando hay algo con lo que no estoy de acuerdo, lo digo”, cerró.