La actriz venezolana, reconocida por su amplia trayectoria artística, visitó Panamá para presentar una única función de su monólogo “Yo sí soy berraca”
La historia de una mujer exitosa que no admite su adicción al alcohol es el tema central de la pieza “Yo sí soy berraca”, escrita por Enrique Salas. El nombre original de la obra es “Yo sí soy arrecha”, pero la palabra “arrecha” debió ser sustituida por “berraca”, debido a la connotación sexual que tiene en otros países, incluyendo Panamá. En el monólogo, la actriz Elba Escobar personifica a una ejecutiva que celebra su ascenso en una importante empresa de comunicaciones. Está sola en un bar y mientras bebe una botella de vino alardea sobre sus viajes alrededor del mundo, su lujoso apartamento en la zona de Brickell en Miami y su capacidad para declararse una mujer con brío, bien plantada y capaz de lograr todo lo que se propone.
“Este monólogo se desprende de la obra ´Relatos Borrachos´ una de las más exitosas que se han presentado en Venezuela desde hace seis años. La historia de ´La arrecha´ la interpretó Caridad Canelón y causó mucho impacto. Se trata de una comedia porque pasas una hora riéndote pero luego descubres el drama de esta mujer que no acepta que es alcohólica y que nadie la soporta. Muchas personas se han identificado con ese papel”, cuenta Escobar desde el lobby del hotel Hilton Garden Inn. A Panamá ya había venido con otro monólogo, “Mi marido es un cornudo”, de Elizabeth Fuentes.
A sus 61 años de edad, Elba Escobar no ha parado de trabajar. Desde hace dos años vive en Miami, a pesar de que nunca quiso irse de Venezuela. “Estoy haciendo todo lo que dije que no iba a hacer. Dije que no me iría de Venezuela, que no iría a Miami, y que a los 60 años de edad dejaría de trabajar y resulta que estoy trabajando más que nunca. Hay que pagar las cuentas”, afirma con seriedad. En 2017 cumplirá 40 años de carrera artística en los que ha interpretado numerosos papeles en la televisión, el cine y el teatro. Se dio cuenta de que tenía un don cuando estudiaba física y matemática en el Instituto Pedagógico de Caracas y eligió ver “Teatro” como materia electiva. También ha hecho radio, escribe y dicta talleres de actuación, pero al igual que a muchos de sus colegas que también se han dedicado al mundo del espectáculo, Escobar se vio en la necesidad de emigrar en busca de mejores oportunidades.
“En Venezuela el progreso está vetado. La única manera de progresar es teniendo negocios con el Gobierno y yo nunca he tenido negocios de ningún tipo, ni siquiera sé venderme yo. Por otro lado, la inseguridad es algo terrible, a mi hijo lo secuestraron dos veces en Venezuela. Ahora vive en Estados Unidos”, sostiene. No ha sido fácil abrirse paso en Miami, ha participado en varios castings sin ser seleccionada. Aunque no ha tenido cabida en la televisión, para el teatro siempre tiene público. “A nosotros nos ha tocado mantenernos muy activos, somos una generación que ha tenido que salir a buscar trabajo y no se ha quedado ‘achinchorrada’. Hacer teatro y estar de gira es algo que no nos permite envejecer, tengo arrugas pero el espíritu se mantiene joven”, dice con una sonrisa.
Escobar cree en las “bendiciones ocultas” y encuentra un rayo de luz por más oscuro que esté el camino. “Con tantos venezolanos viviendo fuera de Venezuela, ahora tenemos público en todas partes del mundo. Venezuela somos nosotros, así esté en Panamá o en Calgary. Salir a explorar otras fronteras nos enriquece como seres humanos, los que se están formando en el exterior son personas más abiertas y tolerantes”, apunta. Para ella siempre hay un lado positivo.