Foto: Referencial / El Estímulo.

Un nuevo caso estremeció a Venezuela, pues asesinan otro inocente en manos del hampa, Dereck Manaure de 15 años, hijo del basquetbolista Juan Manaure. Este crímen le pone rostro, a las miles de personas que mueren a diario, pese a la cancelación de la deuda exigida por el secuestro, perpetuado el pasado 23 de diciembre.

Según confesó uno de los delincuentes a la Policía, el muchacho, que sólo comió mandarinas durante nueve días, fue ejecutado el 1 de enero con dos disparos de escopeta en el cuello. Herido de gravedad, le dejaron morir mientras se desangraba. Dos días después, la banda exigió al deportista 30 millones de dólares.

Nada más conocerse el desenlace, una orgía de sangre se desató en dos cárceles del país, en las que cuatro integrantes de la banda de secuestradores murieron asesinados, incluido ‘El Oso’, presunto autor intelectual de la operación. El plan para raptar al joven se originó en uno de estos presidios, Tocorón. Una familiar del jugador suministró la información a su novio, encarcelado, quien contactó a otros delincuentes para llevarlo a cabo. La mujer está detenida y su novio es uno de los cuatro asesinados en lo que la policía definió como reyertas, tan habituales en las cárceles venezolanas.

De acuerdo a lo reseñado por El Mundo, en 2016 hubo un total de 28.479 muertes violentas, una cada 18 minutos. Y que tiene al secuestro como una de las mayores amenazas, sobre todo para las clases media y alta. Su industria crece sin parar en un país abatido por la crisis. Pese a que el gobierno oculta las estadísticas oficiales, criminólogos como Fermín Mármol calculan que en 2016 se llevaron a cabo 3.000 secuestros exprés, la mitad de ellos no denunciados. Otro experto, Marcos Tarre Briceño, calcula que el 10% de los casos acaban con la muerte de los plagiados.

La amenaza ha crecido tanto en una sociedad atemorizada que se imparten cursos de cómo enfrentarse a un intento de secuestro, incluso de cómo comportarse si ya se está bajo el control de los delincuentes.

Y es que la inflación de la moneda local, la mayor del planeta, ha provocado que las bandas exijan que los rescates se paguen en dólares. Hay familias que ya cuentan con un dinero en efectivo para resolver una situación tan extrema.