La directora gerente del FMI, Christine Lagarde MARTIN ACOSTA REUTERS)

“La situación es similar a la de Alemania en 1923 o la de Zimbabue en 2008”, señala un experto del organismo

Con información del periódico El Pais de España

El desastre económico de Venezuela, estancada en una profunda crisis institucional, no para de crecer. Y no solo porque su producto interior bruto vaya a contraerse un 18% en 2018, según al última estimación del Fondo Monetario Internacional (FMI). El organismo financiero multilateral proyecta un panorama todavía más aciago en relación con el insoportable incremento de los precios y prevé que la inflación llegue al 1.000.000% cuando se cierre el año, frente a la estimación del 13.800% que hizo en abril. Es la evidencia de que el dinero perdió su función de intermediario en la economía.

“La situación es similar a la de Alemania en 1923 o la de Zimbabue en 2008”, señala Alejandro Werner, el economista en el FMI a cargo del departamento que sigue la evolución de los países de la región latinoamericana, al comparar la situación de Venezuela con otros precedentes históricos. Los precios, insiste el organismo, están descontrolados y el dinero está perdiendo valor a una velocidad exponencial al tiempo que se desploma la demanda.

Un salario mínimo en Venezuela está fijado 5.196.000 bolívares o 1,5 dólares al mes al cambio no oficial (unos 1,3 euros). Es decir, con esa prestación no puede ni siquiera comprarse una lata de atún, cuyo valor supera los seis millones de bolívares. El Gobierno Nicolás Maduro sube estas asignaciones periódicamente. No obstante, el efecto que produce en el marcado está lejos de paliar las consecuencias de la hiperinlfación, puesto que de forma automática, cada aumento supone una multiplicación de los precios de la cesta básica.

La nueva estimación refleja la gravedad de esta situación. El dinero, indican desde el organismo, no tiene ya valor. Eso, señalan los técnicos, provoca que cualitativamente no cambia muchos las cosas para el ciudadano. La diferencia entre una inflación del 10.000%, el 100.000% o del 1.000.000%, señalan los economistas, es menor cuando el dinero ya perdió su función y refleja la ausencia de control. «La destrucción del sistema de precios ya está hecha», insiste Werner, que indica que esta proyección está sujeta «a un alto grado de incertidumbre».

Un reflejo gráfico de esa tendencia se da, por ejemplo, en la ciudad colombiana de Cúcuta, ubicada en la frontera, por la que transitan a diario decenas de miles de venezolanos. En los puestos ambulantes no es infrecuente encontrar productos de artesanía como bolsos y carteras fabricados con bolívares. Además, los ciudadanos se ven a obligados a afrontar la escasez de efectivo consiguiendo billetes, necesarios para poder realizar pequeños pagos, a un precio tres o cuatro veces mayor a su valor nominal.

El FMI señala que Venezuela va a encadenar en 2018 su tercer año consecutivo con una contracción de doble dígito en su economía y va camino de perder la mitad de su producto interior bruto en los últimos años. La caída de la actividad este ejercicio la atribuye principalmente a la caída en la producción de petróleo y a las distorsiones que sufre la economía al nivel micro, lo que provoca que se desequilibren todos los indicadores macroeconómicos. Las cuentas públicas seguirán deteriorándose.

“El desplome de la actividad económica, la hiperiflación y el creciente deterioro en los servicios públicos (salud, electricidad, agua, transporte y seguridad) así como la falta de alimentos a un precio subsidiado”, señala Werner, está alimentando los flujos migratorios. Eso, añade, intensifica los efectos económicos de la crisis económica de Venezuela en los países vecinos. «No se ve ninguna línea de política económica que apunte hacia una corrección de la situación de profunda crisis económica, social y humanitarias que vive este país», lamentó.

Venezuela es el punto negro en la región de América Latina. La proyección del FMI empeora tres puntos porcentuales la que anticipó en abril. La contracción se moderará al 5% en 2019, pero no porque anticipe una mejora de las condiciones económicas. Este desplome, que sigue al 14% en 2017, trastoca el crecimiento medio para el conjunto de los países. También se recortan en esta ocasión las previsiones que se hicieron hace tres meses para Brasil y Argentina.

La actividad económica en términos generales continúa recuperándose en América Latina, como señala Werner, “gracias a un repunte de la demanda interna que comenzó en 2017 y a que la inversión va tomando finalmente cuerpo”. La proyección es de una expansión del 1,6% en 2018 y del 2,6% en 2019, frente al 1,3% en 2017. También hacen de impulso factores externos como el crecimiento en Estados Unidos y el alza en las materias primas.