La ministra de Exteriores de Venezuela, Delcy Rodríguez. Foto: EFE:

Éste sería tremendo título para una novela de acción. Pero, como todo lo que pasa en nuestro país, es la pura realidad. Por lo que pudiéramos decir que es un reality show de muy mal gusto, por cierto.

Ver a esta señora en la OEA es buenísimo para rebajar de peso. Inmediatamente se le quitan a uno las ganas de comer… Y si ya ha comido, hay que salir corriendo para el baño.

Oírla decir tanta estupidez (o como se diría en criollo, tanta paja loca), lo que provoca es darle un coquito (o como se diría en criollo, otra vez zamparle un coñazo).

Mientras en Venezuela la gente sale a exponerse a empujones, palazos, golpes y hasta puño limpio, sea hombre, mujer o niño; Delcy la loca tiene el tupé de decir que los que tienen la osadía de querer llegar a las cercanías de la asamblea son unos desadaptados violentos. Luego, saca una foto del mitin de Nicolás, y dice: “Vean como estos están en santa paz, apoyando a nuestro presiente”.

El que no sabe, solo atina a decir “poechitos”. Lo que ella no dice, es que esa gente no pelea porque está allí por hambre. Literalmente. ¿Quién puede correr ni gritar cuando tiene días sin la papa?

Luego saca una foto de un estudiante pegándole a un policía que apenas está armado con escudo y casco. El estudiante en cuestión está bañado en sangre, pero seguramente es que la sangre del policía lo salpicó.

Ni se le ocurre poner el video de la periodista de Caracol que es arrastrada por un montón de guardias nacionales, como si fuera un perro sin amo. Claro, me imagino que si a alguien en la OEA se le ocurre desplegar semejante video, Delcy la loca diría con gran desparpajo que era que la estaban invitando a comer y ella se resistía porque es anoréxica o que simplemente, la estaban quitando de la línea de fuego de esos malvados estudiantes.

En verdad, da vergüenza ajena ver a esta mujer hablar de nuestro país, como si lo embajadores allí presentes son ignorantes de la vida o no existieran las redes sociales. Llega un momento en que uno -viéndola- se dice a sí mismo: Sí mismo, yo no tendría la cara, para hablar como habla esta señora. De verdad pienso que todos aquellos sentados frente a ella deben estar haciendo gala de su condición de diplomáticos, al contenerse de lanzarle un zapato por la cabeza.

Habla cualquier cantidad de inconsistencias -eso sí- con una seguridad tan abierta, que hasta uno mismo tiene que meterse en Internet a ver si son los estudiantes los que le están cayendo a carajazos a la guardia nacional.

Cuando habla de lo bien que está el país y lo bien alimentados que están los venezolanos de clase humilde, hasta provoca firmar para que le manden a uno una bolsita de Clap, o quizás mandarle una de esas bolsas a Trump, para que pruebe lo bueno.

¡Qué madera tiene esta mujer! ¡Claro! ¡Por eso es tan cara ‘e tabla!

Dígame cuando se mete donde no la han invitado, y aparece con su cara muy lavada y se para en el medio de la sala y pregunta: ¿Dónde están los demás? Es como llegar en plena ceremonia, al matrimonio de un ex con 4 muchachitos y una barrigota y luego preguntar, que dónde se metió el novio.

¡Qué pena ajena! Yo he llegado a la seria conclusión que a estos “diplomáticos” (porque el otro, Samuel Moncada es otro caso de admiración absoluta) les pagan más y mejor cuanto más ridículo hacen. Lástima que en las sesiones de la OEA no hay un Chacal de la Trompeta. ¿Se imaginan?

Delcy: En Venezuela hay democracia participativa= Chacal de la Trompeta.
Delcy: En Venezuela no se necesitan alimentos ni medicinas=Chacal de la Trompeta… Sería un poco más divertido y menos deprimente…

En fin: Pobrecitos los diplomáticos de la OEA. Tanto nadar para morir en la orilla. Tanto estudiar para tenerse que calar a Delcy la Loca. ¿Quién les hubiera dicho en la escuela de estudios internacionales que luego iban a tener que lidiar con Delcy la Loca? Cada día me convenzo más, que es mejor aprender a manejar un autobús.

Cariños y hasta la próxima…