
Un verdadero torbellino ha venido provocando, a escala planetaria, el conjunto de medidas anunciadas por Donald Trump desde la casa Blanca. En su análisis y en el manejo de sus consecuencias va a ser necesario diferenciar lo que es sustantivo de lo circunstancial y a distinguir el fondo de la forma.
El estilo de gobierno de Trump en las pasadas semanas recuerda la serie televisiva norteamericana The Apprentice, de inicios de los años 2000, en la que quien es hoy presidente de los Estados Unidos actuaba como figura central. El escenario político al que hoy estamos asistiendo replica, sin duda, el mismo enfoque teatral de aquel “reality show”: decisiones inesperadas y conflictivas, ruedas de prensa como espectáculo, uso constante de frases efectistas, y decisiones polémicas presentadas con dramatismo.
En aquel entonces, la imagen de hombre fuerte y absolutista, el énfasis en la lealtad y las decisiones impulsivas estaban, al igual que hoy, en el centro de la escena. Pero el hecho de que seamos capaces de reconocer en la actuación del presidente una réplica de esa manera de actuar arrogante y pendenciera no quiere decir que cada uno de los temas que la administración Trump ha estado abordando- particularmente en el terreno económico y en el migratorio- no sean asuntos claves que afectan el buen desempeño del país y que, como tales, deban ser resueltos más temprano que tarde.
Los mejores analistas económicos del desempeño estadounidense han estado viendo con gran preocupación los desacomodos crecientes de su balanza comercial con terceros países y los efectos perniciosos de su abultado déficit fiscal. Reequilibrar las variables de los intercambios comerciales internacionales que los afectan era, pues, un objetivo válido, como lo es también emprender un programa de reducción de costos presupuestarios. Asimismo, es preciso reconocer que un control eficiente y rápido de la inflación permitiría a Estados Unidos reducir las tasas de interés de la Reserva Federal, con lo que se facilitaría el servicio de su enorme deuda pública.
Lo mismo es válido en el área de la inmigración ilegal. Un hecho cierto es que la inmigración descontrolada que Estados Unidos ha estado experimentando envuelve desajustas sociales en los ámbitos de salud, educación y seguridad que impactan necesariamente las finanzas estatales, todo los cual debe ser, igualmente, normado y controlado eficientemente.
En definitiva, que estos cruciales temas formen parte de la agenda del nuevo presidente con carácter inmediato y prioritario tiene el mayor de los sentidos. Lo que no tiene sentido y envía un lenguaje equivocado a propios y ajenos es la forma estridente, desacomodada, irreverente y arrogante con los que son abordados de cara al mundo.
Por otro lado, hay campos en los que la actuación presidencial es realmente erosiva y donde su efecto es muy de largo plazo. Inquieta vivamente la postura respecto a la educación superior y sus fuentes de financiamiento. La reducción de los aportes estatales no solo afecta la actividad de investigación de las universidades sino muy especialmente la autonomía institucional, la convivencia de pensamientos diferentes, la libertad de cátedra, la libertad académica.
Inspirada en la postura que parece negar la diversidad amarra la universidad al esquema del pensamiento único, a una ambición personalista o a una pretensión unificadora de visión del mundo.
No solo pone cercos a la acción de las universidades, sino que limita las fronteras para la innovación, la renovación, los descubrimientos, la capacidad de investigación y desarrollo de patentes, la valoración de la diferencia y de la riqueza que la diversidad aporta a la sociedad. Si en algún ámbito es inadmisible la dependencia y la uniformidad es en el del pensamiento, de la liberad para elegir, de la posibilidad creadora. La mirada única, limitada o sometida, no sirve ni al desarrollo del pensamiento, ni a la libertad, ni al engrandecimiento del país.
Para entender mejor los hechos se hace ahora más necesario aun aprender a distinguir entre actitudes con visos de teatralidad -que tenderán a resolverse en periodos de tiempo manejables, aunque reclamen ajustes difíciles y dolorosos- y asuntos de fondo y de principios que pueden dejar un hondo e irreparable surco en la vida de una sociedad.