TEXTO: INFOBAE
Japón y el Comité Olímpico Internacional anunciaron este martes la postergación de los Juegos Olímpicos, que iban a realizarse en Tokio entre el 24 de julio y el 9 de agosto. Lo sorprendente no fue el anunció en sí, ya que nadie creía que pudiera ser posible organizar un evento de esa magnitud en medio de la pandemia que tiene al mundo paralizado. Lo verdaderamente llamativo fue lo mucho que demoró Japón en tomar la decisión.
Sin embargo, lo que resulta difícil de entender en la mayoría de los países, que ven día a día cómo aumentan exponencialmente los contagiados y los muertos por el coronavirus, puede ser bastante comprensible en la nación asiática. En Japón, la pandemia parece bastante controlada. Al menos por ahora.
En Italia, el primer caso se registró el 23 de enero, dos semanas después que en Japón. Transcurridos dos meses, el país está sumergido en la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial, con cerca de 64.000 personas infectadas y 6.077 muertes, mucho más que cualquier otro país.
Japón, en cambio, suma apenas 1.140 contagios, de los cuales 42 terminaron en decesos. Y sin la necesidad de aplicar las duras restricciones de países como Italia y España, donde toda la población está en cuarentena. Más allá de la cancelación de eventos deportivos, el cierre de escuelas y de algunos lugares de entretenimiento que albergan a grandes cantidades de personas, la mayor parte de la vida sigue transcurriendo con normalidad. Las personas pueden salir a la calle y continúan abiertos bares, restaurantes y clubes.
Es por eso que muchos epidemiólogos están impactados con las estadísticas sanitarias japonesas. De hecho, los más desconfiados creen que la razón es que el país está realizando muy pocas pruebas, en un intento del gobierno de que parezca que la situación está bajo control con la expectativa de mantener los Juegos Olímpicos. Tras su postergación, habrá que esperar algunas semanas para confirmar si esa sospecha tenía fundamentos.
No obstante, con o sin testeos masivos a la coreana, el coronavirus es tan fuerte y contagioso que hace colapsar a los hospitales. Eso es algo imposible de ocultar y claramente no está ocurriendo en Japón.
Una hipótesis alternativa, y con bastante más fundamento, da por cierto que Japón tiene efectivamente muchos menos infectados que Europa y lo vincula con algunas de sus costumbres más arraigadas. Una menor intimidad social, que se verifica en la tendencia a saludarse con una inclinación en lugar de dar la mano o un beso. La tendencia a usar mascarillas cuando alguien está enfermo. Las altas tasas de aislamiento entre los ancianos. Y el hecho de que es una sociedad con mayor aislamiento voluntario y distanciamiento social que en muchos otros países.
La tercera hipótesis, que es complementaria con la segunda, es que el estado japonés actúa con extrema eficacia, sin necesidad de apelar a medidas drásticas. Por ejemplo, si bien realizó pocas pruebas, es posible que hayan sido administradas en puntos críticos, lo que permitió contener la propagación del virus a tiempo. De la misma forma, que la suspensión de eventos masivos fue rápida y permitió evitar la formación de focos de contagio.
Y, por último, que empresas y ciudadanos, advertidos de lo que estaba sucediendo en el resto del mundo, actuaron responsablemente. Tomando todos los recaudos necesarios para que no crezca el número de infectados, pero sin necesidad de interrumpir sus actividades esenciales.