Opinión. El poder es transitorio, tiene una fecha de comienzo y una de vencimiento.

@OrlandoGoncal

En el libro “El fin del poder” de Moisés Naím, el autor hace una definición de lo que para él, es el poder.  Nos dice: “El poder es la capacidad de dirigir o impedir las acciones actuales o futuras de otros grupos o individuos. O, dicho de otra forma, el poder es aquello con lo que logramos que otros tengan conductas que, de otro modo, no habrían adoptado”.

A lo largo del libro el autor nos brinda de su visión sobre el poder y como este está cambiando, volviéndose cada día más efímero, más fácil de obtener pero, también más fácil de perder.

Por mi profesión, he estado en contacto desde hace varias décadas, con personas que buscan el poder político y, a muchos les he podido ayudar pero, siempre tuve claridad de que el ejercicio del poder político tenía que estar orientado a transformar sociedades, a eliminar las brechas de las terribles desigualdades que existen en nuestro países, a que el gobernante debe  generar las condiciones y oportunidades que le permitan a los ciudadanos, por su propio esfuerzo, superarse y acceder a una mejor calidad de vida para él y su familia.

También he tenido muy claro que el poder es transitorio, tiene una fecha de comienzo y una de vencimiento. Esta última, o bien viene dado por las leyes –fin del período para el que electo- o si se trata de un cargo que permite la reelección, el fin pudiera venir porque la labor que realizó no logró satisfacer a los ciudadanos, o porque se presentó una oferta más atrayente para el elector.

En todo caso, está claro –por lo menos para mí- que, la lucha por acceder al poder, requiere de preparación y claridad en la misión que se va a desarrollar desde el día uno, en esa posición. Quien no lo tenga claro, esta irremediablemente destinado a fracasar no solo en su gestión, sino hasta en su propósito de acceder al poder y luego retenerlo.

Este es el caso de Daniel Ortega. Paso años en la guerrilla luchando contra la oligarquía dictatorial de Anastasio Somoza y, ese movimiento guerrillero, logra después de años de lucha, a un costo enorme en vidas humanas, derrocar al dictador.

En 1979, Ortega tenía 34 años, fue un reo en las cárceles del régimen de Somoza y ayudó a hacer la revolución. Con el triunfo de la revolución paso a ser el coordinador de la junta de gobierno desde 1979 a 1984. Luego, presidente desde 1984 hasta 1990. En ese año la revolución sandinista pierde las elecciones, lo que lo obligo por 16 años ha estar en la oposición, pues sus reiterados intentos de regresar al poder solo cristalizaron hasta el 2007. Si sacamos las cuentas, estamos hablando de que, hasta ahora, acumula 23 años detentando el poder.

De ser un revolucionario que luchaba contra la oligarquía, Ortega se ha transformado en el oligarca mayor quien, en las elecciones de 2016, a fuerza de cooptar todas las instituciones del Estado, fue aniquilando jurídicamente a los partidos y adversarios políticos, además de lograr por vía de unas cortes totalmente sumisas a él, hacer las reformas que le permiten reelegirse además de llegar al extremo de colocar a su esposa, Rosario Murillo, como su vice presidenta o sucesora de esta nueva casta dinástica.

Es claro que, el objetivo de Ortega es la ostentación del poder por el poder en sí mismo. Es que él, y su familia –esposa e hijos- controlen los grandes negocios en el país, dejando de lado los ideales que le llevaron a derrocar a la dictadura de Somoza.

Desde abril de este año, a raíz del intento de hacer una reforma al sistema de seguro social, se generaron una serie de protestas que según por la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH), para la semana pasada, ya habían fallecido 310 personas.

Ante la magnitud de las protestas, Ortega acepta el adelanto de las elecciones y este fin de semana, se retracta, aumenta la violencia de los grupos paramilitares que él dirige y se aferra al poder con total desespero.

Podrá aferrarse lo que quiera pero, es claro que ya no tiene el poder y que, de seguir unidos los estudiantes, iglesia, empresarios, campesinos, en fin toda la sociedad y mantener su lucha, lograrán eliminar la lepra que hoy carcome al estado nicaragüense.

El pueblo nicaragüense ha vuelto a la lucha y, vencerá.