Hablar de las tragedias que hemos vivido los venezolanos dentro y fuera del país es repetido, aunque cierto. Cada quien tiene su propia historia, necesidades, tristezas, alegrías, triunfos y derrotas. Algunos con sobradas razones, se han mudado e iniciado nuevas vidas en una geografía y con una cultura que les es ajena, tratando de labrarse un futuro diferente, con oportunidades de crecer en lo personal y en lo económico, o al menos, con mayor seguridad física. Otros, nos hemos quedado aquí, porque queremos… así como algunos no encuentran valor para iniciar otra vida fuera o sencillamente no tienen recursos económicos para despegar. Hay de todo en la viña del Señor y todos los motivos son respetables.
Lo que nos es común es el sentimiento venezolano, la querencia por esta tierra nuestra… que nos pertenece.
Mi generación no conoció, antes de la llegada del “proceso”, de dictaduras o tiranías en carne propia, lo que sabíamos de ellas era por referencias históricas, sobre todo de la penúltima dictadura en el país, la de Marcos Pérez Jiménez. Conocíamos de como en esos tiempos se anuló la libertad y el pensamiento plural, la posibilidad de disentir de ejecutorias gubernamentales. Pero también nos comentaron nuestros padres y abuelos, como la economía progresó y la seguridad –para quienes no intervenían en política- reinaba en pueblos y ciudades de Venezuela.
Sin embargo, hablar de libertad individual sin libertad económica y política, es imposible, porque aunque algunos experimentaran con la dictadura perejimenista algún tipo de progreso, quienes se beneficiaron de ella, lo hicieron callando abusos y torturas propinadas a quienes combatían el silencio en torno a la corrupción y persecución imperante en esos tiempos.
Hoy, el sistema chavista-madurista, va mas allá de una dictadura tradicional, es una tiranía dura y pura donde el abuso de poder, la imposición por la fuerza de las decisiones políticas, es lo que hay. En las tiranías no hay posibilidad para la justicia, la equidad, ni para el consenso. El diálogo es inexistente, es una falacia, digan lo que digan quienes lo intenten.
Mucho se ha dicho que ser rico es malo y esa es otra mentira del tamaño de una catedral. Todos queremos calidad de vida, estudiar y trabajar para alcanzar prosperidad. Todos soñamos con una casa propia, un carro como desplazarnos y tener los recursos suficientes para seguir avanzando y poder darle mejores posibilidades a nuestra descendencia… cómo es que eso es malo. No, es bueno y muy bueno si se alcanza con constancia y trabajando de forma honesta. Pero hoy día todas las posibilidades y sueños al respecto se ven truncados, sobre todo para nuestros jóvenes a quienes se les ha robado la esperanza de casarse, construir su propia familia, formar una empresa generadora de ganancias justas para ellos y sus trabajadores.
En esta Venezuela invadida y colonizada, el negocio fácil e ilícito produce dividendos sucios. Los buenos y honestos son delincuentes… por ahora.
Todo es retorcido. Los narcotraficantes y hampones cuentan con posibilidades económicas groseras, mientras el trabajador decente, no solo sobrevive con una moneda cada vez más devaluada, sino que además, no puede disponer de ella como le parezca o ¿es mentira que usted, amigo lector, hoy día no puede tener acceso a su dinero depositado en cualquier entidad financiera? ¿Cuánto le dan por taquilla o por cajero? ¿Tiene o no un límite diario? ¿Cuántos productos esenciales puede adquirir mensualmente –si los encuentra- sin poner su huella en cualquier mercado del país que le limita el número de productos para cubrir su necesidad? ¿Consigue usted las medicinas necesarias? No.
En la medida que avanza la apropiación de la economía nacional, se incrementa impunemente el control social de los ciudadanos, se reduce el empleo, la oferta de bienes y servicios y el nivel del ingreso pierde su poder adquisitivo. ¿Es usted libre? No lo es y además es cada día mas pobre porque, no solo el bolívar no vale nada, sino que además, el régimen nos ha impuesto un “control social” a través del hambre y la escasez. Nos han intervenido todo y lo que prolifera, como propaganda más que como realidad, son las acciones asistencialistas que ya controlan hasta el voto.
En medio de este desatino quiero rescatar en estas fechas próximas a la Navidad, lo positivo que nos ha dejado estas circunstancias: Sus enseñanzas y aprendizajes. La primera es que la libertad y la democracia hay que defenderla todos los días, porque luego de perdida, su recuperación es difícil y dolorosa. Segundo, las nuevas generaciones serán mas rigurosas que las anteriores en la defensa de las libertades y la justicia luego de rescatadas, porque han crecido en la persecución y el terror, han perdido familiares, amigos y compañeros en la lucha por la recuperación de la democracia, pero sobre todo se han quedado sin Patria, al tener, muchos de ustedes, que abandonarla para sobrevivir. Serán mejores que nosotros muchachos, con un espíritu acerado por el dolor y al mismo tiempo más solidarios, caritativos y comprometidos con la verdad y la justicia.
No tengo dudas que la Venezuela que vendrá será distinta a ésta de los último 20 años, porque el venezolano cambio para siempre y para mejor.