El hambre hace estragos en las calles del país. Los más pobres consumen menos de mil kilocalorías, cuando lo normal es 2 mil 300 entre proteínas, carbohidratos y grasas
En las calles de Venezuela hay hambre. En las zonas populares y las urbanizaciones de clase media se observan diariamente a individuos (incluso familias enteras) revisar bolsas de basura para rescatar alimentos ante la imposibilidad de comprarlos.
En el pasado, remover los desperdicios era atribuido a personas en situación de calle, pero desde mediados del año pasado, ciudadanos que devengan sueldo mínimo también buscan las sobras que puedan servir para alimentar el hogar ante la grave situación de escasez e inflación que afecta al país.
Los productos a precios regulados brillan por su ausencia en los estantes de supermercados públicos y privados. Algunos establecimientos ofrecen pasta, arroz, leche, azúcar, y granos importados, cuyos precios son imposibles de costear con una remuneración de Bs. 104 mil 358 que incluye salario y beneficio de alimentación, mientras que la canasta básica se ubica en Bs. 544 mil 990,78, según el más reciente estudio del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM).
El desabastecimiento de la comida ocasionó un fenómeno social nunca visto: los ciudadanos comenzaron a registrar una dramática pérdida de peso (entre 8 y 10 kilos) al no poder cumplir con los requerimientos de una dieta saludable y rica en proteínas, hierro, carbohidratos y vitaminas.
El aumento de la desnutrición infantil y la muerte de menores de tres años por no ingerir alimentos son otros hechos denunciados por Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que velan por la salud de los niños.
Los Ministerios de Educación y Salud no presentan indicadores de afectados, aunque se estima que se duplicaron los indicadores de desnutrición grave. El Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela (Cendes) precisa que en zonas urbanas se ubicaría en 9%, y en el interior está cercana a 27%.
Los números oficiales de pobreza son guardados celosamente por el Ejecutivo, sin embargo, un estudio conjunto de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Universidad Simón Bolívar (USB) y Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), además del reciente resultado de la Encuesta sobre Condiciones de Vida (Encovi) reflejan que entre 72 % y 76 % estaría en esta condición.
De momento, el gobierno de Nicolás Maduro reparte bolsas de comida en sectores vulnerables, pero las denuncias de preferencia en la distribución no cesan. Los beneficiarios, en su mayoría, son afectos al proyecto chavista.
Dramática caída
La directora del Observatorio Venezolano de Salud (OVS), Marianella Herrera, puso el acento en las graves consecuencias que tiene no cumplir con la pirámide nutricional. Afirmó que los niños y los ancianos son los más afectados.
“En el pasado, los venezolanos comían unos 23 kilos de carne al año, ahora se registran 7 kgs por persona y solo quienes pueden adquirirla. En el país se está consumiendo un tercio de lo que se solía ingerir y eso trae como consecuencia alteraciones en el ADN, los niños empiezan a tener problemas de peso y talla y retardo en su desarrollo cognitivo e intelectual que puede revertirse solo si hay normalización en la ingesta”.
Advirtió que la crisis de inseguridad alimentaria transformó el patrón de consumo en uno de tipo monótono. Detalló que una persona bien alimentada debe consumir diariamente entre 30 y 40 alimentos distribuidos entre desayuno, almuerzo, meriendas y cena.
En el centro de Caracas, comerciantes informales venden pequeñas bolsas con productos como café, azúcar y leche, en presentaciones de 200 gramos. La procedencia y almacenamiento, a juicio de Herrera, al no estar detallada puede afectar la salud. “No hay seguridad al comprar esos alimentos, no se sabe la composición nutricional, el empaquetado es antihigiénico”, aclaró.
Deterioro extremo
De la mesa de los venezolanos desaparecieron las frutas, los vegetales, se redujo la cantidad de proteína y se incrementó la de carbohidratos, agregó la nutricionista e investigadora del Cendes, Yngrid Candela.
La docente precisó que en los hogares de los sectores más pobres del país, los padres sacrifican su comida para que puedan ingerirla los hijos o adultos mayores que residen en el hogar.
Fue enfática al expresar que las bolsas de comida entregadas por el Ministerio de Alimentación no sirven para paliar la crisis, y añadió que el mercado paralelo de comida ha afectado significativamente a la población.
“En Venezuela el consumo establecido es de 2 mil 300 kilocalorías al día, pero actualmente hay personas que comen menos de mil kilocalorías. Algunos hacen dos comidas diarias, otros una. El consumo de alimentos cayó 30 % el año pasado”, detalló.
La inflación continúa su ritmo acelerado. El Ejecutivo tampoco presenta cifras, pero los ciudadanos conocen su impacto real cuando compran los pocos alimentos que se consiguen con sobreprecio ante la inacción de un gobierno que no deja de atribuir a la “guerra económica” los embates de la corrupción en la distribución de alimentos y el favorecimiento en importaciones que no llegan a los anaqueles.