Nadie lo pidió de manera oficial. La solidaridad ha surgido de manera natural y espontánea. Es la realidad.
Y es una realidad que hay que aplaudir y difundir en todos los rincones. Hagámoslo.
En los últimos días a Panamá han llegando cientos de migrantes, en su gran mayoría venezolanos, que tuvieron que dar marcha atrás en su intento de llegar a Estados Unidos, luego de que este país anunciara que no permitiría la entrada irregular de venezolanos, como venía sucediendo en los últimos meses.
Eso le cambió los planes a muchos. Jairo Ortíz, de Barinas, contó que se enteró de la noticia justo cuando terminaba de atravesar la peligrosa selva del Darién.
«Me desvanecí. Me tiré al piso y me puse a llorar. Pasé casi una semana en la selva y me recibieron con esa noticia. El solo pensar en regresar a mi país, por como están las condiciones, me pone mal», contó entre lágrimas en la terminal nacional de transporte de Ciudad de Panamá, ubicada en la zona de Albrook, donde se encuentran cientos de migrantes venezolanos varados a la espera de un vuelo de regreso a Venezuela, bien sea comprando un boleto o por asistencia humanitaria.
La misma situación están viviendo los que se encuentran en un refugio temporal ubicado en el área de Locería, más hacia el centro de la capital panameña.
Pero entre ambas locaciones, hay más similitudes. Los migrantes han expresado una gratitud e inmeso agradecimiento por los gestos de solidaridad de panameños y venezolanos.
«Nos han tratado muy bien, muy por el contrario de lo que pasó en Costa Rica, donde no nos dieron ni agua y se notaba la incomodidad», dijo uno de los migrantes.
«Aquí en Panamá nos han dado ropa, comida, productos de aseo personal», agregó con una gran sonrisa.
Sí, venezolanos y panameños han tenido sus diferencias en el pasado, muchas veces «infladas» por las dañinas (no siempre) redes sociales, sin embargo, estos gestos desinteresados demuestran que la solidaridad entre pueblos hermanos no conoce de apellidos, razas o condiciones sociales.