Desde el anuncio oficial de la no ejecución del Referéndum Revocatorio, a la mayoría de los venezolanos se nos ve apesadumbrados, entristecidos y desanimados. No observamos la luz al final del túnel. Casi dos décadas de persecuciones, violencia, asesinatos y degradación de nuestra calidad de vida nos ha llevado a una crisis humanitaria de proporciones jamás imaginadas, en el país con las mayores reservas de petróleo y gas del mundo.
Quizás sea yo una persona irremediablemente positiva, pero creo que la situación comienza a esclarecerse. ¿Por qué digo esto? Sencillo, se acabaron las ilusiones electorales. La MUD, alianza de partidos solo para comicios, al prestarse a participar en el diálogo promovido por el gobierno, en vez de activarse para cumplir con la promesa de salir de Maduro contemplada en los acuerdos de la Asamblea Nacional del 22 de octubre de 2016, ha sellado el final de la relación con sus electores. Ya no les creen y se abre entonces la posibilidad de una nueva coalición opositora que no promueva candidatos, sino el final de la tiranía a través de las opciones constitucionales que nuestra Carta Magna ofrece.
La Conferencia Episcopal venezolana, por su parte, se ha quitado los guantes de seda y a través de su más reciente exhortación titulada “Jesucristo luz y camino para Venezuela” lanza una excelente propuesta para el rescate del sistema de libertades en el país. Expresa el documento en el punto 14: “Ante la desesperanza reinante, que paraliza la dinámica de toda buena y oportuna iniciativa, exhortamos a todas las agrupaciones políticas, a las distintas confesiones religiosas, a los gremios y asociaciones, a las universidades y al amplio mundo educativo, a los medios de comunicación, a lograr puntos de encuentro que favorezcan la articulación de los diversos sectores en un proyecto común de país. Tengamos confianza y esperanza en nuestras capacidades para cambiar la actual situación”.
El jesuita Ugalde coloca la guinda a este llamamiento cuando justifica la participación de las Fuerzas Armadas institucionales en la solución de la crisis.
Al hacer una revisión de cómo se ha iniciado este 2017, no podemos dejar de lado el triunfo y arribo a la presidencia de los Estados Unidos del señor Trump, administración esta que acaba con la política de apaciguamiento de Obama, manejada en la región por el Castro-comunismo y que tiene como recientes ejemplos el acuerdo con Cuba, el proceso de paz en Colombia y el diálogo en Venezuela, eventos todos cuyo objetivo ha sido conciliar, mantener la “estabilidad” de la región, a costa del sufrimiento de los pueblos. No quiero decir con esto que vendrán los marines a hacer el trabajo que corresponde única y exclusivamente a los venezolanos, no. Lo que sí digo es que con la despedida de Obama, el tablero pudiese ser diferente.
Ante lo anteriormente expuesto, el régimen se quita la máscara y arrecia la dictadura.
1.Nombra como vicepresidente a Tareck El Aissami, máximo símbolo de la represión. Ahora, no solo el grupo que gobierna al país recibe instrucciones desde la Habana, sino que con la designación de El Aissami, intenta acentuar los nexos con el fundamentalismo islámico.
2.Creación del Comando Anti-Golpe (si el pueblo los quisiera tanto como dicen, no habría el temor de grupos en busca de la restitución de la Constitución) que busca incrementar el totalitarismo y la persecución política.
3. Otorgamiento de más poder a la FANB para profundizar la censura. Así se desprende del radiograma que el almirante Remigio Ceballos, segundo a bordo del Estado Mayor Conjunto de las FANB, puso en circulación dirigido a los comandantes de REDI y ZODI para que se mantengan alertas de los mensajes que transmitan las televisoras y radios regionales
4. Encarcela y agrede a diputados y concejales de la oposición y,
5. Materializa el sistema totalitario con el llamado carnet de la patria que, como dice el historiador Agustín Blanco Muñoz, tiene una finalidad: “Acércate a nosotros, a la revolución y comerás; aléjate de nosotros y morirás de hambre; hazte socialista y vivirás”.
Como ciudadana venezolana, demócrata y creyente me apego a la recomendación de la Iglesia y hago fe en Dios y en nosotros, hombres y mujeres que entendemos que la libertad no es una concesión, es un derecho por el que siempre hay que luchar hasta conquistarlo.