TEXTO: INFOBAE
El 4 de marzo, a media mañana, Ronaldinho era recibido en forma apoteósica en el aeropuerto internacional de Asunción, a donde llegó junto a su hermano Roberto. Unos 2.000 niños y adolescentes corearon su nombre desde que apareció en la sala de desembarque. Los menores estaban vestidos con camisetas amarillas como un homenaje al recordado 10 de la selección brasileña. Habían sido reclutados por la fundación caritativa Fraternidad Angelical, regenteada por la empresaria Dalia López.
Pero esa misma noche comenzó su calvario. Una comitiva policial y judicial allanó su habitación y le confiscó los celulares y los documentos que trajo consigo, mismo procedimiento para su hermano.
El jueves 5 ambos concurrieron a la sede del Ministerio Público donde fueron indagados cerca de ocho horas. El fiscal que les tomó la declaración recomendó al juez la libertad con la condición de admitir la comisión del delito de uso de pasaporte de contenido falso y el pago de una multa. Federico Delfino argumentó que Ronaldinho y Roberto “fueron engañados en su buena fe”. El affaire forzó la renuncia del director de Migraciones.
Entonces, el juez (Mirko Valinotti) determinó el “pleno goce de su derecho de libertad” del ex futbolista, pero puso el dictamen a consideración de la fiscala general del Estado, Sandra Quiñonez. Todo cambió desde entonces. Agentes uniformados y de civil se apersonaron en el hotel la noche del viernes 6 y detuvieron a Ronaldinho y su hermano, transportados a la Agrupación Especializada de la Policía.
Sus días privado de libertad
Lo que parecía ser una estadía breve ya lleva un mes y el brasileño a incluso celebrado tras las rejas su cumpleaños número 40. Ese día, 21 de marzo, comió asado con otros reclusos, mientras que la noche anterior cenó pez dorado a la parrilla, un plato típico de Paraguay.
El paso del tiempo hizo que el ex futbolista se adapte al encierro. Dinho comienza sus días con el tradicional desayuno compuesto por un “cocido” (infusión caliente de yerba mate) con leche y una galleta. Aunque también suele “beber mucho café”, de cuya preparación se ocupan él y Roberto en su habitación que tiene “dos camas, heladera, aire acondicionado y televisor”, según comentó Blas Vera, director del centro, en diálogo con EFE.
Ubicado en una discreta y poco cómoda pieza del Módulo 2 de este centro de reclusión de 14 hectáreas, Ronaldinho ya no puede disfrutar de la misma manera que cuando ingreso de su máxima pasión: el fútbol. Si bien había trascendido que había adoptado el hobby de la carpintería, sus actividades favoritas se relacionaron siempre con el deporte al que estuvo ligado desde que era un niño en Porto Alegre.