“En mi vida he conocido muchos problemas, muchos de los cuales jamás sucedieron”. Últimamente la frase de Mark Twain me ha servido para recordar que hay más soluciones a la mano de lo que pensamos y, sobre todo, que buena parte de las complicaciones cotidianas ocurren en la mente. Esos problemas que creemos tener enfrente muchas veces se quedan en elaboraciones mentales que nos impactan como si fueran reales… aunque jamás sucedan.
Para rematar, nuestro cerebro no distingue muy bien entre los estímulos que llegan del exterior y aquellos que surgen de nuestros pensamientos. ¿Un ejemplo? La excitación sexual: ver, oler o tocar a tu pareja enciende el deseo, pero pensar y fantasear con ella también puede llevarte por el mismo camino. Y está el ya clásico ejercicio del limón. Cierra los ojos e imagina que tienes un limón entre manos, lo cortas y exprimes directamente en tu boca. Completamente. ¿Puedes sentir la reacción en tus glándulas salivares?
Magnificar los problemas es asunto natural. Nuestro cerebro está cableado para prestarle más atención a los estímulos negativos y amenazantes que a los plácidos y relajantes. La razón está en la evolución. Por cientos de miles de años nuestra especie deambuló por un mundo hermoso y peligroso, donde abundaban los depredadores. Aquellos antepasados debían estar alertas y listos para reaccionar. En caso contrario terminaban siendo almuerzo de algún animal colmilludo. Es por ello que estamos programados para detectar aquellos peligros y problemas a tiempo. Para nuestro cerebro, esos estímulos son prioridad.
Solo que hoy en día no hay tigres de sable o panteras a la vuelta de la esquina.
Ver las cosas en su justa dimensión es asunto de práctica y actitud. “Entre el estímulo y la reacción hay un espacio, y en ese espacio es donde existe la libertad” escribió el psiquiatra Viktor Frankl. Con esto quería decir que en esos mini-segundos entre una mala experiencia o un pensamiento negativo, y la forma como reaccionas, hay una oportunidad de escoger una respuesta que te aporte mayor bienestar. No hay obligación de tomar el camino más espinoso.
Y esto podemos llevarlo también a esos problemas que tenemos por delante. ¿Realmente son tan graves? ¿De verdad son tan pocas las soluciones? Si puedes asomarte a ese espacio de libertad quizás descubras que el león no es como te lo pintas.
Y claro, si encuentras a león a la vuelta de la esquina, corre. Esos son los momentos cuando tener una mente reactiva es cuestión de vida o muerte.