Las emociones son como semillas que preservamos en la mente, siempre dispuestas a germinar cuando surgen las condiciones ideales y son regadas por nosotros. La metáfora no es mía, la tomo del maestro Budista Zen Thich Naht Hanh y su libro “El arte del poder”. Allí Thich habla del bienestar que obtenemos al ser diligentes en la práctica de vivir activamente en el presente. Y por diligentes quiere decir regar selectivamente estas semillas para que manifiesten lo mejor que guardamos en nuestro interior.
Según la psicología budista poseemos dos niveles de conciencia. El nivel bajo es la conciencia de almacenamiento y nivel alto es la conciencia de la mente. Esta última es la que opera en nuestra mente despierta, mientras que el nivel de almacenamiento aloja el material del inconsciente.
Thich relaciona esta conciencia de almacenamiento con la tierra donde todos guardamos diversas semillas. Por ejemplo, aquellas positivas como gozo, alegría, compasión, auto observación y ecuanimidad. Pero también allí están otras negativas como la rabia, el odio y la desesperanza. Cuando el ambiente en que vivimos activa alguna de estas semillas, y nosotros la regamos al prestarle atención, ella manifiesta su energía en la conciencia superior para transformarse en una formación mental. Así van echando raíces en nuestra mente hasta embargarnos.
Otra forma como Thich ilustra el proceso es comparando la conciencia de la mente como el salón de la casa y la conciencia de almacenamiento como el sótano. Allá abajo hay semillas de todo tipo, y dependiendo de cuáles escojamos cultivar, estas crecerán hasta invadir el salón y convertirlo en un espacio apacible o en un verdadero infierno.
Y acá es donde viene el poder que aporta ser diligentes con estas semillas y sus consecuencias en nuestra vida.
Ya que todos tenemos semillas positivas y negativas en nuestra conciencia de almacenamiento, su primera recomendación es no permitir que las negativas germinen. Esto no significa suprimirlas, sino evitar los estímulos que las despierten. Y si llegasen a hacerlo, la práctica diligente ayuda a reemplazarlas por semillas positivas. ¿Cómo? Reconociendo su energía negativa, observándola e invitando a una mejor emoción para que tome su lugar.
Para abonar las semillas positivas, Thich sugiere crear el mejor ambiente posible a nuestro alrededor. Ver, escuchar, leer y enfocarse en aquello que favorezca la manifestación de estas emociones más elevadas permite que tomen cuerpo en nuestra vida para transformarla.
¿Suena demasiado “piensa positivo” para el caos en el que vives? Thich creció en Vietnam durante los años de la guerra. Entre bombas, trincheras y metralla se dedicó a fundar escuelas y hospitales para la población civil. Al finalizar el conflicto fue expatriado por el gobierno de Hanoi y se radicó en Francia, donde abrió un centro de enseñanza que ha acogido a miles de personas dispuestas a cultivar sus semillas de bienestar. A sus 90 años sigue confiado en el poder que todos tenemos para regar selectivamente las que nos traigan felicidad.
Y todo comienza por respirar y prestarle atención a la energía y las emociones que se manifiestan en nuestra mente. Ahora.