La revelación de un esquema de sobornos de Odebrecht en Panamá rompió la pasividad de miles de ciudadanos que se tomaron la tarde de este miércoles las calles de la capital panameña, por primera vez en años, para exigir justicia y anunciar que están hasta el tope con la corrupción.
Desde que el expresidente Ricardo Martinelli salió del poder a mediados de 2014 son más de una veintena los escándalos destapados que supuestamente causaron al Estado lesiones que alcanzan cientos de millones de dólares.
El mismo exmandatario, que se encuentra en Estados Unidos y con seis causas judiciales abiertas, es requerido en extradición por la Corte Suprema para que responda en un caso de escuchas ilegales.
Pero ni esto ni el caso de los papeles de Panamá habían sacado a los panameños de la rutina.
Las revelaciones de la Justicia de Estados Unidos sobre el pago de millonarios sobornos por parte de la empresa brasileña Odebrecht fueron la gota que rebasó el vaso y que motivó a la primera marcha multitudinaria de los últimos años.
Muchos panameños salieron apurados de sus trabajos para unirse a la manifestación, que recorrió al menos dos kilómetros hasta la sede principal del Ministerio Público, criticado por la lentitud de sus investigaciones.
Bianca Palma, que trabaja en el sector turismo, aseguró a Efe que su generación no se había visto obligada a moverse de la comodidad. Recibió de sus padres una democracia estable y un país que en los últimos años ha liderado el crecimiento económico de América Latina.
«Jamás he ido a una manifestación, pero decidí dedicarle un par de horas. El caso de Odebrecht es la gota que rebasó el cántaro. Yo me levanto todos los días a trabajar para comer, mientras otros roban», reclamó.
Otra joven, Marissa Mayora, dijo a Efe que salió inspirada por sus padres, a quienes de niña vio movilizarse para sacar al régimen militar que gobernó por más de veinte años.
Como Mayora, otros panameños que marcharon este miércoles piensan que los fondos desviados por la corrupción impiden atender las necesidades más apremiantes y frenan el crecimiento del país, que tiene una pobreza cercana al 22 %.
«Recursos no es lo que falta. ¡Nos falta justicia y nos sobran los ladrones», se expresó en una de las cientos de pancartas elevadas.
Todos tienen la percepción de que la corrupción «mata gente». «Estoy ‘cabreada’ (molesta). Ese dinero era una medicina o la comida que no se le dio a un niño. Estoy cansada de este sistema de apoyar a la corrupción», expresó a Efe la doctora Carmen Betts.
«¡Qué el dinero robado sea devuelto!», agregó Claudio Betts, presidente de la Sociedad Panameña de Salud Pública, una de las organizaciones que como la poderosa Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura dijo presente.
Documentos del Departamento de Justicia de Estados Unidos indican que de 788 millones de dólares que Odebrecht pagó en comisiones en 12 países, 59 fueron a parar a manos de exfuncionarios panameños y unos 6 millones a familiares de un alto cargo no identificado, entre 2009 y 2014.
Todo apunta a los hijos de Martinelli, Ricardo Alberto y Luis Enrique, a quienes la Fiscalía ya formuló cargos y pidió su búsqueda.
EE.UU. habla del periodo 2009-2014, pero Odebrecht llegó a Panamá mucho antes y aún construye importantes obras, como la Línea 2 del Metro y la ampliación del principal aeropuerto, por lo que también se pidió investigar al Gobierno de Juan Carlos Varela.
«Este ha sido el peor Gobierno. Todo lo que era malo ahora es bueno para ellos», dijo a Efe Vielka Barría, una mujer mayor que caminaba rápidamente para alcanzar a la marcha, perfectamente ataviada como buena trabajadora del sector financiero panameño.
Los manifestantes exigen celeridad a la Fiscalía, que en diciembre creó una fiscalía especial para los casos de Odebrecht y ha pedido a los panameños que confíen, aunque en los últimos dos años no ha habido condenas por los casos sonados.
Si no se acelera el ritmo en este punto de inflexión, el esfuerzo de décadas de crecimiento será devorado por la corrupción y la imagen del país quedará empañada, advirtió a Efe Enrique Pisante, un reconocido empresario del turismo que se movilizó en el siglo pasado para conseguir la democracia.