La tartamudez es un problema que afecta el flujo del habla. Si tartamudea, es posible que algunos sonidos sean más largos de lo que debieran ser, le cueste trabajo comenzar una palabra nueva, repita palabras o partes de las palabras, se ponga tenso cuando intente hablar o quizás pestañee rápidamente o le tiemblen los labios y la mandíbula cuando se esfuerza por hablar. Así se describe a quien es afectado de este trastorno del habla llamado también disfluencia o falta de fluidez.
Puede afectar a cualquier persona. Sin embargo, es más común entre los niños pequeños que están aprendiendo a hablar. Los varones tienen tres veces más probabilidades de padecerlo que las hembras. Se presenta en el 1 % de la población mundial, según la Asociación Nacional de la Tartamudez.
El tartamudeo tiende a ser hereditario. Existen, además, evidencias de que puede ser el resultado de lesiones cerebrales, como accidente cerebrovascular o lesiones cerebrales traumáticas. En raras ocasiones, el tartamudeo es causado por un trauma emocional (denominado tartamudeo psicogénico).
Ha resultado muy interesante lo logrado en recientes investigaciones, que usando una técnica de imagen encontraron cambios en áreas que tienen que ver con el habla, la atención y la emoción vinculados con la tartamudez en el metabolismo de las células cerebrales.
El método de imagen utilizado en el estudio se conoce como una espectroscopia por resonancia magnética (ERM) de protón. «Es una medida fundamental de la densidad del tejido nervioso en esos circuitos, que parece que no se han desarrollado de forma adecuada», dijo el autor del estudio, el doctor Bradley Peterson, director del Instituto de la Mente en Desarrollo del Hospital Pediátrico de Los Ángeles. «Además, el alcance de las anomalías también parece relacionarse con la gravedad de la tartamudez”, añadió.
Peterson y su equipo estudiaron los cerebros de 47 niños y 47 adultos, tanto de personas que tartamudeaban como las que no lo hacían. Se encontró que las regiones cerebrales afectadas incluían una red de producción del habla, llamada red neuronal por defecto, que tiene que ver con la regulación de la atención, las emociones y la memoria.
Jane Fraser, presidenta de la Fundación Americana de la Tartamudez, señaló que las investigaciones anteriores también habían establecido una conexión entre la tartamudez y las emociones, como la ansiedad. «Así que aquí no hay nada nuevo, pero lo que es interesante es esta nueva visión al respecto. Se comienza a ver que el cerebro completo participa en la tartamudez”.
Fraser criticó la designación de la tartamudez como un trastorno «neuropsiquiátrico», planteando en su lugar que se trata de un trastorno del desarrollo, dado que ocho de cada 10 niños afectados la superan al crecer. «Creo que uno de los mensajes es que la intervención temprana es importante, porque sabemos que la plasticidad del cerebro ofrece mucha esperanza» agregó.
Usualmente no se necesita ningún examen, su diagnóstico puede a veces requerir una consulta con un logopeda. La mayoría de los casos precoces duran poco y se resuelven espontáneamente.
Consejo a los padres: evitar expresar demasiada preocupación acerca del tartamudeo, lo cual puede llevar a que el asunto realmente empeore. Escuchar pacientemente al niño, mirarlo a los ojos, no interrumpirlo y mostrarle amor y aceptación. Evitar terminar oraciones por él. Hablar abiertamente acerca del tartamudeo cuando el niño lo mencione, haciéndole saber que usted entiende su frustración y en lo posible consultar al terapeuta del lenguaje acerca de cuándo corregir delicadamente el tartamudeo.
Fuentes: Instituto Nacional de la Sordera y otros Trastornos de la Comunicación.