El ex hombre fuerte de Panamá Manuel Antonio Noriega, encarcelado desde hace 27 años, blandió este viernes su tono de voz más fuerte para alegar por primera vez ante un tribunal de su país su inocencia en la muerte de un grupo de oficiales por una asonada militar en su contra.
Su intervención se dio en una audiencia para decidir un arresto domiciliario provisional, en la que no se esperaba su presencia ni que fuera a hablar y con ello recobrar entre los familiares de las víctimas los recuerdos de uno de los momentos más duros del régimen militar panameño (1968-1989), derrocado con una invasión estadounidense.
Fueron 11 oficiales los fusilados tras el fracaso de un alzamiento militar el 3 de octubre de 1989, en el que también murió el mayor Moisés Giroldi, líder de la asonada y del que Noriega fue su padrino de boda.
El «Tony», como le llamaban a Noriega sus amigos, fue condenado en ausencia por la muerte de Giroldi y por la de los 11 oficiales de la «Masacre de Albrook», un área ubicada en las orillas del Canal de Panamá, en la capital, donde estaba el hangar del fusilamiento.
Fue después de escuchar pacientemente a dos de los hijos de los militares dar su testimonio ante el juez de cumplimiento que Noriega alzó su voz después de 27 años de silencio para negar su participación en estas muertes.
El exgeneral, de 81 años y quien ha pedido la casa por cárcel para prepararse para la extirpación de un tumor cerebral benigno, llegó a Panamá en diciembre de 2011 tras purgar más de 20 años de prisión en Estados Unidos y Francia, y por estos casos fue juzgado en ausencia en Panamá.
«Con mi corazón, bajo el nombre de Dios, no tuve nada que ver con la muerte de ninguna de estas personas», declaró Noriega, con tono fuerte y exaltado, ante el juez Roberto Alexander Sánchez durante los tres minutos que se le concedieron para hablar.
Hasta ese momento, y desde que entró a la audiencia en su silla de ruedas, ataviado con gorra roja y de chamarra negra, el hombre que infundió respeto y miedo como comandante del Ejército panameño se mantuvo tranquilo, acariciándose el rostro con su mano izquierda y a ratos entrelazando sus dedos en el aire.
«Siempre hubo una conspiración permanente contra mi persona, pero estoy aquí de frente, sin cobardía», gritó y declaró que «nunca» se le «permitió una indagatoria para aclarar lo sucedido».
Noriega, que como «hombre fuerte» gobernó Panamá entre 1983 y 1989, también espetó que los que mataron a Giroldi y al capitán León Tejada, uno de los 11 oficiales ajusticiados, «están fuera del país» y que «nadie se ha atrevido a irlos a buscar».
Sandra Noriega, una de las tres hijas del exgeneral y en cuya casa cumpliría el confinamiento domiciliario, dijo a Efe que lo dicho este viernes por su padre «fue como un desahogo por la frustración de no haber podido dar su testimonio todo este tiempo».
«Creo que fue como un sentimiento de impotencia», añadió.
El testimonio del ex hombre fuerte causó conmoción en la sala, principalmente entre los familiares de los militares fallecidos en la intentona golpista.
En ese momento los parientes de las víctimas en la sala de audiencias gritaron «¡qué diga nombres!», ante lo que el juez llamó al orden.
Karina Ortega, hija del teniente caído Ismael Ortega, no quiso opinar acerca de si era justo o no el beneficio del arresto domiciliario, que necesita de la convalidación de otro tribunal por el crimen del opositor Hugo Spadafora.
Pero Ortega sí admitió que lo dicho por Noriega sobre los responsables del crimen la deja «con la duda» sobre la verdadera autoría.
En la audiencia también hablaron un hijo del asesinado Moisés Giroldi, Josué Giroldi, quien en nombre de sus familiares perdonó al exgeneral, y Javier Tejada, hijo de León Tejada, quien le dijo a Noriega que dejara la «soberbia» y confesara por qué había que asesinar a los oficiales.
Tejada dijo a Efe que está «cien por ciento seguro de que Noriega sabía que se estaba ejecutando a cada uno de los oficiales».
«Si él sabe tanto, si sabe quién mató a mi padre, por qué no lo dice (…). Ha tenido 27 años para decirlo», expresó.
Giroldi señaló a Efe que ve «positivo» el testimonio de Noriega, «ya que no ha hablado en todo este tiempo y sería bueno que continuara haciéndolo».
El joven, que tenía 9 años cuando murió su padre, consideró que se debe respetar el arresto domiciliario que se podría conceder a Noriega «porque se está actuando en derecho», pero que el exmilitar debe «pensar en las personas a las que hizo daño».