El domingo 1 de octubre corrió como pólvora la noticia de que Miguel Cabrera, una de las estrellas venezolanas en las Grandes Ligas, decidió costear los gastos de pasajes aéreos de la selección Sub 10 de béisbol de Venezuela, que no tenía los recursos para asistir al Panamericano de México.
Hasta ahora, todo bien. Gran gesto de “Miggy”, un pelotero con contrato de 30 millones de dólares por temporada. Muchos dirán que no es nada para él, incluso que debería hacerlo más seguido como llegué a leer en redes sociales. Señores, no, eso no debe ser así.
Aplaudo el gesto, habla muy bien de Miguel, un muchacho que creció sin tantos recursos en el barrio La Pedrera de Maracay, pero ese no es el deber ser. ¿Qué tal si Cabrera u otro pelotero no se ofrecía a pagar esos pasajes? ¿Qué tal si antes con otras selecciones no hubiesen ayudado Salvador Pérez, Carlos González, Rougned Odor o Jhoulys Chacín?
Se aprovechan
El buen detalle de estos jugadores y otros en el pasado, ha creado una especie de “círculo vicioso” y con el que estoy seguro se han lavado las manos los nefastos dirigentes deportivos en Venezuela. Las responsabilidades de unos las están asumiendo otros y va a seguir pasando.
Busquemos a tal pelotero, grabamos un video con los niños y seguro nos da algo. Así, pienso, no deberían funcionar las cosas. Entiendo también la crisis económica por la que atraviesa Venezuela, de eso no se escapa nadie, pero señores, esto del “apadrinamiento” no es nuevo, es algo que ha transcurrido a lo largo de muchos años.
Ojo, y no estoy diciendo que los peloteros o futbolistas o de cualquier otra disciplina no deban ayudar, al contrario, bienvenido sea, simplemente que considero exagerado el depender de un gesto de estos para que los deportistas, los niños sobre todo, puedan viajar.
Las autoridades competentes deben asegurar los recursos para que no existan retrasos en la llegada de estos muchachos, que van con un sueño de representar a su país en el exterior.
Por ejemplo, esos panitas del Sub 10 llegaron a México con tres días de retraso y por supuesto, al no presentarse a los juegos se les adjudicaba la derrota. Cuando cerró esta edición, la incompetente Federación Venezolana de Béisbol buscaba un acuerdo para ver si se reprogramaban los juegos. El torneo cerraba el 6 de octubre.
Tras el gesto de “Miggy”, los niños le agradecieron con un video en el que corearon, ya en el aeropuerto de Maiquetía, «Venezuela y un, dos tres. Venezuela, gracias Miguel Cabrera”.
¿Se imaginan que quedaran campeones? No sé cuánto pagaría para ver las caras de los que al principio les dieron la espalda a esos muchachos.