Ser libres es uno de los propósitos fundamentales de la vida. Pero ¿libres de qué? La libertad tiene muchos rostros, siendo el más evidente la facultad y el derecho a elegir nuestras acciones sin estar sometidos a una voluntad ajena.
Es libre quien vive ejerciendo su derecho a actuar según los dictámenes de su razón. Y por supuesto, es libre quien no es esclavo, está preso o debe actuar bajo coerción.
El concepto de libertad muchas veces está condicionados a factores externos: poder, autoridad, leyes o normas sociales. También encierra un importante componente de responsabilidad, puesto que la consecuencias de nuestras acciones son parte vital del ejercicio de nuestras libertades. Así que cuando hablamos de libertad nos referimos al contexto donde vivimos y las responsabilidad que asumimos.
Pero hay una libertad interna que no puede quedar por fuera. Es la capacidad de vivir libres de los impulsos y tendencias que nos llevan a cometer acciones que causen un daño a nosotros y los demás, decir palabras que generan sufrimiento o cultivar pensamientos que nos intoxican. Esta es la libertad que experimenta una conciencia despierta.
“Hacer lo que nos de la gana, cuando nos da la gana, no es una verdadera libertad” dice Gil Fronsdal, director del Centro de Meditación Insight en California. “Si observamos bien, en ese caso estamos sometidos a los impulsos de las ansias, la aversión y el engaño. Pero si somos capaces de liberarnos de estas tendencias podremos vivir de manera sabia”.
No existe cárcel más poderosa que la mente, tampoco existe otro espacio donde la liberación sea mayor. Cuando somos libres de los pensamientos y los patrones que nos conducen al sufrimiento la vida cambia radicalmente. Esto no es algo que se consigue contratando a un abogado o comprando una llave mágica para abrir la cerradura. Esta libertad que se conquista conociendo las tendencias de la mente y abriendo el corazón a la realidad el momento. Así de simple y complejo a la vez.
Procurar nuestra libertad es un trabajo a muchos niveles donde la conciencia es el factor clave. Sin duda hay que trabajar hacia fuera para liberarnos de los elementos externos que nos someten de manera injusta o que nos limitan bajo coerción inaceptable. Pero enfocar la atención y la energía en sentir, explorar y soltar los impulsos que nos traen sufrimiento es igualmente importante.
Piensa en las ansias desmedidas por objetos que al final le hacen una zancadilla a tu felicidad. O el rencor del pasado que aún fluye en tu presente restándole brillo. O las murallas que levantas con tus juicios y creencias. En cantidad de ocasiones, la mayoría de las veces sin darnos cuenta, nosotros mismos nos ponemos las cadenas y echamos el candado. Nos cortamos las alas y luego culpamos a alguien más porque no alzamos vuelo.
Conecta con tu cuerpo y emociones para sentir hasta donde aprietan o desintegran los barrotes. Si le prestas atención a lo que sucede a cada instante, a tus reacciones y patrones de conducta, verás si caminas hacia una celada que tú mismo has tendido o si lo haces hacia la libertad que solo tú puedes darte.