En 2016, cuando la economía de Venezuela caía un 18,6% y la inflación rompía todos los récords con cerca de 800%, Fátima Camacho fue una de los millones de venezolanos que metieron sus vidas en una maleta y partieron al extranjero.
En ese entonces, el hambre, el desempleo, el alto costo de la vida y el pírrico salario mínimo, que no alcanzaba para cubrir la canasta básica, empujaron a muchos a buscar una mejor vida en otras naciones de Sudamérica y el mundo.
Y aunque muchos de esos problemas continúan para la inmensa mayoría, en abril pasado esta venezolana de 31 años pensó que ya era tiempo de regresar.
Volvió a empacar todo y tomó la misma ruta por carretera por la que llegó a Perú hace seis años. Se mudó con su hijo de 3 años a Maturín, en el este de Venezuela
«El aislamiento que vivimos en Lima afectó mucho a mi niño, tuvimos que llevarlo a terapias. Y también culturalmente nunca logramos adaptarnos a Perú», explica la joven en entrevista con BBC Mundo.
«Además, escuché que la economía mejoró un poco y quería pasar más tiempo con mi familia. Quiero que mi hijo disfrute de ella», añade.
Fátima forma parte de un nuevo fenómeno que se vuelve cada vez más visible en todas las ciudades venezolanas: los emigrantes que deciden regresar a Venezuela, la mayoría proveniente de otras naciones sudamericanas.
Pese a que sus familiares insistieron en que la situación está «más estable», ella tomó precauciones: «Dejé a mi esposo en Lima. No nos atrevimos a venirnos los dos, porque no estábamos seguros de si nos iba a ir bien».
Signos de recuperación
La grave crisis económica que afecta a Venezuela desde 2013 y que ha obligado a más de seis millones de venezolanos a abandonar su país parece haber tocado fondo, según expertos.
De hecho, desde hace meses, la economía venezolana muestra algunos signos de recuperación.
En marzo, el país sudamericano tuvo una tasa de inflación mensual de 1,4%, la más baja registrada desde septiembre de 2012, y en abril subió hasta 4,4%, aún muy por debajo del 24,6% que había registrado en abril de 2021.
Por otro lado, la producción de petróleo, principal fuente de riqueza para el Estado, empezó a incrementar a finales del año pasado, después de tocar fondo en noviembre de 2020, cuando cayó a 434.000 barriles al día.
En diciembre del año pasado Venezuela produjo 718.000 barriles diarios y desde entonces la producción se ha mantenido ligeramente por debajo de los 700.000 barriles.
Es aún una cifra muy pequeña para un país que producía más de tres millones de barriles diarios en 1998 y que tiene las mayores reservas probadas de crudo del mundo, pero casi duplica la registrada durante la caída histórica en 2020.
La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) ubica este año a Venezuela como uno de los países que más crecerá en la región con un estimado de 5% del Productor Interior Bruto (PIB), mientras el Fondo Monetario Internacional apunta a un más modesto 1,5%
El economista venezolano Luis Vicente León explica que es una mejora «sobre una pequeña porción de lo que solía ser» la economía venezolana.
Asegura que la crisis, junto con las sanciones impuestas por EE.UU. y el aislamiento del gobierno, obligaron al presidente Nicolás Maduro a aceptar una apertura económica.
«La presión y la pérdida del control del gobierno sobre la economía lo obligó a permitir una dolarización de facto de la economía y también llevó a procesos de apertura de precios y a ser menos hostil con el sector privado», le dice a BBC Mundo el también presidente de la consultora Datanálisis.
«La economía sigue siendo pequeña, pero está en una mejor posición que hace un par de años».
Más entradas, menos salidas
Calcular el número exacto de personas que regresan es casi imposible, debido a que el gobierno venezolano no publica estadísticas sobre migración y no respondió a las solicitudes de comentarios de BBC Mundo.
Pero desde su llegada hace dos meses, Fátima afirma haber sido testigo de «un movimiento económico» que no veía cuando decidió irse y que ha impulsado el regreso de otros compatriotas.
«Hay mucha gente regresando. Yo me vine por carretera y me crucé con gente que había pasado mucho trabajo y ahorrado para regresarse a Venezuela. También hay gente que todavía se está yendo, pero es menor en comparación con otros años», prosigue.
«La mejora es evidente. Se ve que la gente está invirtiendo en negocios, se ve más mantenimiento en las calles, el venezolano ahora se da gustos de vez en cuando».
Fátima espera que el crecimiento sea «duradero» para que su país «pueda mejorar de verdad«.
La nación sudamericana alcanzó el pico de su éxodo en 2018, registrando una tasa de migración neta -los que salen menos los que regresan- de alrededor de 1.850.000 personas, según datos de Datanálisis.
En el año 2021, el saldo migratorio fue de -180.000 personas: aún negativo, pero apenas el 10% de lo que fue en 2018.
Venezuela sigue perdiendo gente. Sigue siendo más los que salen que los que regresan, pero las salidas han caído drásticamente y ahora hay cada vez más gente regresando», confirma Luis Vicente León.
«Para muchos no tiene sentido quedarse»
Según el economista, la mayoría regresa de otras naciones de América Latina.
«Venezuela atravesó por tres grandes olas migratorias. Primero salió la élite; luego salieron los profesionales que no veían un buen futuro profesional; y la más reciente fue también la más masiva. Fue generalmente una población más pobre y con menos formación y se fueron a países más cercanos, la mayoría por tierra», señala.
«Y los últimos que emigraron son también los primeros en regresar».
León explica que la razón es simplemente que geográficamente están más cerca y pueden llegar por tierra. Además, afirma que las diferencias salariales en los trabajos de personal no cualificado entre Venezuela y sus países vecinos ahora son menores.
«Hace un par de años las señoras de servicios en Venezuela ganaban entre US$10 y US$15 mensuales y les era imposible sobrevivir con eso. Ahora pueden ganar entre US$200 y US$250 mensuales», asegura.
«La diferencia entre lo que ganaban afuera y lo que pueden ganar en Venezuela ahora ya no es tanta. Y si a eso le sumas que en su país no tienen que lidiar con xenofobia y que normalmente no tendrían que pagar alquiler, porque tienen sus casas o se quedan en viviendas familiares, para muchos no tiene sentido quedarse afuera».
Xenofobia
Fue precisamente la xenofobia otra de las razones por las que Fátima decidió regresar a su país.
«Cuando llegamos, a pesar de que lo hicimos con pocos recursos, no había mucha xenofobia. La gente era muy cálida y abierta, pero en el último año que pasé en Perú noté mucho la diferencia», relata.
«Ya cuando se daban cuenta de que eres venezolano, te dejaban de tratar bien. Los bancos ponen mil trabas para abrirle una cuenta a un venezolano. Todo es más complicado si eres venezolano«.
Admite que inicialmente no le afectaba mucho y trataba de ignorarlo, hasta que vio que su hijo de 3 años empezaba a resultar afectado.
«Había casos de xenofobia en el colegio. Las pocas amistades venezolanas que tenía que también tenían niños me contaban cosas que les habían pasado a sus hijos, pese a que son niños nacidos en Perú», cuenta Fátima.
«Pero como sus padres son venezolanos hacen una diferencia y la verdad es que ningún padre quiere que a su hijo lo excluyan«.
Emprendimiento
A mediados de mayo, la Cancillería venezolana anunció que había repatriado a 264 venezolanos desde Perú con el programa gubernamental «Plan Vuelta a la Patria», puesto en marcha en 2018 para facilitar el retorno de migrantes.
Según el organismo, desde la creación de este programa en 2018 hasta la fecha, han retornado al país caribeño alrededor de 30.000 venezolanos provenientes de más de 20 naciones.
Desde noviembre de 2021, en Argentina también se ve un cambio en el flujo migratorio.
Según datos recopilados por el diario argentino el Clarín, desde esa fecha unos 1.000 venezolanos abandonan Argentina cada mes y una gran parte de ellos retorna a su país.
Como muchos que regresan, Fátima quiere intentarlo de nuevo con su propio negocio: vende in Internet fulares portabebés elásticos y ergonómicos hechos por ella misma.
«Es un producto que no es muy popular aquí en Venezuela, pero que es muy práctico. Las ventas están lentas, pero apenas estoy empezando», explica.
«He vendido algunos. He recibido mucho cariño y a la gente le gusta. Lo ven, pero el venezolano ahora es más precavido a la hora de invertir en algo».
Aparte de tiendas virtuales, muchos de los que regresan han emprendido abriendo pequeños restaurantes, comprado carros para trabajar de taxistas; otros simplemente han retomado las labores que solían hacer antes de partir al extranjero.
Todos sueñan con que el país vuelva a ser «como antes». Pero la mayoría es consciente de que un cambio radical no llegará de la noche a la mañana.
Según estimaciones, la economía tendría que crecer un 10% anual durante casi dos décadas para recuperar el tamaño que tenía en 1997, un año antes de que el expresidente socialista Hugo Chávez llegara al poder.
Luis Vicente León destaca que la Venezuela actual no es un país, sino varios.
«Hay segmentos de la población cuyos ingresos se han dolarizado y para ellos la situación ha mejorado. Pero para otros, cuyos ingresos no son en dólares, están peor que antes, porque sus costos se dolarizaron», explica.
Pese a las limitaciones económicas que persisten en Venezuela, Fátima mantiene una actitud positiva y pide a sus compatriotas que pretenden regresar al país que traigan intenciones de salir adelante y de trabajar.
La exemigrante considera que los que regresan tienen ahora el deber de intentar «emprender y motivar» a sus compatriotas para sacar al país adelante.