Escribo esta columna luego de revisar informaciones y vídeos sobre la sesión del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) que se realizará en horas de la tarde de este martes.
Como venezolana siento vergüenza por el bajo nivel del representante del oficialismo, Samuel Moncada, por sus insultos e intolerancia, pero sobre todo, por ocultar que en Venezuela existe una grave crisis humanitaria que hace que los ciudadanos busquen en los basureros algún desperdicio para llevar al estómago y así saciar el hambre. El tema de la violación generalizada de los derechos humanos, civiles y políticos por parte del régimen de Maduro, fue también evadido por Moncada. Ante esto, no puedo menos que condenar, una vez más, a quienes traicionan a los venezolanos secuestrándonos el presente y condenándonos a la miseria. Y por otra parte, pido disculpas a los embajadores acreditados ante la Organización y especialmente al Secretario General, Luis Almagro -quien en sus dos informes retrata la tragedia venezolana- por el comportamiento grosero y preponte del delegado oficialista que no representa a la inmensa mayoría de los demócratas que hacemos vida en Venezuela.
Han sido ustedes, señores embajadores, testigos este martes de lo que experimentamos los ciudadanos todos los días, excepto que allá, el embajador venezolano no sacó las armas para reprimirlos, y aquí, el régimen lo hace continuamente.
El comportamiento de los representantes de Venezuela -la Canciller el lunes, el Embajador el martes- prueba que en Venezuela impera una dictadura, por lo que se hace necesaria la activación de la Carta Democrática Interamericana, instrumento jurídico del organismo multilateral que sanciona a los gobiernos que violan el sistema de libertades que se comprometieron a defender. El proceso para dicha activación es gradual, han dicho algunos representantes de los 20 gobiernos que apoyaron se discutiese el tema Venezuela, y va desde gestiones diplomáticas hasta la suspensión de un Estado como miembro del organismo. Ya hemos transitado las gestiones diplomáticas y el «diálogo». Nada se logró, al contrario, todo se agravó. Más hambre, miseria, presos políticos, criminalidad y corrupción. Tiempo no tenemos. De continuar instalada la tiranía en Venezuela podría ocurrir una explosión social sin precedentes. Bien saben ustedes que el hambre no espera.
Finalmente, el hecho de que se tocara el tema Venezuela en la OEA, representa, sin duda, una derrota para Maduro, ya que, sus representantes esgrimieron todo tipo de argumentos fatuos para que dicha discusión no se diera. Pero hasta que no se instaure una transición que conduzca a la democracia, no podemos hablar de victoria para un pueblo que vive, sufre y padece persecuciones, encarcelamientos, muerte y silencio.
Sin embargo, y como lo expresara alguna vez el poeta, escritor y político venezolano, Andrés Eloy Blanco, «Es inútil que los hombres luchen por detener la marcha de las conquistas democráticas. Ellas se impondrán a ellos y a nosotros, porque esas reivindicaciones son el camino, son la verdad y son la verdad porque son la vida».