Texto: ABC
el tercer encuentro entre Vladimir Putin y el Papa Francisco ha durado casi una hora. Y a la salida, el presidente ruso ha dicho al Papa: «Gracias por el tiempo que me ha dedicado... Una conversación muy sustanciosa e interesante».
Sobre lo que han hablado a puerta cerrada, el Vaticano no ha dado muchos detalles. Un escueto comunicado explica que «durante las cordiales conversaciones, ambas partes expresaron su satisfacción por el desarrollo de las relaciones bilaterales, reforzadas posteriormente con la firma, con fecha de hoy, de un memorando de entendimiento sobre la colaboración entre el Hospital “Bambino Gesù” y los hospitales pediátricos de la Federación Rusa».
Además, «han abordado algunas cuestiones relevantes para la vida de la Iglesia católica en Rusia», y «la cuestión ecológica y algunos temas de actualidad internacional, con especial referencia a Siria, Ucrania y Venezuela».
Una pista del tono de las conversaciones ha sido el intercambio de regalos. El principal de Francisco era un medallón conmemorativo de los 100 años del fin de la I Guerra Mundial. También, su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz y los tres últimos grandes textos de su pontificado: la declaración de Abu Dhabi sobre la fraternidad entre cristianos y musulmanes, y sus exhortaciones apostólicas sobre la santidad y los jóvenes.
Además, el Papa le ha regalado una reproducción de una antiguo grabado del Vaticano, «para que no se olvide de Roma». «Encontraré un puesto importante, donde ponerlo», respondió el presidente.
Putin ha traído un gigante icono de San Pedro y San Pablo, y le ha explicado que en Rusia su fiesta se celebra cada 12 de junio. También le ha entregado un libro de fotografías y un DVD de la película sobre Michelangelo, «Sin» («Pecado»), del ruso Andrei Konchalovsky, coproducida entre empresas moscovitas y romanas.
«Es uno de nuestros directores de cine más famosos», le ha explicado. «Ha vivido mucho tiempo en Italia. Me ha pedido que le entregue este libro y que le entregue la película, por si tiene tiempo para verla».
Aunque está de vacaciones, no parece fácil que Francisco encuentre un hueco para disfrutar del regalo. La anécdota de la visita ha sido la habitual mala costumbre de Vladimir Putin de llegar tarde a sus citas oficiales. Esta vez, el Papa, que tenía buen aspecto y se ha mostrado sereno durante todo el encuentro, ha tenido que esperar «solo» una hora la llegada del líder ruso.