TULCÁN, ECUADOR —
Humberto Urdaneta tenía todo más o menos resuelto. Una oferta de trabajo en Buenos Aires, cita para conseguir la licencia de conducir e incluso para sacar el DNI argentino. Tenía también, a diferencia de muchos de sus compatriotas, un pasaporte.
“El pasaporte tiene que tener más de seis meses de vigencia para poder pasar”, le dijo al venezolano un policía el martes en el puente internacional de Rumichaca, en la frontera entre Ecuador y Colombia.
A Urdaneta se le cayó el alma a los pies.
En lo que antes era un puente con pasos peatonales por los que los transeúntes podían pasar sin ningún problema, ahora había policías ecuatorianos revisando los documentos de los migrantes venezolanos.
Altos, vestidos de un negro que contrastaba con el amarillo de las vallas del puente, los gendarmes mandaban a los venezolanos de vuelta al lado colombiano de la frontera.
“Me sentí destrozado, imagínate tener un plan…y de repente, te sientes como si estuvieras huyendo”, dijo Urdaneta a la Voz de América.
Junto con él, docenas de venezolanos se congregaban a las afueras del centro de migración de Colombia. Esperando a que alguien les dijera algo, si tenían que devolverse, si podían seguir, si su viaje algún día iba a terminar.
Arrastrando sus dos maletas de ruedas, atadas por un cordón elástico amarillo, Urdaneta recorrió varias veces, de ida y de vuelta, de Colombia a Ecuador, preguntando si lo podían ayudar, si era verdad que el pasaporte no servía, aunque se venciera en cuatro meses.
La mayoría de los migrantes que cruzan de Ipiales a Tulcán no se quedan en Ecuador. Según Vladimir Velasco, responsable del Ministerio de Inclusión Económica y Social, más del 90% de ellos buscan ir a Perú y Chile. De acuerdo con datos del gobierno, en el mes de julio de los 93.200 venezolanos que entraron al país, solo 18.200 se quedaron. Es decir, solo un 20% de ellos tuvo como destino final Ecuador.
En las primeras horas de la tarde, los policías se retiraron de los checkpoints que habían creado en el puente y las decenas de venezolanos que estaban esperando para cruzar, sin control, como se había estado haciendo hasta el miércoles, caminaron por el puente de Rumichaca, que se eleva unos treinta metros sobre el río Carche.
Antes de cruzar, Urdaneta consiguió que las autoridades migratorias colombianas le expidieran una tarjeta de migración andina.
Según anunció el Ministerio de Interior y confirmaron las autoridades gubernamentales en la zona, Ecuador activó lo que llamaron un “corredor humanitario”.
Solo por el miércoles, el gobierno hizo una excepción al decreto que requería un pasaporte con vigencia mínima de seis meses para entrar al Ecuador sólo para los venezolanos que están de paso por el país y tienen su destino final en Perú, Chile o, como Urdaneta, en Argentina.
A las siete de la noche, la oficina de migración colombiana comenzó a expedir tarjetas de migración andina –o cartas andinas- para los venezolanos que solo viajaban con su cédula o con el pasaporte con una fecha de vencimiento menor a seis meses.
Con los sellos de salida de Colombia y entrada de Ecuador en la carta, el gobierno ecuatoriano permitió a los migrantes cruzar su territorio.
30 autobuses, con una capacidad para cuarenta personas cada uno, fueron proveídos por el gobierno para transportar a los venezolanos que tuvieran su carta andina sellada, hasta la frontera con Perú, en Huaquilias.
Urdaneta espera conseguir una mejor calidad de vida en Buenos Aires, al igual que un trabajo que le permita mandar dinero a su esposa, Carolina, quien se quedó junto con su mamá en Maracay.
“Mi plan es llegar, estabilizarme, ver el panorama y reunir el dinero para que ella se venga también”, dijo Urdaneta.
Con la que no cree que se vaya a poder reencontrar es con su mamá, que tiene 70 años: “Con mi esposa también nos separamos pero siempre está la esperanza de que ella va a estar conmigo, con mi mamá no”.