La severa crisis en Venezuela ha hecho que las cifras de emigración aumente de manera exorbitante, otros han hasta preferido cruzar frontera para al menos abastecerse de comida como ocurre con regularidad con los criollos que llegan al hermano país Colombia para adquirir los alimentos, medicinas y hasta vacunas que en su país no consiguen.
No todo es color de rosa, José lleva una semana durmiendo en la calle y Rafael a veces se queda en un refugio donde le dan de comer. Como otros venezolanos que migran a Colombia, padecen un rosario de penurias buscando empleo y un futuro mejor para sus familias.
Es casi la media noche y tanto José Flores como Rafael Mendoza deberán dormir a las puertas del albergue Centro de Migraciones de la Diócesis de Cúcuta, la ciudad fronteriza por donde llegaron desde Venezuela tratando de dejar atrás la severa crisis de su país.
Flores, un pastelero de 50 años, agarró unos 10 dólares, una mochila con pocas cosas y dejó en su oriunda Maracay a su esposa y dos hijos para buscar empleo en Cúcuta, ciudad de unos 600.000 habitantes. Ya lleva una semana de búsqueda y nada.
“Como no tenemos plata para una pieza tenemos que dormir en la calle. Prácticamente somos como unos indigentes. A veces no nos bañamos, no comemos”, dice a la AFP este hombre, que hace unos meses pesaba 80 kilos y hoy luce delgado y demacrado por la escasez de alimentos que padeció en Venezuela.
Con el empeoramiento de la crisis en el país vecino, cada vez hay más venezolanos en Cúcuta, la segunda ciudad con mayor desempleo de Colombia (16,6%) y la de mayor trabajo informal (70,4%), según cifras oficiales del periodo marzo-mayo.
Cada vez más
“Uno se siente con las manos atadas, pensando en no tener (dinero) para mandarle a nuestra esposa, a nuestros hijos. Lo que pido es un trabajo, nada más. Es fuerte, ¿verdad?”, apunta el hombre recostado en el suelo junto a la puerta del Centro de Migraciones, que es dirigido por una misión scalabriniana.
Flores nunca antes había dormido en la calle y se ve abatido por las dificultades para conseguir empleo y comer bien. “A veces nosotros venimos con sueños, pero los sueños se acaban. Es fuerte”, dice con la voz ahogada en llanto.
En el último mes, ha habido unas 65 personas de promedio en el refugio, poco más de la mitad son venezolanos, 22 solicitan refugio y 12 están de paso. Además, muchos se quedan solo un par de días, cuenta a la AFP el padre Francesco Bortignon, director de la misión.
“Llegué aquí (al centro) sin ropa ni nada. Me recibieron y me dieron una ayuda, una muda de ropa y comida”, afirma Mendoza, de 32 años y oriundo de Ciudad Bolívar, en el lejano este venezolano.
Crisis migratoria
Unos 25.000 venezolanos entran a diario a Colombia y un número igual sale, en un tránsito circular para comprar alimentos y para ganar dinero en trabajos informales, como es el caso de Ernesto Toro (35), que calcula que pasará una semana en Cúcuta vendiendo pulseras que hace él mismo.