La ciudad palestina de Belén ultimaba este viernes los preparativos para acoger a miles de peregrinos y asumir su papel central en el mundo cristiano con motivo de la Navidad aunque, según algunos lugareños, las guerras regionales se proyectan por ahora en la afluencia del turismo.
La emblemática Plaza del Pesebre, junto al lugar en el que según la tradición nació Jesús, son estos días un ir y venir de gentes, con turistas sacándose fotos y trabajadores municipales que dan los últimos toques a las barreras policiales, papeleras y paredes.
En el paso que conecta Belén con Jerusalén la circulación de vehículos era ayer relativamente fluida, con numerosos autobuses de turistas llevando a los primeros viajeros.
Un gran árbol con bolas doradas y una estrella en la punta da la bienvenida a los peregrinos en la emblemática Plaza, mientras a sus pies un belén de frondosas ramas engarzadas recrea el nacimiento.
Según el programa, estaba previsto que los festejos se iniciaran con villancicos y canciones navideñas, que precederían a la misa del Gallo a medianoche dentro en la Iglesia de Santa Catalina, transmitida en directo a todo el mundo.
«Se restringe el acceso a la misa de la Natividad. Más de 2.000 personas no pueden entrar», declaró a Efe fray Artemio Vítores, guardián del Convento Franciscano adjunto a la Basílica de Natividad, esta última bajo control de la Iglesia ortodoxa.
El único problema que prevén los organizadores es el mal tiempo previsto para la Nochebuena y el día de Navidad, con bajas temperaturas y quizás también lluvia.
Dentro de la Basílica misma, levantada sobre la gruta que marca el nacimiento, los frailes ultimaban la limpieza del lugar y «refrescaban protocolos», explicó Vítores, a cargo de la organización.
«Hemos estado preparando listas de invitados, carteles, limpiando la gruta y hasta el niño Jesús», dice sobre un pequeño bebé tallado en madera por artistas de la localidad catalana de Olot en 1921.
Vítores, que lleva casi medio siglo en Tierra Santa, coordina también el orden de las decenas de misas privadas que se celebrarán en la gruta de la natividad, lo que en sí mismo apunta a un incremento en la prevista afluencia de peregrinos.
Según las estadísticas, entre 50.000 y 60.000 peregrinos y turistas llegarán a Belén hasta el 20 de enero, período navideño de los distintos ritos.
Los actos comenzaron este sábado con la entrada del administrador apostólico, Pierbattista Pizzaballa, que reemplaza en sus funciones al último patriarca, Fuad Twal, desde que este se jubilara en junio.
Según una antigua tradición, Pizzaballa debe peregrinar a medio día desde Jerusalén a Belén, para lo cual deberá cruzar el muro israelí de hormigón que separa ambas ciudades desde la Segunda Intifada (2000-2005).
Este viernes, en su mensaje navideño, el presidente palestino, Mahmud Abás, recordó que en 2017 se cumplirán «50 años de ocupación israelí, la más larga de la historia moderna», y que sus políticas, en alusión a ese muro, «han cortado la conexión de Belén con Jerusalén (..) por primera vez en 2000 años de cristiandad».
En el suyo, no menos político, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, aludió al creciente número de cristianos en Israel, lo que atribuye «no a la casualidad, sino al compromiso (de su país) con la libertad religiosa».
A su llegada a Belén, en un corredor interno del muro, Pizzaballa será recibido por los notables palestinos para acompañarle hasta la Plaza del Pesebre, donde le esperarán bandas musicales de boyscouts de Cisjordania y Gaza y decenas de franciscanos que, en procesión, le escoltarán hasta la basílica.
Por la noche, oficiará una misa del Gallo presidida por Abás, y en la que participan los cónsules generales de las siete potencias protectoras de Tierra Santa, entre ellas España.
Mientras, vendedores ambulantes y comerciantes esperan aprovechar el período de fiestas para reactivar el alicaído comercio.
«Por ahora está todo un poco parado pero esperamos más afluencia de turistas durante la fiesta», manifestó a Efe el joven Jader Hadwe, que dirige el restaurante del Centro de la Paz, sobre la misma plaza.
Para esta Navidad, su restaurante ofrecerá comida tradicional palestina, a diferencia de otros a su alrededor que se inclinan por la gastronomía más occidental.
Como él, también Miri Giacaman, vendedora de una tienda de recuerdos, espera un impulso a partir de mañana sábado.
Pero explica que Belén se sigue viendo afectada «por las guerras en los países de la región», porque la gente ve por la tele lo que ocurre en Siria o Irak y «lo traslada a Tierra Santa», donde por lo contrario «este año está todo tranquilo».