Acostumbro todos los años hacer un pequeño resumen de los 12 meses que se convierten en 52 semanas, tratando de llevarles un poquito de humor, sonrisas o reflexiones.
Al ir revisando mis diferentes escritos, en todas las páginas leo lo mismo. Parece que estuviera repitiendo la misma letanía todo el tiempo. Como ejemplo, aquí va un pedacito de mi página correspondiente al 5 de febrero:
El último que apague la luz
Ya no hay ni luz al final del túnel, porque el túnel se cayó. Y cuando se cayó, se llevó los cables… Y los cables que quedaron se los está comiendo la gente.
Ah… pero queda la gente de billete. ¿No? No. Tampoco. Porque billetes, lo que se dice billetes, tampoco hay. Bueno, hay… pero no sirven. Con el dólar a mil bolos, no se sabe para qué sirve la moneda de un bolívar. Ni hablar de la puya. Para lo único que sirve este tipo de cambio es para que Nicolás pueda calcularlo, porque está en números redondos (y a lo mejor ni eso).
Bueno… Quedan los aeropuertos, si es que alguien se quiere ir. No. Tampoco se puede, porque los pasajes son en dólares, y adivinen que: dólares tampoco hay.
Ok. En todo caso, los que tienen billete, pero que no tienen, porque los cajeros no los dan, pueden usar sus tarjetas. El problema es que las tarjetas que funcionan ahora son las tarjetas de los bancos del gobierno, y los bancos del gobierno, no están dando las tarjetas… Y cuando las dan y la gente viaja con ellas, no le funcionan.
Y por ahí sigue el cuento. ¿Cambió algo? Vamos con otra…
¿Cuántos kilos de billetes quiere?
Esta paginita es de marzo…
Lo mismo pasaba con los billetes. Nadie le quería cambiarle a uno un billete de 500. ¡Eso era mucha plata! Bueno, eran nada menos que un poquito más de 100 dólares, y por los años 70… Ná pelusa. De hecho, tuvieron que eliminarlos de circulación porque nadie los quería (no lo querían llevar en el bolsillo).
En cuanto a la famosa frase “¿Cuantos kilos quiere?” Aunque parezca mentira, se está poniendo otra vez de moda, pero ya no son los kilos de jamón, ni de pollo. Ahora cuando la gente va a pagar, dice: ¿Cuántos kilos de billetes quiere? Así vamos… A paso de vencedores.
¿Qué les parece?… Eso fue escrito como les dije en marzo… Solo que ahora los kilos de billetes son los de a 100.
¿Y esta de abril? ¡Sí!, ¡abril!
Las colas ya tienen su género y clasificación: hay colas para alimentos. Hay cola para medicinas. Hay cola para champú, pasta de dientes y esos artículos superfluos. Y hay cola para baterías de carro y otros repuestos. Estas últimas -si nos ponemos a ver- son más cómodas porque cada aspirante a consumidor, espera en su automóvil en vez de los pobres que están a paticas en medio de la calle, bajo el calor del astro sol.
Y esta es del 26 de julio
Así fue que vimos a esa multitud de personas queriendo pasar a Cúcuta. Nada más de verlo por la tele, daba claustrofobia. ¿Cuándo llega el que está allá atrás?, me preguntaba yo, viendo la imagen.
Otro fragmento:
A todas estas vimos a esas personas cargadas de bolsas con artículos de primera necesidad, regresando a Venezuela. Ya esta semana, eso se acabó. Supuestamente las autoridades diplomáticas de ambos países “verán cómo dilucidan la apertura del puente Simón Bolívar”. (¿No parece de hace una semana? Pues no, es de julio)
Y después hay páginas de “La toma de Caracas”, la marcha tal, la otra marcha, la siguiente marcha… Y la gente sale, vuelve a caminar,llena la autopista, la mandan para su casa, la vuelven a recoger… ahora vamos de Este a Oeste… No, mejor de Oeste a Este… Y la vuelven a mandar para su casa, la vuelven a mandar a salir… Sí hay referendo, ahora no, ahora sí hay… La gente sale, se arrecha, se devuelve otra vez, que no hay referendo, que sí hay, que no hay, que no hay, que no hay… Y no hubo.
¿Qué más hay que decir? ¿Algo nuevo? Naranjas… Sólo desear que el 2017 sea un año diferente. ¡Qué haya algo nuevo!
¡Feliz año diferente (son mis deseos)!