Hace poco más de dos meses, asumí la Presidencia de la República de Panamá. En los cinco años que durará mi mandato, tendré que afrontar, en nombre de todos los panameños, grandes retos, varios de ellos que atañen no solo a mi país, sino al hemisferio.
Nuestra privilegiada posición geográfica nos convirtió en el punto de paso y encuentro de las Américas. Tuvimos el primer ferrocarril que une el Atlántico y el Pacífico en nuestro continente, la primera aduana del continente y la primera ciudad española en Tierra Firme. Nuestro Canal y el “hub” aeroportuario nos convierten en socios estratégicos para todos los países del mundo.
En la actualidad, nuestro Canal sirve a un total de 180 rutas marítimas que conectan 1,920 puertos en 170 países, constituyéndose en un gran valor agregado para productos de todo el mundo.
Conscientes de nuestra importancia como lugar de convergencia, nuestras puertas siempre han estado abiertas a todas las nacionalidades que, en buena lid, quieran aprovechar las ventajas competitivas de ser, como dice nuestro escudo, “PRO MUNDI BENEFICIO”.
Pero hoy Panamá enfrenta una inmensa problemática producto de su ubicación estratégica: la inmigración ilegal por la selva del Darién que está siendo utilizada como llave de paso por cientos de miles de migrantes, desde hace tiempo, que huyen de los graves problemas económicos, políticos y sociales en búsqueda del llamado sueño americano.
Conozco ese territorio muy bien, pues hace poco más de una década, cuando fui Ministro de Seguridad de Panamá, lideré las fuerzas que recuperaron el Darién de la narcoguerrilla.
Hoy, genera un dolor inmenso ver el drama social que significa este camino improvisado, que es recorrido por mujeres, niños y personas mayores que inician una travesía inhumana a través de ríos, selvas y lugares inhóspitos a merced de cualquier tipo de riesgo para su integridad.
Ese tránsito de personas es liderado por organizaciones criminales, con base en países vecinos, que reciben dinero maldito para lucrar con la necesidad y la esperanza de miles de seres humanos.
Comprendo de manera cabal la dura decisión de migrar para escapar de la miseria y opresión que viven en su lugar de origen. La gran mayoría de las personas quieren vivir, desarrollarse y progresar en la tierra donde nacieron.
Reitero, las causas son conocidas, pero solos no podemos atenderlas. Ya son demasiados los problemas sociales y financieros que enfrentamos como nación. No disponemos de recursos ni de posibilidades materiales para darle una solución a la crisis migratoria por cuenta propia.
La inmigración ilegal por Panamá es parte de un problema global inmenso y debe ser aquí, en Naciones Unidas, que debe ocupar un lugar de importancia en su agenda.
Estamos orgullosos de ser un país de conexión al comercio mundial, pero no permitiremos ser utilizados para el tránsito de inmigrantes ilegales con los correspondientes costos sociales, humanos y ambientales que esto supone para nuestro territorio.
Panamá paga hoy un alto costo ambiental producto de este flujo ilegal de personas, ocasionando un daño severo a nuestra biodiversidad.
Quiero decirles que existe una inmensa diferencia entre analizar esta problemática desde recintos como este, en pleno Manhattan, a ser testigo presencial del drama como yo lo he sido. Ver a niños que han quedado huérfanos por la inclemencia de la travesía por la selva, tocaría el alma del más frío analista que estudia estas cuestiones desde la comodidad de una oficina.
No son problemas aislados en el Darién o, por dar otro ejemplo, en el Mediterráneo. Es un complejo sistema del crimen organizado que lucra con la desdicha humana.
Por la frontera del Darién, en 2023, ingresaron más de medio millón de inmigrantes ilegales. Esto corresponde al 12% de la población total de Panamá. Si lo mismo ocurriera en los Estados Unidos, significaría el ingreso de 40 millones de ilegales en un año; es decir, un número 20 veces mayor al que reciben hoy.
Otro ejemplo, a Italia —que también tiene un grave problema migratorio— el año pasado ingresaron cerca de 150 mil personas de manera ilegal. Si fuese en la proporción de Panamá, significaría el ingreso de unos 7 millones de ilegales a este país europeo.
Señoras y señores, les pido que vean la magnitud de lo que está sucediendo, porque sentimos que no contamos con todo el apoyo internacional que corresponde para hacerle frente a una situación tan angustiante desde el punto de vista humanitario, tan costosa en lo financiero, tan riesgosa para nuestra seguridad y tan alarmante por la devastación ambiental que nos dejan.
Y es precisamente del estrago ambiental que quiero hablarles ahora. Darién es una de las selvas neotropicales más grande del mundo. Cuando medio millón de personas pasan y dejan toneladas de residuos a lo largo de los años, algunos altamente contaminantes como baterías y plásticos, genera serias consecuencias ecológicas.
También —y es doloroso decirlo— quedan cuerpos en descomposición por la vera del camino o en los ríos. No todos sobreviven a esta terrible odisea de 20 días a través de la selva. A Panamá le toca atender un problema que no es nuestro, pero lo hacemos, en la medida de lo posible, con los recursos que tenemos.
Nadie se imagina y menos aceptaría a 500 mil personas dejando basura sin ningún tipo de planificación ni tratamiento en el bosque de Bavaria, en Alemania, o en el Parque Nacional de Yellowstone, aquí en los Estados Unidos. Medio millón de almas en situación irregular pasando sin documentos y sin control.
Tal vez la razón de la falta de indignación global por la devastación de nuestra provincia de Darién, el gran pulmón verde de la región, es porque está en un lugar inhóspito de la frontera entre Panamá y Colombia.
Entiendo que parte de la responsabilidad de que esto ocurra recae en funcionarios de anteriores gestiones en nuestro país, que no tuvieron la decisión y la fuerza para poner este tema en la agenda mundial. Pero eso cambió. Este Presidente sí lo denunciará y utilizará cada foro internacional para exigir un esfuerzo compartido para frenar el flujo de la migración ilegal.
Señor Presidente: en Panamá hoy está la nueva frontera de los Estados Unidos, porque por el Darién pasan los que buscan, aquí en este país, una mejor vida.
Panamá, que siempre ha estado del lado de la paz y del progreso de las naciones, hoy necesita ayuda y apoyo de esos países a los que ha ayudado históricamente en este y otros recintos. Cooperación concreta y un trabajo frontal para evitar que usen nuestro territorio como el inicio de un sueño, que gran parte de las veces es generado por organizaciones criminales vinculadas al narcotráfico y a la trata de personas.
La inestabilidad política es una de las causas generadoras de la migración masiva. Cuando existen casos graves de crisis institucional a lo largo del tiempo, tienen como consecuencia inmediata la deserción de sus ciudadanos. Venezuela es un ejemplo concreto.
Es por eso que quiero hablarles de nuestra situación política regional que, casualmente, es el gran hilo conductor de la crisis migratoria que vivimos.
La creciente degradación de su sistema institucional ha ocasionado la desbandada de casi 8 millones de venezolanos, según datos de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados. Esta cifra representa una verdadera tragedia migratoria a la que los organismos internacionales no le han dado una respuesta contundente y creíble a lo largo de estos años.
Los últimos acontecimientos en Venezuela han minado aún más la mancillada institucionalidad del país. Seamos claros, adjudicarse un triunfo sin mostrar las actas es como querer ganar un juicio sin presentar pruebas; querer ganar sin mostrar las actas es lo mismo que perder y no aceptar los resultados. De hecho, el régimen actual ha perdido el sustento de sus más fervientes defensores en la región o, en el mejor de los casos, ha recibido el frágil apoyo del silencio.
Es más que evidente que el actual régimen no dejará el poder ni reconocerá su derrota. Es por eso que hago un llamado a las organizaciones correspondientes, a que actúen de forma enérgica contra las actitudes y comportamientos manifiestamente antidemocráticos.
Quiero ser enfático en que esto no es un tema ideológico o de diferencia de pensamientos; es sobre la obediencia estricta de la voluntad popular, que es la madre de todas las voluntades. Panamá está abierto al diálogo con el resto de los países donde se respete el sistema político y representativo que emana de la Constitución nacional de cada territorio.
Traigo a colación el tema Venezuela porque se me hace muy difícil hablar de salud y medioambiente cuando ocho millones de nuestros vecinos se vieron obligados a salir de su territorio, huyéndole a la miseria que vive un país que debería ser una potencia económica.
¿De qué desarrollo sostenible regional podemos hablar ante esta interminable crisis política que afecta todo el continente? No pretendo disfrazar de verde natural mi discurso cuando hay sangre derramada de inmigrantes que arriesgan su vida en nuestra selva buscando un sueño de libertad. Cuando a su paso contaminan el Darién dejando una estela de destrucción y desolación que a los panameños nos toca recoger, reparar y costear.
Si realmente hay una preocupación por el desarrollo sostenible, le pido a los países miembros hacer una defensa férrea y establecer mecanismos precisos para revertir el daño producido en el Darién. Me refiero no solo a los daños medioambientales, sino a las causas que lo originan, como el autoproclamado triunfo del actual régimen en Venezuela.
Como tercer punto, quiero avanzar en mi ponencia refiriéndome a las injustas listas discriminatorias en las que ha sido incluido nuestro país. Listas que nos ponen junto a tiranías que han cometido las peores atrocidades. Con países que no abren sus puertas al mundo, no respetan la democracia o que fomentan el terrorismo.
No aceptamos ser parte de estas listas elaboradas por intereses particulares de naciones que no logran ser competitivas ni atractivas para sus conciudadanos. Panamá no puede ni debe permitir esta afrenta, menos después de todos los esfuerzos realizados.
Hemos implementado reformas significativas en nuestro sistema financiero y legal, a traves de los ultimos años, para cumplir con estándares internacionales de transparencia y prevención de lavado de dinero y otros delitos del crimen organizado. Pero eso no ha sido suficiente.
Nuestra nación ha mostrado disposición para colaborar con organismos internacionales y hemos firmado tratados de intercambio de información fiscal con varios países. Tampoco ha sido suficiente.
Como consecuencia, las recetas impuestas bajo la falsa promesa de desclasificarnos han sido catastróficas para nuestra economía y aun así no hemos logrado librarnos de esos temerarios señalamientos.
Panamá no es un paraíso fiscal ni nada parecido, como si lo son otras jurisdicciones afines a muchos países promotores de estas listas, que son analizados y se miden con otra regla diferente a la de mi país.
Es paradójico, pero las naciones que aprueban la inclusion de Panamá en esas listas usan nuestro Canal, participan en licitaciones públicas, lucran con consultorías pagas y hacen “lobby” a favor de sus empresas para lograr contratos en nuestro país.
Este Presidente ha tomado la firme decisión de no permitir que las empresas de los países que avalan y acompañan esas listas participen en licitaciones internacionales. Tampoco contarán con nuestro voto en los organismos internacionales.
Al tiempo que nos señalan, han gozado de muchas facilidades y ninguna medida restrictiva. Su visión sesgada pretende mantener un estigma infame sobre Panamá, que es un país responsable en materia de cumplimiento financiero.
Quiero lo mejor para mi amada Panamá. No llegué a la Presidencia para congraciar a otros países, sino para atender las demandas de mi Patria.
Hablando de listas, quiero contarles que Panamá es uno de poquísimos países en el mundo carbono-negativo. Es decir, que eliminamos más dióxido de carbono de la atmósfera del que emitimos. Pero tener esa deslumbrante condición ambiental no nos ha traído ningún beneficio.
Tener gran parte de nuestro territorio protegido implica desafíos mayores para poder lograr un auténtico desarrollo. Hoy, países que acabaron con su biodiversidad para desarrollarse, imponen a otros en vías de desarrollo el cuidado ambiental que ellos no tuvieron.
Esto supone una asimetría en cuanto a las oportunidades para el progreso. Por un lado, debemos mantener nuestras selvas en estado primario y, por otro, nos señalan en listas que complican la llegada de inversiones y truncan el desarrollo de un sistema financiero mundialmente competitivo. Panamá no acepta esas reglas de juego.
Quiero reiterar en este recinto el mensaje a la Nación panameña, cuando asumí el cargo de Presidente: «Panamá es un país amigo de las buenas causas y no permitiremos más señalamientos injustos que perjudican nuestra capacidad económica, nuestro prestigio y socaban la imagen de nuestro país».
Finalizando, quiero expresar nuestra honra como panameños, pues en enero del próximo año seremos miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas por sexta vez en la historia.
Esto es fruto de un trabajo sostenido en el tiempo. Es por la conducta de nuestro país en la lucha contra el terrorismo, contra la trata de personas y contra el narcotráfico. Panamá contribuye a la paz y la concordia entre todos los pueblos.
Todo esto es contradictorio a las listas antes mencionadas. Perdón por mi insistencia, pero es inaceptable que, a un país con una conducta íntegra y coherente a favor de la libertad, la paz y la seguridad internacional, se le asocie con quienes hicieron todo lo contrario a esto, colocándonos en arbitrarios listados que no condicen con la realidad. Verdaderamente, inaceptable.
Continuaremos luchando, de forma pacífica y sostenida, para que se termine con este hostigamiento innecesario y, sobre todo, discriminatorio en manos de países que jamás aplicarían en sus territorios las condiciones que ellos nos exigen.
Para finalizar, quiero expresar que seguiremos construyendo un país al servicio de la humanidad. Cuidando nuestra biodiversidad, a pesar de las adversidades, defendiendo la democracia, a pesar de las amenazas concretas que hoy existen en nuestra región.
Panamá seguirá conectando el comercio mundial, luchando por la libertad, integrándose al mundo y exigiendo el respeto que damos y que nos merecemos, como una nación íntegra, con un pueblo noble, trabajador y que lucha todos los días para hacer de este mundo un lugar mejor para vivir.
Distinguidos miembros de esta Organización, en nombre de Panamá y de todo el pueblo panameño, muchas gracias por esta oportunidad.