En la frontera entre Costa Rica y Panamá, zona de continuo paso de migrantes de diversas nacionalidades, se asentó hace poco más de tres años, Carlos Sivira, un venezolano de 44 años de edad, que es conocido como “El Ángel Negro” por su constante ayuda a los más necesitados y por su piel morena.
Sivira, entrevistado por EL VENEZOLANO, contó entre lágrimas, como se las ha arreglado para ayudar a los más de cinco mil migrantes que han pasado por su casa a lo largo de tres años.
En el hogar de Sivira, quien ya posee un estatus legal en Costa Rica, los migrantes han conseguido un techo, comida, trabajo y una mano amiga que no piensa desmayar a pesar de las dificultades que se ha encontrado en el camino.
“Por mi casa han pasado más de 100 migrantes en una sola semana”, contó Sivira, oriundo de Petare, en Caracas. “Yos les brindo comida y alojamiento sin cobrarles un centavo. La mayoría están de paso para seguir su camino. Duermen una noche y luego siguen”.
Carlos contó que las personas se acomodan en la sala, en el garaje y hasta en el frente de su hogar, muchos de ellos en carpas y colchonetas. “Hago lo que puedo y con lo que tengo. No doy lujos, pero si una ayuda que para muchos es súper valiosa”, destacó.
¿Recibe ayuda?
Hasta ahora, su trabajo solo ha sido reconocido por una organización, tal es el caso de la Alianza VenCr, que le proporciona incentivos económicos para que continúe con su labor, sin embargo, la mayor parte del presupuesto que utiliza sale de su bolsillo.
“Yo tengo mi emprendimiento de comida, se llama Chamos Gourmets. Vendo empanadas, arepas, pollo y distintas comidas. Todo el mundo en la zona conoce mi ubicación y las ventas son muy buenas. De ahí entonces saco para poder ayudar a los migrantes que necesiten mi ayuda. Igualmente, recibo muchas colaboraciones de los vecinos y conocidos”.
Una de las personas que más ha colaborado con Sivira es una panameña conocida como “Chela”, quien tiene un residencial y recibe a los migrantes que ya no tienen puesto en el hogar de Sivira por falta de espacio.
El “Ángel Negro” resaltó que, si bien trata de recibir a la mayoría de los migrantes que solicitan su ayuda, hay que tener “ojo clínico” para recibirlos.
“No todos vienen con buenas intenciones. Varios han hasta robado en mi hogar sábanas y otros utensilios, entonces tengo que estar muy pendiente. Aunque suene a chiste, me dejo llevar mucho por el comportamiento de mi perro Tanos Antonio, que cuando ve a alguien sospechoso comienza a ladrar. La veces que lo ha hecho, no ha fallado”, contó entre risas.
Ejemplo en casa
Sivira, entre lágrimas, confesó que su interés de ayudar a los más necesitados viene de familia. Fue un ejemplo que vio desde muy pequeño.
«Mi madre, en Caracas, recibía a todas las personas del interior del país que llegaban a buscarla. Les daba un techo, comida y hasta los aconsejaba. Yo crecí viendo eso y ahora estoy dando el mismo ejemplo», contó.
«Yo hago esta labor, sinceramente, sin esperar nada a cambio. Me gusta ayudar y que las personas se sientan bien. Yo soy un instrumento de Dios y esta es mi forma de retribuirle a Él todo lo que me ha dado».
¿Qué es lo más duro?
Carlos contó a El Venezolano que él también vivió momentos muy duros cuando llegó a Paso Canoas, donde permaneció por más de un año de forma irregular, esperando poder sacar sus papeles ante las autoridades de Costa Rica.
«Yo pasé momentos muy duros, pero no bajé la cabeza, por el contrario, seguí mi camino y por obra del Señor Jesucristo obtuve mis papeles y estoy legal en Costa Rica».
En cuanto al recibimiento de migrantes, Sivira recordó que lo más duro para él ha sido el conocer a niños que han pasado días sin comer.
«Cuando atraviesan esa selva (Darién) cambian hasta su forma de ser. Dejan de ser niños, y yo digo que es por todo lo duro que atraviesan y ven en ese camino de terror. Es duro ver como pierden su inocencia para estar preparados para cualquier situación».