Por Guillermo A. Cochez (*)
La decisión de la Cancillería panameña de suspender credenciales a la embajadora Fabiola Zavarce, representante del gobierno interino de Venezuela, dirigido por Juan Guaidó, ha pasado casi desapercibida. Con tantas noticias que a diario se dan con la pandemia y la corrupción oficial, la principal cobertura fue un editorial de La Estrella del sábado 6 de febrero.
Allí se justifica la decisión, criticando acremente la gestión del Secretario General de la OEA, Luis Almagro. Llama al diálogo a la oposición y a la dictadura para salir de la crisis en ese país hermano. Esa petición de diálogo, esgrimida por el editorialista, equivaldría a que algunos hubiésemos pedido sentarnos a negociar con Noriega el 4 de octubre de 1989, luego de que fusilaran a los valientes militares que el día anterior se atrevieron a rebelarse en su contra.
Nicolás Maduro es un dictador, de muy mala calaña. Ni siquiera es venezolano, pues nació en Colombia. Habla de elecciones, pero previo a ellas encarcela e inhabilita a líderes opositores para que no puedan participar. Se roba partidos. Ignora dictámenes de Derechos Humanos de la ONU. Patrocina asesinatos y torturas. Se nutre del tráfico de drogas, el contrabando y todo tipo de acciones del crimen transnacional y el terrorismo.
Los militares, además de la droga, están en negocio de la extorsión, secuestros y minería ilegal. Es un régimen que sirve de refugio a las guerrillas colombianas para que desde Venezuela cometan actos de barbarie en contra de Colombia.
Venezuela cobija en su seno la mayor corrupción conocida en el continente, convirtiendo un país extremadamente rico en lo más miserable de América Latina, a los niveles de Haití. El país es un centro de operaciones de grupos islamistas radicales y ha entregado sin control sus riquezas a Cuba, China, Irán, Rusia y Turquía.
¿Qué resultados se pueden prever en un diálogo con Maduro, tantas veces gestionado con el Vaticano, Noruega, la Unión Europea, OEA y la ONU? Absolutamente ninguno.
El domingo 7 de febrero se realizaron las elecciones en Ecuador. El partido del expresidente Rafael Correa, condenado por corrupción y representante del socialismo del siglo XXI, pasó a la segunda vuelta.
La dictadura de Maduro -convertida en plataforma intervencionista continental liderada por Cuba tras colonizar en forma parasitaria a Venezuela- respaldó la candidatura del ecuatoriano Andrés Araúz, delfín de Correa.
Solo hay que recordar cómo en tiempos de Chávez iban y venían los maletines con millones de dólares enviados a las campañas de Cristina Kirchner, Evo Morales, Lula da Silva, Humala, Zelaya y otras figuras políticas de países caribeños controlados a punta de petróleo. ¿Lo habrán hecho también en Panamá cuando Balbina Herrera fue candidata en el 2009?
Esa ayuda en el Ecuador se repetirá con Gustavo Petro en Colombia, bajo supervisión de Cuba, para tratar de penetrar el poder político en el país vecino.
¿Importará eso a Panamá? Mucho más de lo que pensamos. Veamos por qué. La cancelación de las credenciales de la embajadora Zavarce –por la forma grosera y humillante como procedió la Cancillería- es la culminación de una serie de eventos que están demostrando que la política exterior de Panamá no la controla el presidente Cortizo. Está en manos un grupito de ideológicos marxistas de caviar (por el gusto a lo exquisito) en la Cancillería y el PRD.
Primero hubo viajes publicitados a Cuba y China, para estrechar lazos. ¿Lazos de qué? Lo que encendió las alarmas fue visita a La Habana en noviembre pasado del Secretario General del PRD, Pedro Miguel González, en la que se gestionó el contrato de 230 médicos cubanos, que por cierto nadie sabe dónde andan. Esos espías cubanos le cuestan al país $600,000 mensuales.
El 6 de diciembre, luego de que nuestro gobierno, junto con el Grupo de Lima repudiara las ilegítimas elecciones venezolanas, seis miembros del PRD, encabezados por González y el secretario de Relaciones Internacionales, Héctor Alemán, participaron como observadores a esos comicios fraudulentos calificándolos de ejemplares y democráticas, y se reunieron al día siguiente con el dictador Nicolás Maduro.
Panamá no avaló esas elecciones ilegítimas, pero el partido gobernante las validó ostentosamente. Fue un reto público de González a la política exterior del presidente Cortizo.
La comunicación de la cancelación de las credenciales de la embajadora Zavarce, fue enviada intencionalmente al consulado venezolano, controlado por la dictadura de Maduro, que se encargó de su masiva divulgación. Así premiaban a Maduro por los negocios que sabrá Dios cuántos PRD´s y sus socios tienen desde hace más de dos décadas con el chavismo.
De haberse conocido antes de las elecciones toda esta conspiración de los ñangaras en el manejo de las relaciones exteriores, ¿creen ustedes que la gente hubiese votado por Nito Cortizo? ¿O nos olvidamos que la mayoría de los panameños no comulgamos con regímenes dictatoriales como los de Chávez y Maduro? Si siguen jugando con fuego, alguien terminará quemándose.