El abogado personal del presidente Donald Trump habría participado en una llamada telefónica con el presidente en disputa venezolano, Nicolás Maduro, como parte de una iniciativa diplomática secreta, que sorprendió e incomodó a los encargados de dicha política estadounidense, reveló una investigación del diario The Washington Post.
La llamada internacional se produjo en septiembre del 2018, luego de meses de tensiones en las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela, una nación de importancia estratégica en Sudamérica. A un lado estaba Maduro, y al otro extremo de la comunicación, el abogado Rudy Giuliani, y el entonces congresista Pete Sessions, republicano de Texas.
Ambos eran parte de un esfuerzo diplomático secreto, respaldado en parte por intereses privados, que buscaban crear una solución negociada que sacara del poder a Maduro y que permitiera una reactivación de los negocios en la Venezuela rica en recursos naturales, indicaron al Washington Post personas familiarizadas con el esfuerzo.
El entonces congresista Sessions había servido como emisario en este esfuerzo en la sombra, visitando a Maduro en Caracas en la primavera del 2018. La llamada telefónica, a la que se integró Giuliani, era parte del seguimiento a la visita de Sessions, dijo Matt Mackowiak, vocero del excongresista a The Washington Post.
Hasta ahora se desconocía de la supuesta llamada telefónica. Giuliani ha sido señalado con antelación por usar su perfil privado para tratar temas diplomáticos estadounidenses, lo que ha alarmado a funcionarios del gobierno de Trump.
Es parte de la trama en las investigaciones de juicio político al presidente Trump, tras una campaña en Ucrania, donde presionó al presidente para que anunciara investigaciones que beneficiarían a Trump de cara a las elecciones de 2020.
El papel de Giuliani como ha disparado la preocupación entre funcionarios de la Casa Blanca que temen que sus apariciones han entorpecido, y a veces afectado, la política oficial de Esados Unidos, según personas familiarizadas con las preocupaciones, que al igual que otros citados en este reportaje, hablaron bajo la condición de anonimato para describir las discusiones internas.
Mientras tanto, investigadores federales tienen bajo escrutinio al exalcalde de Nueva York como parte de una investigación sobre posible violaciones a las regulaciones de cabildeo.
Giuliani y Venezuela
Las versiones sobre la llamada de Giuliani a Maduro finalmente llegaron a funcionarios de la Casa Blanca, que no sabían por qué el abogado de Trump estaba involucrado, de acuerdo a un exalto funcionario presidencial.
La disposición de Giuliani de hablar con Maduro a finales de 2018 chocaba con la política oficial de la Casa Blanca, que bajo el liderazgo del asesor de Seguridad Nacional John Bolton, estaba preparando sanciones como parte de una política más dura contra el gobierno venezolano.
Para los días de la llamada, Giuliani se reunió con Bolton para discutir el plan bajo las sombras, con vistas a conseguir una “salida suave” de Maduro del poder. El plan fue tajantemente rechazado por Bolton, dijeron al Post dos personas con conocimiento sobre dicha reunión.
Giuliani no respondió a varias solicitudes de entrevista. Un abogado de Bolton rehusó comentar. La Casa Blanca tampoco respondió las solicitudes de comentarios, indicó el Post.
Estados Unidos formalmente reconoció en enero de 2019 como presidente encargado de Venezuela a Juan Guaidó, el rival de Maduro, una jugada respaldada por Bolton. La investigación del Post indica que después de eso, Giuliani conseguiría un nuevo cliente en la región: un magnate venezolano bajo investigación por posible lavado de dinero por el Departamento de Justicia de Estados Unidos.
El magnate venezolano albergó a Giuliani durante su campaña ucraniana. Luego Giuliani cabildeó a su favor ante el Departamento de Justicia, según The Washington Post.
El diario afirma que no tiene claro por qué Giuliani se involucró en las conversaciones secretas con Venezuela, ni el alcance de su papel. Y la saga involucra a algunas de las figuras que jugaron un papel en el caso Ucrania, incluyendo a Sessions, un congresista que había servido 11 períodos, y que ejerció presión para que se despidiera a la embajadora estadounidense en Ucrania, alrededor de la fecha en que se reunió con el socio de Giuliani, Lev Parnas en 2018.
Sessions, que perdió su escaño en el Congreso en noviembre y ahora aspira regresar en representación de otro distrito de Texas, dijo a través de un vocero que conoce a Giuliani desde hace tres décadas, pero que nunca ha trabajado con él en ninguna actividad del sector privado, añadió el Post.
Cuando Trump asumió la presidencia en 2016, prometió adoptar una política más dura contra Maduro, quien ocupaba la presidencia de Venezuela desde la muerte del líder izquierdista Hugo Chávez, en el 2013. Desde entonces el país ha ido a parar sin retroceso a una crisis en todos los órdenes.
“Este régimen corrupto ha destruido una nación próspera al imponer una ideología fracasada que sólo ha producido pobreza y miseria en donde ha sido implementada”, declaró Trump ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre de 2017.
“Para agravar la situación, Maduro ha desafiado a su propio pueblo, robándole el poder a sus funcionarios electos para preservar su desastroso régimen”, agregó.
El interés por sacar a Maduro del poder
Empresarios estadounidenses con intereses económicos en Venezuela, -entre ellos Harry Sargeant III, presidente de una compañía de la Florida dedicada a energía y logística que había trabajado mucho en el país sudamericano-, empezaron a promover negociaciones para sacar a Maduro del poder.
Sargeant dijo al Post: “Apoyé la idea de una negociación secreta basado en mis más de 30 años de experiencia en Venezuela y como un observador de la dinámica política en marcha en Caracas en ese tiempo”.
“Creía entonces y creo ahora que una política confrontativa de sanciones tendría dos efectos profundamente negativos”, dijo Sargeant al Post. “Primero, se exacerbaría la crisis humanitaria venezolana. Segundo, yo creía que socavaría los intereses económicos en Venezuela de empresarios estadounidenses, en beneficio de sus adversarios, tales como los rusos o los chinos”.
Fue ante ese escenario que Mackowiak dijo que el congresista Sessions aceptó una invitación de Maduro para discretamente visitar Caracas para tratar de negociar un sendero a mejores relaciones entre Estados Unidos y Venezuela.
Sessions, un expresidente del Comité Congresional Republicano, estaba interesado en lo que ocurría en Venezuela, en parte porque muchos en Texas tenían intereses energéticos ahí, según su portavoz, Mackowiak.
“El estaba complacido de ayudar con esta misión secreta, que fue coordinada con los niveles más altos del Departamento de Estado”, dijo Mackowiak, agregando que sessions se reunió con altos funcionarios estadounidenses antes y después de su viaje a Caracas.
El Departamento de Estado no respondió a solicitudes de comentarios del Post.
Personas familiarizadas con el papel de los funcionarios del Departamento de Estado dijeron que esos oficiales ni idearon el viaje, ni organizaron o participaron en la reunión de Sessions con Maduro. Varios funcionarios rechazaron la versión de que el viaje había sido autorizado oficialmente por el gobierno, señalando que en ese momento la Casa Blanca quería adoptar una línea más dura contra Maduro y no estaba interesada en hacer concesiones.
Los asesores de Seguridad Nacional especialmente, se oponían al tipo de arreglo con Maduro que Sessions trataba de promover.
“No había ningún tipo de interés o apetito para negociaciones”, dijo un exfuncionario de la Casa Blanca. “En general no le dábamos la bienvenida a esfuerzos como éste. Era inconsistente con nuestras metas políticas. Lo veíamos como un estorbo y una distracción”.
El vocero de Sessions desestimó esas observaciones como parte de una “guerra territorial” entre burócratas de Washington.
“Pudo haber desacuerdos entre el Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional sobre cómo llevar la paz a Venezuela”, dijo Mackowiak. “Pero Sessions estaba complacido de ser parte de un esfuerzo coordinado estrechamente con el Departamento de Estado, para dar a Venezuela un presidente electo democráticamente”, afirmó.
El distrito de Sessions incluye la sede principal de la petrolera ExxonMobil y otras compañías similares que estuvieron activas en Venezuela, pero que tuvieron que recortar operaciones por la inestabilidad política.
Sessions le dijo en 2018 al diario Dallas Morning Star que los intereses petroleros no jugaron un papel en su decisión por involucrarse. Dijo que había estado trabajando durante más de un año con varios actores, incluyendo representantes de la oposición venezolana, para negociar una solución.
Session, según The Washington Post, le dijo al periódico de Dallas que trabajaba para promover el “diálogo entre varias partes interesadas en lograr progreso”. Según Mackowiak, Sessions usó sus propios fondos para financiar el viaje de dos días a Caracas.
Dos personas con conocimiento de la visita, dijeron al Washington Post que sessions fue atendido por Raúl Gorrín Belisario, el dueño de una cadena televisiva en Venezuela, que era visto con cierta desconfianza por algunos funcionarios estadounidenses y que meses más tarde sería encausado en la Florida bajo cargos de “lavado de dinero y soborno”.
Ni Gorrín, ni su abogado de Miami respondieron las solicitudes del Post para entrevistarles.
Las dos personas dijeron que en lugar de hospedarse en una instalación estadounidense, Sessions fue albergado durante su visita en el ostentoso y modernista complejo de Gorrín, en una zona de moda de Caracas.
Mackowiak dijo que todo lo relacionado al viaje de Sessions, incluyendo el lugar donde se hospedaría, fue coordinado con funcionarios del Departamento de Estado.
Sessions regresó de Caracas con una lista de concesiones aceptada por Maduro, incluyendo supuestamente su salida del poder y su compromiso de permitir elecciones libres y justas a cambio de condescendencia de Estados Unidos, según Mackowiak.
Pero algunos funcionarios estadounidenses dicen que les preocupó que el trato que Sessions estaba promoviendo, pretendía legitimizar las elecciones, al permitir la participación de por lo menos algunos candidatos opositores, lo cual podría ayudar a Maduro a permanecer en el poder, en lugar de salir por las buenas, según una persona familiarizada con las conversaciones. Temían además que las pláticas enviaban mensajes contradictorios a Maduro.
Unas cinco semanas después de regresar de Caracas, Sessions se reunió en el Capitolio con Parnas, el socio de Giuliani, quien según Mackowiak, el vocero de Sessions, pretendía vender gas líquido de Estados Unidos a Ucrania.
En una acusación criminal a finales de este año, Parnas y su socio Igor Fruman fueron acusados de canalizar ilegalmente fondos extranjeros a cuentas de campaña estadounidenses. Los fiscales estadounidenses dijeron que Parnas buscó además el apoyo de la entonces embajadora de Estados Unidos ante Ucrania, Marie Yovanovitch, por solicitud de “más de un funcionario del gobierno ucraniano”.
El 9 de mayo pasado, el mismo día que Parnas publicara en Facebook fotos de su reunión con Sessions, el congresista le envió al secretario de Estado Mike Pompeo, una carta en que urgió que despidiera a la embajadora Yovanovitch.
Mackowiak dijo que Sessions no actuó a solicitud de Parnas, pero que en lugar, escribió la carta a Pompeo luego de escuchar sobre la embajadora por parte de varios congresistas que habían viajado a Ucrania.
Mientras tanto en Venezuela, Maduro se proclamó vencedor en las elecciones con el 68 por ciento de los votos. La comunidad internacional, en su mayoría, rechazó la votación por alegatos de fraude y la prohibición a participar contra varios líderes de oposición.
En esos tiempos, Giuliani, que meses atrás se había incorporado al equipo legal de Trump, empezó a tener conversaciones con individuos que eran parte de las pláticas secretas con Maduro. En agosto, Giuliani se reunió en Nueva York con Parnas y dos empresarios estadounidenses con inversiones en Venezuela para discutir la iniciativa, según dijeron al Washington Post personas con conocimiento del encuentro.
La reunión tuvo lugar en uno de los lugares favoritos de Giuliani, el Grand Havana Room Cigar Bar, a unas cuadras de la Torre Trump en Manhattan. Entre habanos y whiskey, relata el Washington Post, Giuliani aceptó explorar si había forma de negociar con Maduro y quizás llegar a una solución diplomática al caos político y colapso económico que afectaba al país, dijo al Post uno de los participantes.
La conversación telefónica
Un mes más tarde, Maduro hablaba por teléfono con Sessions. En el salón con el presidente venezolano estaba la primera dama del país, quien fungía como asesora de su esposo, así como vicepresidenta de Venezuela y ministra de Información, según una fuente con conocimiento de la llamada, indicó el Post.
Giuliani fue presentado al inicio de la conversación, pero pareció más que todo escuchar mientras Maduro y Sessions hablaban, dijo Mackowiak.
A lo largo de la conversación de aproximadamente una hora, revisaron las concesiones a las que Maduro dio su aprobación durante la visita de Sessions un mes atrás, según la persona familiarizada con la llamada telefónica.
El Ministerio de Comunicaciones de Venezuela tampoco respondió solicitudes de entrevista enviadas por The Washingon Post.
Tiempo después, versiones sobre la llamada en la que participó Giuliani y Sessions se filtraron a la Casa Blanca, ocasionando confusión, dijo un exalto funcionario de la administración Trump.
“No sabíamos por qué Rudy estaba involucrado en ese momento”, dijo la fuente al Post.
Al poco tiempo, Giuliani le dijo a algunos en su círculo de confianza que le había planteado a Bolton, el asesor de Seguridad Nacional entonces, la idea de un “aterrizaje suave” para Maduro. Pero dijo que la reunión “no había marchado bien”, según personas familiarizadas con su versión.
Charles Cooper, un abogado de Bolton, rehusó comentar.
El desagrado de Bolton con las aventuras de Giuliani en política exterior apareció durante la investigación para un juicio político del presidente Trump. La exfuncionaria de Seguridad Nacional, Fiona Hill, testificó que Bolton le advirtió de no interactuar con el abogado del presidente, al que se refirió como “una granada de mano que va hacer estallar a todos”.
El verano pasado, otro acaudalado empresario petrolero venezolano, Alejandro Betancourt López, buscó los servicios legales de Giuliani para ayudarle a argumentar que no debía ser acusado en un caso por el lavado de 1,200 millones de dólares en la Florida.
Otros ocho sujetos, incluyendo a un primo de Betancourt, han sido ya acusados en el caso, en el que se alega que altos funcionarios de la empresa estatal petrolera de Venezuela, empresarios y banqueros conspiraron para robar dinero de la compañía y lavarla en Miami mediante la compra de bienes raíces y otros esquemas de supuestas inversiones legítimas. Dos personas familiarizadas con el asunto dijeron que Betancourt es mencionado en la causa criminal como un “co-conspirador no acusado”.
Jon Sale, un abogado de Miami que representa a Betancourt, dijo al Post que su cliente niega cualquier ilegalidad. Sale se negó a comentar sobre la relación de Betancourt con Giuliani.
A inicios de agosto pasado, agrega la investigación del Post, Giuliani se hospedó en la ostentosa mansión de Betancourt en las afueras de Madrid cuando Giuliani se reunió, por instrucciones de Trump, con un alto asistente del presidente de Ucrania, tal como el Post reportó previamente.
Giuliani luego se reunió con funcionarios del Departamento de Justicia y les urgió que no acusaran a Betancourt, reportó el Post. Respondiendo a preguntas sobre su trabajo para Betancourt, Giuliani escribió en un mensaje de texto en noviembre que “esta es una relación privilegiada de un abogado con su cliente, así que yo aguantaré cualquier mentira maliciosa o manipulación que ustedes pongan al asunto”.
La noticia de que Giuliani estaba representando al acaudalado empresario energético ante el gobierno de Estados Unidos, a la vez que él servía como abogado personal del presidente, aturdió a veteranos funcionarios estadounidenses con experiencia en Venezuela.
“Uno debe preguntarse: por qué está haciendo esto”, se preguntó un exalto funcionario de la administración.