La cuantiosa y alegre comunidad venezolana que reside en Panamá, se reunió una vez más el sábado 2 de febrero en el parque Francisco Arias Paredes, ubicado alrededor de las avenidas Cuba y Perú. El llamado fue para apoyar al presidente encargado Juan Guaidó y presentar a la nueva embajadora de los venezolanos, Fabiola Zavarce, nombrada por el mismo Guaidó días antes.
Como reportero de este rotativo, me tocó cubrir la alegre, emotiva y nutrida concentración que albergó, al ojo por ciento, unas tres mil almas. Ese día me coloqué la franela de La Vinotinto, la que confieso, usaba hasta ese día en Panamá con algo de predisposición y les explico porqué.
Dicho en popular, y a pesar de los esfuerzos conocidos por lavarnos las caras, nuestra comunidad no ha sido vista con los mejores ojos en los últimos años. Y no quiero generalizar, no vamos a caer en eso, pero es común escuchar, “pana, estamos rayados”.
Me pasó, al menos dos veces, que vistiendo la casaca vinotinto recogí varias malas caras por la calle. Una, incluso, acompañada de “es momento de que vayan ustedes mismos a sacar al loco aquel y dejen un poco de espacio por acá”.
Por supuesto que esta escenas, para algunos comunes, tienen una razón, de peso por demás. Y es la que todos sabemos: acciones negativas de unos pocos que han afectado al núcleo entero, sumado al radicalismo de grupitos que disparan a mansalva por Redes Sociales.
Nuevos aires
No obstante ese día de la manifestación, reconocido en la calle por la franela que llevaba puesta, se me acercaron varios panameños a decirme que estaban conmigo y con mi país. No fue una sola persona, fueron al menos seis y con diversos mensajes. Me sentí en casa como nunca antes. La predisposición fue bajando.
Eso no es todo, pues a mi señora madre, que no vestía la camiseta de la vinotinto, pero sí una gorra con la bandera de Venezuela, la invitaron a quedarse unos días más en el país.
Y podrán decir que las manifestaciones de solidaridad fueron por la alegría del momento, es hasta normal. Lo cierto es, que ya de regreso a casa y en un sitio bastante alejado de la manifestación, a la que por cierto asistieron una importante cantidad de panameños, recibí otros varios mensajes de aliento. Desde que llegué en 2014 no me había sentido así.
Sin embargo, por el apoyo que le dieron los peregrinos panameños a los venezolanos en medio de la Jornada Mundial de la Juventud, presentí que las cosas estaban cambiando, que ahora nos ven mejor y no tiene que ver nada con lástima como me ha tocado escuchar.
Así como son pocos los venezolanos que han “rayado” a nuestra comunidad, también son pocos los panameños que han caído en la xenofobia. Este pueblo noble y multicultural ha entendido al igual que la mayoría de países en el mundo, que los venezolanos de bien salimos del país por necesidad y no ha invadir espacios, imponer culturas y mucho menos a cambiar reglas. Los personajes insufribles existen en todas las nacionalidades, pero no definen una nación.
Hoy me vuelvo a poner la franela vinotinto en Panamá y que viva Venezuela…