El presidente electo de Colombia, Iván Duque, hizo un llamado a la unidad el domingo tras su victoria en el balotaje ante un izquierdista cuyo ascenso sacudió a la clase política del país y dejó al descubierto profundas divisiones sobre el proceso de paz.
El conservador Duque, protegido de un poderoso expresidente, salió elegido con el 54% de los votos. Terminó más de 12 puntos por delante del exguerrillero Gustavo Petro, cuyo resultado fue el mejor logrado nunca por la izquierda en una de las naciones más conservadoras de Latinoamérica.
En su primer discurso como presidente, Duque _ que cuando asuma el cargo en agosto tendrá 42 años y será el dirigente más joven en más de un siglo _ prometió que trabajará sin descanso para sanar las divisiones y que gobernará para todos los colombianos. También se comprometió a atacar directamente la corrupción al tiempo que aborda un aumento en la producción de cocaína, que calificó de amenaza para la seguridad nacional.
“Esta elección es la oportunidad que esperábamos para pasar la página de la polarización, la página de los agravios, la página de las ponzoñas”, dijo Duque en su discurso triunfal ante sus seguidores.
Los comicios fueron los primeros desde que el presidente saliente, Juan Manuel Santos, firmó en 2016 el acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y la carrera electoral acabó siendo definida por el divisivo acuerdo.
La promesa de Duque de curar las cicatrices luego de cinco décadas de sangriento conflicto armado exigirá una respuesta rápida. Los rebeldes de las FARC que se desmovilizaron bajo el acuerdo tienen problemas para reintegrarse a la vida civil en una nación donde muchos son reacios a perdonar. Vastas extensiones de territorio en zonas remotas siguen en las manos de violentas bandas de narcotraficantes y grupos rebeldes residuales.
Duque, quien entró en política en 2014 luego de que el expresidente Álvaro Uribe lo convenció para dejar su cómoda vida en Washington y regresar a Colombia, repitió en su discurso del domingo en la noche las promesas que hizo en campaña para reducir los beneficios contemplados en el acuerdo de paz para los comandantes rebeldes responsables de atrocidades.
Junto a su compañera de boleta, Marta Lucía Ramírez, que se convertirá en la primera vicepresidenta en la historia de Colombia, se comprometieron hacer cambios en el pacto aunque Duque señaló que no lo hará “trizas” como han pedido algunos de sus aliados más conservadores.
“Sin lugar a dudas, para el proceso de paz, este es un examen importante”, dijo Patricia Muñoz, profesora de Ciencias Políticas en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.
Petro animó a los votantes jóvenes y atrajo a millones de personas a las plazas con ardientes discursos en los que prometía mejorar las vidas de los colombianos más pobres, olvidados por la élite política. Sus más de 8 millones de votos son el mayor éxito de un candidato de izquierdas en la historia del país, donde los políticos de este bando solían estar estigmatizados por el conflicto civil.
“Tan vez a medida que pase el tiempo la gente tendrá menos miedo de votar a políticos de izquierda”, señaló Jorge Gallego, profesor en la Universidad Rosario de Bogotá.
Petro asumió el resultado aunque se negó a calificarlo de derrota. En su discurso, que en ocasiones tuvo un cierto aire festivo, desafió a Duque a romper con sus aliados conservadores, especialmente con Uribe. Además se comprometió a movilizar a sus considerables apoyos en una oposición combativa que luchará por las reformas sociales y defenderá el acuerdo de paz.
“No vamos a permitir que retrocedan a Colombia hacia la guerra”, dijo Petro ante el atronador aplauso de sus seguidores, que coreaban “¡Resistencia!”.
Se considera que el proceso iniciado para cerrar un conflicto que causó más de 250.000 muertos es en gran parte irreversible. La mayoría de los más de 7.000 rebeldes que entregaron las armas empezaron una nueva vida como agricultores, líderes comunitarios y periodistas. El año pasado lanzaron un partido político y pronto tendrán 10 escaños en el Congreso.
Pero el pacto sigue siendo polémico y durante su campaña Duque prometió hacer cambios para una “paz con justicia”. Ya sea a través de una reforma constitucional o por decreto, podría impulsar propuestas como no permitir que excombatientes responsables de delitos graves contra los derechos humanos asuman cargos políticos hasta que confiesen sus crímenes de guerra y compensen a las víctimas.
El acuerdo actual permite a la mayoría de los rebeldes evitar la cárcel, un punto de fricción para muchos.
Los detractores de Duque advierten de que su victoria podría causar problemas en un proceso de paz ya delicado.
“Creo que esto abrirá una gran batalla constitucional”, dijo Cynthia Arnson, directora del programa para Latinoamérica del Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson de Washington.
Duque es hijo de un exgobernador y ministro de Energía, y según sus amigos tuvo aspiraciones presidenciales desde niño. Padre de tres hijos, empezó a ejercer el servicio público hace casi dos décadas como asesor del hombre al que sucederá, Santos, que entonces fungía como ministro de Finanzas de Colombia.
Más tarde se trasladó a Washington, donde pasó más de una década en el Banco Interamericano de Desarrollo, primero como asesor de tres países andinos y más tarde como director de la división cultural.
Fue entonces cuando Duque forjó una relación cercana con Uribe, un referente para los conservadores que es adorado y detestado por legiones de colombianos.
Con el respaldo de Uribe, Duque fue elegido para el Senado en 2014. Se labró una reputación como un conservador trabajador y se ganó el respeto de colegas de todo el espectro político.
Durante la campaña, Duque fue acusado de no ser más que un títere de Uribe, quien según la Constitución no puede optar a un tercer mandato. Aunque elogiado por el debilitamiento de las FARC y por atraer una inversión extranjera record, el expresidente también fue acusado por la muerte, a manos del ejército, de miles de civiles que fueron presentados de forma errónea como rebeldes para inflar el recuento de cuerpos.
Hacia el final de su discurso de la victoria, Duque dio las gracias a Uribe pero señaló que intentará cerrar las divisiones en Colombia. Dijo que quiere ver como los miembros de base de la guerrilla se reinsertan con éxito en la vida civil y entran en una economía colombiana en crecimiento.
“No voy a gobernar con odios”, dijo el presidente electo. “No existe en mi mente ni en mi corazón venganzas ni represalias”.