Brasil, uno de los 5 países más grandes del mundo, el sexto más poblado y la 7º economía mundial, estará en próximas elecciones escogiendo al nuevo presidente, harán lo propio con el Parlamento y Gobernaciones de los Estados; por lo que el poder tendrá una renovación. Por las dimensiones e importancia del país, lo que allí suceda tendrá un gran impacto en toda la región.
El país atraviesa por una grave crisis política e institucional luego de la destitución de la presidenta Dilma Rousseff y, quien la sucede Michel Temer, se ha visto envuelto en una serie de escándalos, de los cuales ha logrado salir a costa de ser el mandatario peor evaluado en la región, con apenas 5% de aceptación.
Con este complejo panorama, el Partido de los Trabajadores surge como la gran opción a recuperar el poder nuevamente, con su figura histórica, Lula Da Silva. Hoy todas las encuestas lo dan como seguro ganador en cualquier escenario y contra cualquier adversario.
Sin embrago, lo que inicialmente era una investigación de una medina operación de lavado de activos que comenzó en julio de 2013, denominada Lava Jato, terminó por ser el mayor escándalo de corrupción continental con el caso de Odebrecht; donde, muchas figuras políticas y empresariales de toda América han salido salpicadas, entre ella, Lula Da Silva, quien ya fue sentenciado, decisión que, de ser ratificada le dejará inhabilitado para correr por la presidencia. Según algunos abogados, éste sería el menor de sus problemas, frente a, los años de cárcel que pudieran enfrentar.
Sin embargo, el partido de los Trabajadores (PT) no tiene un plan B, y su gran caudal electoral podría diluirse, pues no cuentan con otra figura tan carismática como el expresidente Lula.
Ante el escenario de la inhabilitación de Lula, la favorecida pudiera ser Marina Silva, quien va por tercera vez a la competencia. Como reconocida activista ambientalista fue compañera de lucha de Chico Méndez. Mujer de ideas progresistas con una historia de vida interesante, pues de niña trabajó en el campo, iniciando sus estudios a los 13 años, escalando en formación y desarrollo profesional hasta ser ministra de Medio Ambiente de Lula Da Silva. Definitivamente sería la beneficiaria de un grueso caudal de los votos del PT que migrarían hacia ella, ampliándole las posibilidades de ganar la elección.
El diputado de derecha Jair Bolsonaro, es otro aspirante que aparece en las encuestas como segundo, pero, el 39 por ciento de los encuestados en el mismo sondeo dijo que no votaría por él bajo ninguna circunstancia.
El rechazo podría ser por sus manifestaciones racistas, misóginas y homofóbicas; pues, ha dicho públicamente que se puede evitar tener hijos homosexuales si se los corrige a golpes, que los negros no sirven ni para procrear y, que los analfabetos no deben votar.
Otro de los aspirantes es, el gobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, quien podría ser el candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Si bien es el gobernador del mayor estado (en población y económicamente) de Brasil, le falta carisma. Defensor del libre mercado, de la privatización y de reducir todos los subsidios sociales del Estado. Esto si bien lo ubica y define ante el electorado, también lo limita, pues los segmentos populares que hoy son beneficiarios de los subsidios estatales, no lo ven con buenos ojos.
Por otra parte, el mayor conglomerado de medios en Brasil, el Grupo O Globo, trata de hacer un ensayo de la anti política dentro de la crisis que vive el país y promueven al presentador de televisión Luciano Huck, quien en las últimas semanas ha dado algunas pistas de una posible candidatura. Hasta ahora, no es mayor el interés que ha despertado Huck, pero, si tiene detrás de sí, tiene el enorme poder de los medios y el dinero del Grupo O Globo, habría que estar al pendiente.
Mientras todo esto sucede, hay dos hechos preocupantes. El número de personas que desean una intervención militar ya sobrepasa el 40% y, quienes manifiestan que podrían votar en blanco o nulo, supera el 30% del electorado, si los comicios fueran hoy, es un claro síntoma del desgate del sistema político brasilero.
Definitivamente, la democracia y las instituciones de Brasil están en una dura prueba. Esperemos que los cariocas impongan “o jogo bonito” de la democracia y superen esta crisis por el bien de Brasil y de toda la región.