Por Antonio Rivas

@AntonioERivasR

Con la jornada del 15-O se quiebra otra columna donde apuntalar la democracia en Venezuela, al menos la democracia como la habíamos conocido hasta principios de siglo. La necesidad de reinventarnos como sociedad se impone, en una realidad que difiere dramáticamente de cualquier otra que generación pasada de venezolanos haya conocido jamás.

En esta necesidad de resurgir, lo primero que vale la pena entender es que no habrá un mesías. Chávez se aseguró de que no existan las condiciones para que alguien tenga la oportunidad que él tuvo. Caguaripano no está preso en Yare para que lo visiten familiares y periodistas, como sucedió con el golpista de Sabaneta, sino que está oculto, torturado y aislado. Chávez fue posible porque había instituciones; pero una vez que llegó al poder a través del puente democrático, lo quemó tras de sí, y un nuevo puente no lo puede construir una sola persona.

Lo siguiente que hay que entender es que, extraviada la democracia, lo que está cayendo es la República. La generación que hizo posible el 23 de enero del ’58 luchaba por la democracia, pero había una República. Perez Jimenez no era un narcotraficante ni el documento de identidad venezolano era cuestionado en los demás países. También, no era cosa menor, contábamos con una de las monedas más sólidas del mundo. Hoy Venezuela se desmorona en anarquía social y jurídica, tenemos un club de vagos y maleantes jugando a la ANC plenipotenciaria, un CNE servil y dos sets de TSJ y Fiscal, uno de facto en el territorio y otro enmantillado legalmente desde el extranjero. Mientras tanto, EEUU amenaza con invadirnos, mientras Cuba, China y Rusia ya lo hicieron. Por si fuera poco, ya dimos por perdido el Esequibo y el Arco minero de destrucción acaba con nuestra selva. Chavez destruyó las instituciones, Maduro está sepultando la República.

¿Estallido social?

Vuelven los gritos de “¡calle!’ y muchos vaticinan, una vez más, un gran estallido social. Sin embargo, acciones de calle en este momento, de ocurrir, no serán más que eventos aislados, sin más trascendencia que muertes lamentables y más venezolanos presos, todo para catarsis colectiva de las redes sociales. La razón de tal intrascendencia, a mi parecer, es que un estallido social que desemboque en algo más que días de protesta sin norte necesita líderes que se hagan presente como alternativa sólida, con temple para tomar decisiones, con influencia en las FFAA, con carisma para llegar a las masas, y más importante, con un plan concreto de vida después del caos. Hoy eso no existe en Venezuela.

¿Qué sigue?

El agua horada la piedra no por mucha sino por constante. El gobierno venezolano es una organización criminal que depende de su cohesión para existir; pero su debilidad son sus abultados expedientes delictivos. Los criminales no duermen en paz. Ven sombras. No pueden confiar en nadie y no hay una sola figura que controle las cuerdas. Hay tres o cuatro alfiles principales y un peón con corona. La traición interna es un arma en cada bolsillo chavista y el indulto sería tentador. Todos son corruptos, pero no todos son narcotraficantes. Algunos son narcotraficantes pero no asesinos. Algunos son todo. Esa estructura debe caer en implosión, por presión interna y externa. Sabemos cómo. Se sacarán los ojos entre ellos. Todo cuenta, y hay mucha gente trabajando en ello. Por lo demás, tiempo. Primero la República, luego la democracia. Sigamos.