Durante estos últimos días, un grupo de compañeros artistas nos hemos congregado en las diferentes redes sociales para enviar mensajes de aliento a los compatriotas en Venezuela, que bien que lo necesitan. Tratamos de mermar en lo que podemos la situación terrible en que viven. Solicitando medicinas y otras tantas cosas de las que adolece nuestra gente.
El grupo se denomina #ArtistasPorVzla e involucra a más de 200 y tantos actores y escritores residenciados en diferentes partes del mundo. Escribimos por el pajarito azul, Facebook e Instagram. Obviamente con la cantidad que tenemos de seguidores cada uno, la cosa se multiplica de tal manera que casi todas las noches llegamos a ser el primer “trending topic”.
Por supuesto hay mensajes de apoyo, “retweets”, mensajes marcados como favoritos… e insultos.
Sin entrar en aguas profundas, los insultos por supuesto que ofenden y maltratan, pero también dejan ver que no hay argumentos válidos con que responder.
Debo decir que todos nuestros mensajes son positivos y también –por qué no decirlo- de alerta ante el desastre que nos sucede. Reconozco que hay algunos compañeros que se desbordan (no es fácil contenerse) pero en el grupo privado que mantenemos por “guasó” ponemos en neutro al compañero que haya expulsado la piedra, aunque vuelvo y repito, no es fácil mantenerse calmado cuando uno lo que siente por dentro, es horroroso. Confieso que yo misma me asombro a veces, al pensar que yo puedo albergar dentro de mí semejantes sentimientos.
Hemos tenido hasta el dudoso honor de ser nombrados por Nicolás, que como siempre no tiene otra cosa que decir, sino que somos tarifados por la CIA. Demás está decir que no sería maloso, pero nadie ha visto el primer billete verde.
En el grupo hemos conseguido, después de insultos varios, que algunos todavía creyentes conversen con alguno de nosotros. Es ahí donde entran los miles de pensamientos entrecruzados ante una realidad tan triste.
Entre tantas y tantas respuestas, hubo una que me hizo sentar por varios minutos para pensar qué cosa le podía contestar. Pero ¿Qué se le puede contestar a una persona que, a estas alturas, siga defendiendo este régimen? ¿Cómo puede haber venezolanos que se presten a golpear y hasta a disparar a otros venezolanos, quienes por cierto defienden la vida de todos los venezolanos? ¿Cómo es que a pocas cuadras unos de otros, haya gente maltratada y golpeada (por no hablar de los muchachos fallecidos) y en otro sitio, haya gente bailando y burlándose de los primeros? Incluyendo al nefasto Nicolás, a quien por cierto se le ve un rictus horroroso, como si estuviera poseído (¿No lo han notado ustedes?). Definitivamente, ésa no es mi Venezuela. Me perdonan, si esperaban de mí arrancarles una sonrisa, pero hoy no puedo.
No sé qué nombre ponerle. Llámese desobediencia civil, llámese plebiscito (que de paso me perdonan, pero ya sabemos lo que va a hacer Nicolás con los papeles de esas firmas). Llámese el 350, el 333 o el 2 mil 555. ¡Saquemos a esos malandros de ahí!
Dios nos ayude en este trance. Es lo único que puedo decir. Y para aquellos que piensan que, porque estamos lejos, no sufrimos nuestra patria, están bien equivocados.
Sin decirles mentira… ¡Cómo quisiera ser yo la equivocada!
Por cierto, pueden seguirnos en twitter @ArtistasPorVE y en Facebook Artistas por Venezuela. Mi twitter personal @nellypujols.
Cariños y hasta la próxima…