Eric Núñez

Yulimar Rojas tenía una cita con el destino en Tokio.

Se veía colgándose una medalla de oro y también romper un récord mundial que había sido impuesto dos meses antes de su nacimiento en 1995.

Y se cristalizó tal cual, de un solo zarpazo, en otra noche de calor y humedad en los Juegos Olímpicos de Tokio.

“Ha sido un momento mágico”, dijo Rojas, la primera mujer de Venezuela que que conquista una medalla olímpica de oro.

Sus 15,67 metros le ponían en otra galaxia del atletismo, escribiendo la página más gloriosa de su país en citas olímpicas.

“Siempre he tenido fe en mí y en la atleta que puedo convertirme”, afirmó. “Estoy feliz porque era una medalla de oro que yo ansiaba y 40 millones de venezolanos”.

lograr esto”, dijo sobre su último salto. “El trabajo de todo el año era para consagrarme esta noche, no iba a ser la excepción”.

“Ni siquiera tuvo que mirar. Estaba segura. Me lo decían mi cabeza, mi corazón, mi cuerpo”, añadió. “También podía escuchar el ‘wow’ de la gente y los gritos de mi amiga de mi entrenador (Iván Pedroso).

La plusmarca previa había sido fijado por la ucraniana Inessa Kravets en el mundial de atletismo de 1995 en la ciudad sueca de Gotemburgo.

Imperial en la fosa del estadio, Rojas pulverizó el récord en su sexto y último intento, sacándole 17 centímetros más.

Rojas voló de entrada en la final, avisando sus intenciones con un récord olímpico de 15,41.